lunes, 24 de marzo de 2014

Adoración eucarística - II

Un breve recorrido histórico sobre el culto a la Eucaristía fuera de la Misa puede ayudar a situarnos.




            La comprensión teológica del sacramento, a lo largo del tiempo, desembocó en la adoración que se tributaba al Cuerpo del Señor que permanece después de la celebración en la sustancia del Pan. Como prolongación del sacramento celebrado y acto de adoración, la exposición del Santísimo se fue extendiendo poco a poco. La mirada de la fe provocaba la adoración del corazón y la reflexión teológica iba a desempeñar un papel importante en la pastoral y en la liturgia de este sacramento.



            En Oriente siempre se ha tratado a la Eucaristía con especial respeto y veneración. Se daba un sumo cuidado y respeto en los diáconos y acólitos al llevar la Eucaristía a los enfermos y ausentes. La asamblea se inclinaba y postraba, aún hoy, cuando en la liturgia bizantina el sacerdote hace la gran entrada en el santuario con los dones ya consagrados. Se reservaba la Eucaristía en un lugar aparte del santuario (pastoforios), la iglesia era el lugar de oración y celebración, y el altar era el punto de emergencia de todas las miradas y oraciones.

            En Occidente, el proceso y el recorrido de la adoración de la Eucaristía es muy distinto. Las expresiones del culto eucarístico son significativas: la oración se dirige a Cristo, allí presente en el Pan, mientras que, en la celebración de la misa, se sigue la estructura trinitaria de la eucología: ad Patrem per Filium in Spiritum. Junto a esto, en el corazón de los cristianos nace el deseo del diálogo orante con el Señor Jesucristo, "un anhelo de intimidad más profunda".


            La controversia eucarística de Berengario[1], poniendo en peligro la presencia real del Señor, reactivó, por contra, la fe en la presencia real y sustancial del Señor en las especies sacramentales. Los monjes de Cluny habían empezado ya a inclinarse hasta la reserva eucarística antes de fines del siglo XI, y poco después a encender lámparas cerca del lugar donde se conservaba. Y sabemos la influencia que ejerció en toda la catolicidad. Los sagrarios tendrán forma de torre[2], y palomas (columbarios); se comienza en la Misa a elevar la Hostia (s. XIII) tras la consagración y aumenta el deseo de los fieles de ver al Señor, alejados en la práctica de la participación en la comunión eucarística.

            Es en el momento de mayor "oscurecimiento" de la liturgia cuando más se potencia la exposición del Santísimo, por aquel deseo de ver la Hostia, dando lugar a prácticas devocionales fuera de la celebración. El primer testimonio se nos da en 1394 en la vida de Sta. Dorotea que cada mañana iba a la iglesia para ver la Eucaristía, expuesta en un ostensorio. Este uso se desarrolló, en la Iglesia, tras el Concilio de Trento, revistiéndose de las formas barrocas propias de la época y del protocolo cortesano en torno al Emperador, que aún hoy ha perdurado. 


           En el siglo XVI se instituyeron unas exposiciones prolongadas con el nombre de "las cuarenta horas", regidas por la instrucción de Clemente XI (Sgda. Congregación de Ritos, Decreta authentica, t. 4, 1.900). En el mismo espíritu aparecieron más tarde, en las diócesis de Francia y Bélgica, las "adoraciones perpetuas": cada día del año se asignaba a una comunidad parroquial o religiosa, que debía asegurar la adoración en nombre de las demás.


[1] Partía Berengario de una ontología sensualista. "El pan no deja de ser lo que era al asumir lo que no era". El pan nos pone en contacto con el Señor, adquiere un nuevo significado y comunica la gracia. También el agua realiza lo mismo sin que exista un cambio sustancial. En esto fue donde Berengario erró y tuvo que retractarse de su herejía.
[2] "El diácono cogió la torre en la que se guardaba el misterio del cuerpo del Señor y comenzó a llevarla hacia la puerta; y entrando en el templo para ponerla sobre el altar...", S. GREGORIO DE TOURS (s. VI), Ocho libros de milagros, L.1, c.85.



2 comentarios:

  1. Es ante la presencia real, donde la relación personal con DIOS es más evidente, y radicalmente literal. Ahí está, deseándonos cerca. Alabado sea DIOS.
    Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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  2. Una iglesia, en la cual hay un sagrario ante el cual luce la lamparita, está siempre viva y es mucho más que una edificación de piedra. Lo más hermoso de las iglesias católicas es, justamente, que en ellas siempre hay liturgia, porque en ellas siempre permanece la presencia eucarística del Señor (Cardenal Ratzinger).

    La Hostia es Alguien, Jesús, el Verbo encarnado, Dios y Señor nuestro, Señor de la historia y salvador del mundo. El sentido de “adoración”, “especial respeto y veneración”, “sumo cuidado y respeto” “se inclinaba y postraba” debe ser comprendido y vivido por sacerdotes y fieles pues no hay nada más valioso que Cristo, Él es nuestro gran tesoro.

    Venid, subamos al monte del Señor (de Laudes)

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