martes, 19 de octubre de 2021

Adorar la Eucaristía



A veces realizamos cosas que ni sabemos entender ni valorar, pero que forman parte de nuestra liturgia y de nuestra espiritualidad. Haciéndolas sin valorarlas hondamente, puede acarrear mediocridad en la forma de realizarla, o falta de amor, o dejadez, lo cual sería pernicioso, porque si no hay amor, conocimiento y atención, todo se va devaluando, se hace por hacer, pero no se vive con una fe viva, ardiente y amorosa.


La exposición del Santísimo y la oración, tanto personal como comunitaria, ante el Señor en la custodia es una práctica que siempre ha estado muy arraigada en la piedad, pero que a veces no se sabe valorar ni descubrir el alto grado de espiritualidad que posee, su beneficio espiritual, y se puede realizar mal si desconocemos cómo la Iglesia enseña a realizar la exposición del Santísimo según su propio ritual, aprobado en 1973, pero que apenas se pone realmente en práctica.

Conocer lo que dice dicho ritual puede ser iluminador. Muchas parroquias afortunadamente exponen el Santísimo semanalmente al igual que los Monasterios; también hay Asociaciones de fieles que giran en torno a la vida eucarística, como la Adoración Nocturna, o su rama juvenil-infantil, los Tarsicios, o la Unión Eucarística Reparadora... así como las Hermandades y cofradías, incluso algunas son explícitamente Hermandades Sacramentales. 


Conocer el ritual puede permitirnos amar y potenciar la adoración eucarística, vivirla en plenitud y realizarla con más fidelidad a las normas litúrgicas.


La adoración al Santísimo es una práctica, ya secular, de la liturgia romana en la que, prolongando la “gracia del sacrificio” de la Misa, la atención espiritual de la Iglesia Esposa se dirige a Cristo su Esposo –presente en el Sacramento- y entra en coloquio espiritual con Él. 

La dinámica esponsal lleva a asumir y compartir su estado de Víctima glorificada, se repara con Él, se intercede con Él y con Él se implora la salvación del mundo.

Es indudable el valor espiritual y pastoral de la adoración al Santísimo. Allí donde el culto a la Eucaristía ha florecido y se ha cuidado el silencio y la adoración, allí ha crecido el sentido eclesial y se han fomentado las debidas disposiciones para la participación en el Sacrificio eucarístico. 

Ha sido siempre ocasión de innumerables gracias para la comunidad cristiana y ha sido forja de almas de santos.

Pastoralmente ha supuesto un empobrecimiento reducirlo todo a la celebración eucarística con la que se abren y cierran numerosos actos y momentos de la vida litúrgica de la comunidad y de pequeños grupos en lugar de emplear otros ritos más acordes con cada momento (canto de una Hora litúrgica, celebración de la Palabra, bendición de catequistas o niños..., adoración eucarística, etc.). 

Este empobrecimiento de la vida litúrgica –contrario al fin de la misma reforma litúrgica- con la inflación de misas, ha forzado que los templos se abran sólo para las misas y sea difícil encontrar iglesias abiertas para la oración privada ante el Sagrario y más difícil aún hallar parroquias y comunidades que en su programación semanal tengan la exposición del Santísimo durante un tiempo razonable para orar (aunque haya cada vez más signos esperanzadores). 

El papa Juan Pablo II, en la carta “Mane nobiscum Domine”, trazando las pautas para el Año de la Eucaristía –e indicando así por dónde debe caminar la Iglesia como fruto de aquel año- decía: 

 
            La adoración eucarística fuera de la Misa ha de convertirse, durante este año, en compromiso especial de cada comunidad parroquial y religiosa. Permanezcamos largo tiempo postrados ante Jesús presente en la Eucaristía, reparando con nuestra fe y nuestro amor los abandonos, los olvidos y hasta los ultrajes que nuestro Salvador sufre en muchas partes del mundo (n. 18).
  
Inculcar esta conciencia espiritual y educar así como facilitar la oración la oración privada ante el Sagrario como la exposición del Santísimo, es un camino pastoral necesario, imprescindible, tal vez hasta urgente y desde luego ni es opcional ni es secundario.

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