domingo, 20 de septiembre de 2009

Himno a Cristo luz al amanecer

¡Noche, tinieblas, nubes,
turbulencia y confusión del mundo;

la luz penetra, el cielo alborea:
Cristo llega; retiraos!


Herido por el dardo del sol,
el velo
oscuro de la tierra se desgarra,
y con el rostro del astro reluciente
retorna ya el color a toda cosa.

Así, también nuestra ceguera
y corazón,
de fraude cómplice,
rotas las nubes,
al cabo descubierto,
ante el reino de Dios recobrarán colores.


A nadie entonces será dado

ocultar cuanto de oscuro piensa;

mas los secretos del alma, desvelados,

se aclararán con la mañana nueva.

Ahora, ahora es la vida seria;

ahora nadie intenta diversiones;
ahora, en faz severa, todos
encubren sus propias insipiencias.


Es hora esta a todos útil,

en la que cada cual cuanto desea desempeñe:

el militar, el hombre civil, el marinero,

el obrero, el labrador, el comerciante.


A aquél arrastra la gloria forense;

a éste, la funesta trompeta de la guerra;

el mercader y el labriego, por su parte,
con ansia anhelan el lucro insaciable.


Nosotros, en cambio, que ignoramos por entero

la corta ganancia, la usura y los discursos,
ni somos fuertes en el arte de la guerra,

a ti, Cristo, tan sólo conocemos.


Prudencio, Himno de la mañana, vv. 1-16; 33-48.

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