jueves, 28 de octubre de 2021

"Programa pastoral": la adoración eucarística



Con el convencimiento de saber los frutos pastorales y espirituales que para la vida cristiana y comunitaria aporta la exposición del Santísimo, recojamos las últimas invitaciones del magisterio pontificio sobre la adoración y culto a la Eucaristía, recuperando una praxis litúrgico-pastoral que nunca debió desaparecer de las parroquias y comunidades religiosas.



La encíclica Ecclesia de Eucharistia, de Juan Pablo II, recogiendo una cita del ritual, recuerda que:


 “corresponde a los Pastores animar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo presente bajo las especies eucarísticas... Una comunidad cristiana que quiera ser más capaz de contemplar el rostro de Cristo... ha de desarrollar también este aspecto del culto eucarístico, en el que se prolongan y multiplican los frutos de la comunión del cuerpo y sangre del Señor” (n. 25). 


Además, añade el papa en la conclusión, favorece la edificación de la Iglesia y da frutos eximios de santidad como lo atestigua la piedad eucarística de tantos santos.

            Juan Pablo II, al plantear el Año de la Eucaristía 2004-2005 deseaba unas realizaciones concretas no exclusivas para ese Año sino como un fruto permanente, y entre esas realizaciones señalaba: 


“Incluso si el fruto de este Año se limitara al de reavivar en todas las comunidades cristianas la celebración de la Misa dominical e incrementar la adoración eucarística fuera de la Misa, este Año de gracia conseguiría un resultado significativo. Es bueno con todo, mirar hacia arriba, no contentándonos con medidas mediocres, pues sabemos que podemos contar siempre con la ayuda de Dios” (Carta Mane nobiscum Domine, n. 29).




Más in extenso, Benedicto XVI en la exhortación apostólica “Sacramentum caritatis”, fruto del Sínodo sobre la Eucaristía, destacaba los valores de la adoración eucarística y pedía esta práctica con mayor profusión convirtiéndola en práctica habitual. Lamentaba que tras la reforma litúrgica no se percibiese “de manera suficientemente clara la relación intrínseca entre la santa Misa y la adoración del Santísimo Sacramento” (n. 66) por una objeción que consistía en afirmar que el Pan eucarístico “no habría sido dado para ser contemplado sino para ser comido”, objeción que refuta remitiendo y explicando a san Agustín.

La adoración eucarística es una gracia para la vida espiritual: 


“La adoración fuera de la santa Misa prolonga e intensifica lo acontecido en la misma celebración litúrgica. En efecto, sólo en la adoración puede madurar una acogida profunda y verdadera. Y precisamente en este acto personal de encuentro con el Señor madura luego también la misión social contenida en la Eucaristía y que quiere romper las barreras no sólo entre el Señor y nosotros, sino también y sobre todo las barreras que nos separan a los unos de los otros” (Sacramentum caritatis, n. 66). 


Además, “la celebración y adoración de la Eucaristía nos permiten acercarnos al amor de Dios y adherirnos personalmente a él hasta unirnos con el Señor amado” (n. 94).

            La exhortación Sacramentum caritatis urge la práctica de la adoración eucarística y la necesidad de inculcar esta práctica en todos los fieles y educarlos en este modo eucarístico de orar y adorar:


            "Por tanto, unido a la asamblea sinodal, recomiendo ardientemente a los Pastores de la Iglesia y al Pueblo de Dios la práctica de la adoración eucarística, tanto personal como comunitaria. A este respecto, será de gran ayuda una catequesis adecuada en la que se explique a los fieles la importancia de este acto de culto que permite vivir más profundamente y con mayor fruto la celebración litúrgica. Además, cuando sea posible, sobre todo en los lugares más poblados, será conveniente indicar las iglesias u oratorios que se pueden dedicar a la adoración perpetua. Recomiendo también que en la formación catequética, sobre todo en el ciclo de preparación para la Primera Comunión, se inicie a los niños en el significado y belleza de estar junto a Jesús, fomentando el asombro por su presencia eucarística... Al mismo tiempo, deseo animar a las asociaciones de fieles, así como a las Cofradías, que tienen esta práctica como un compromiso especial, siendo así fermento de contemplación para toda la Iglesia y llamada a la centralidad de Cristo para la vida de los individuos y de las comunidades" (n. 67).


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