La comprensión teológica del
sacramento, a lo largo del tiempo, desembocó en la adoración que se tributaba
al Cuerpo del Señor que permanece después de la celebración en la sustancia del
Pan. Como prolongación del sacramento celebrado y acto de adoración, la
exposición del Santísimo se fue extendiendo poco a poco. La mirada de la fe
provocaba la adoración del corazón y la reflexión teológica iba a desempeñar un
papel importante en la pastoral y en la liturgia de este sacramento.
En Oriente siempre se ha tratado a la Eucaristía con especial
respeto y veneración. Se daba un sumo cuidado y respeto en los diáconos y
acólitos al llevar la
Eucaristía a los enfermos y ausentes. La asamblea se
inclinaba y postraba, aún hoy, cuando en la liturgia bizantina el sacerdote
hace la gran entrada en el santuario con los dones ya consagrados. Se reservaba
la Eucaristía
en un lugar aparte del santuario (pastoforios), la iglesia era el lugar de
oración y celebración, y el altar era el punto de emergencia de todas las
miradas y oraciones.
En Occidente, el proceso y el recorrido de la adoración
de la Eucaristía
es muy distinto. Las expresiones del culto eucarístico son significativas: la
oración se dirige a Cristo, allí presente en el Pan, mientras que, en la celebración
de la misa, se sigue la estructura trinitaria de la eucología: ad Patrem per
Filium in Spiritum. Junto a esto, en el corazón de los cristianos nace el deseo
del diálogo orante con el Señor Jesucristo, "un anhelo de intimidad más profunda".
La controversia eucarística de
Berengario[1], poniendo en peligro la
presencia real del Señor, reactivó, por contra, la fe en la presencia real y sustancial
del Señor en las especies sacramentales. Los monjes de Cluny habían empezado ya
a inclinarse hasta la reserva eucarística antes de fines del siglo XI, y poco
después a encender lámparas cerca del lugar donde se conservaba. Y sabemos la
influencia que ejerció en toda la catolicidad. Los sagrarios tendrán forma de
torre[2], y palomas (columbarios);
se comienza en la Misa
a elevar la Hostia
(s. XIII) tras la consagración y aumenta el deseo de los fieles de ver al
Señor, alejados en la práctica de la participación en la comunión eucarística.
Es en el momento de mayor
"oscurecimiento" de la liturgia cuando más se potencia la exposición
del Santísimo, por aquel deseo de ver la Hostia, dando lugar a prácticas devocionales
fuera de la celebración. El primer testimonio se nos da en 1394 en la vida de
Sta. Dorotea que cada mañana iba a la iglesia para ver la Eucaristía, expuesta en
un ostensorio. Este uso se desarrolló, en la Iglesia, tras el Concilio de Trento,
revistiéndose de las formas barrocas propias de la época y del protocolo
cortesano en torno al Emperador, que aún hoy ha perdurado.
En el siglo XVI se
instituyeron unas exposiciones prolongadas con el nombre de "las cuarenta
horas", regidas por la instrucción de Clemente XI (Sgda. Congregación de
Ritos, Decreta authentica, t. 4, 1.900). En el mismo espíritu aparecieron más
tarde, en las diócesis de Francia y Bélgica, las "adoraciones
perpetuas": cada día del año se asignaba a una comunidad parroquial o
religiosa, que debía asegurar la adoración en nombre de las demás.
[1] Partía Berengario de
una ontología sensualista. "El pan no deja de ser lo que era al asumir lo
que no era". El pan nos pone en contacto con el Señor, adquiere un nuevo
significado y comunica la gracia. También el agua realiza lo mismo sin que
exista un cambio sustancial. En esto fue donde Berengario erró y tuvo que
retractarse de su herejía.
[2] "El diácono cogió
la torre en la que se guardaba el misterio del cuerpo del Señor y comenzó a
llevarla hacia la puerta; y entrando en el templo para ponerla sobre el altar...",
S. GREGORIO DE TOURS (s. VI), Ocho libros de milagros, L.1, c.85.
Es ante la presencia real, donde la relación personal con DIOS es más evidente, y radicalmente literal. Ahí está, deseándonos cerca. Alabado sea DIOS.
ResponderEliminarSigo rezando. DIOS les bendiga.
Una iglesia, en la cual hay un sagrario ante el cual luce la lamparita, está siempre viva y es mucho más que una edificación de piedra. Lo más hermoso de las iglesias católicas es, justamente, que en ellas siempre hay liturgia, porque en ellas siempre permanece la presencia eucarística del Señor (Cardenal Ratzinger).
ResponderEliminarLa Hostia es Alguien, Jesús, el Verbo encarnado, Dios y Señor nuestro, Señor de la historia y salvador del mundo. El sentido de “adoración”, “especial respeto y veneración”, “sumo cuidado y respeto” “se inclinaba y postraba” debe ser comprendido y vivido por sacerdotes y fieles pues no hay nada más valioso que Cristo, Él es nuestro gran tesoro.
Venid, subamos al monte del Señor (de Laudes)