martes, 11 de septiembre de 2012

San Juan de Ávila, doctor (V)

Un año antes de la canonización, el 18 de abril de 1969, el papa Pablo VI dirigió un discurso en una audiencia a los obispos españoles (de la Comisión pro-canonización) mostrando la grandeza y la actualidad de san Juan de Ávila.

 ¿Quién es san Juan de Ávila?

                  Es el modelo de evangelizador, de catequista, de maestro de las almas, de orante.

¿Su condición, su estado de vida?

                 Sacerdote diocesano.

¿Su pasión?

               ¡Jesucristo!

¿Su gran modelo?

                El fuego apostólico de san Pablo.

Sus múltiples facetas nos desvelan a un hombre de Dios, de una finísima sensibilidad para captar la situación de su época, las necesidades pastorales, y ofrecer respuestas claras. Él amasó su vida -él dirá que "templó" su vida- en mucha oración y en el deseo de ganar siempre almas para Cristo: esa era su inquietud al predicar en iglesias por toda Andalucía, en conventos, en plazas, durante sus misiones populares.


Pero además no se quedó en la actividad exterior, sino que consideró igualmente parte del ejercicio sacerdotal y evangelizador las muchas horas dedicadas a escribir, componer libros y tratados, y su amplísimo epistolario para acompañar a las almas en el camino de la santidad.

Con esa perspectiva general de san Juan de Ávila, veamos qué resaltó el papa Pablo VI.

"Señor cardenal, venerables hermanos:
 
Sentimientos de complacencia despiertan en nuestro ánimo vuestra presencia, que agradecemos vivamen­te, y las palabras que acabamos de escuchar sobre el bea­to Juan de Ávila.

           ¿Quién en la Iglesia no conoce y admira la figura del Apóstol de Andalucía, Patrono del clero secular de Espa­ña? Cualquiera de sus aspectos ofrecería materia para in­terminables consideraciones.

            Su vida ascética, tejida de virtudes y ungida en el mis­terio de Cristo, sus largas horas de oración, su peniten­cia, su serenidad en las adversidades, fueron la fragua donde prendió el celo apostólico que él irradió en sus pa­labras e iniciativas. ¿Cómo no recordar aquel ardor inten­so, poco avenido con la pusilanimidad, que puso en su alma sacerdotal inquietudes a lo San Pablo? Desbordó la esfera individual para darse dinámicamente, sin desmayo, a las demás.

            En herencia preciosa recibimos de él obras imperecede­ras de literatura mística: la joya del Audi, filia; el fecun­do epistolario con cartas hermosas a Juan de Dios, Ignacio de Loyola, Francisco de Borja, Teresa de Jesús; los enar­decidos sermones sobre el Espíritu Santo, el Santísimo Sa­cramento, Nuestra Señora; las pláticas a los sacerdotes; los memoriales al Concilio de Trento y tantas otras.

            Y, en su vida ministerial, como predicador infatigable y atractivo dejó huellas imborrables en fray Luis de Granada, en Juan de Dios; como hombre de letras formado con los maestros de Salamanca y Alcalá, en las Universidades de Granada y de Baeza, en los colegios de Córdoba y Écija, donde la juventud aprendía no tanto a gastar los ojos en el estudio cuanto a encallecer las rodillas en la oración; como hermano, en los grupos sacerdotes por él aten­didos, brazo derecho de sus obispos, de reminiscencias evangélicas en las misiones populares, lanzados hasta los ambientes de trabajo de las almadrabas.

            Esta síntesis nos descubre el por qué el beato Juan de Ávila, experto incluso en habilidades mecánicas, ha tenido la veneración de algunos santos, como San Alfonso y San Francisco de Sales, y hoy, en nuestra época posconciliar, conserva una vigencia de ejemplo. Por ello, la petición que nos presentáis será examinada con todo interés y benevolencia.

            La actual circunstancia nos es muy propicia para dirigir un saludo al amadísimo clero secular español, exhortán­dolo a que en su vida trasluzca siempre el espíritu, el ar­dor apostólico de su Patrono. Con estos deseos otorgamos a vosotros, a nuestros hermanos en el Episcopado y a to­dos los sacerdotes de la dilectísima España una especial bendición Apostólica".


2 comentarios:

  1. Apóstol de Andalucía

    Apóstol de Andalucía
    el Clero español te aclama,
    y al resplandor de tu vida
    en celo ardiente se abrasa.

    Tu afán predicar a Cristo,
    tu amor la Iglesia y las almas,
    de Pablo el fuego divino
    prendido va en tu palabra.

    Fuiste padre de santos sin par,
    fuiste de almas seguro mentor,
    los caminos de España al cruzar
    de tu vida y tu lengua el clamor
    sacerdotes logró suscitar
    y, templados de Cristo al amor,
    a los pueblos hicisteis entrar
    al camino que lleva hasta Dios…

    Seminario de Málaga año 1942

    ¡Qué Dios les bendiga!
    .

    ResponderEliminar
  2. Pues si, parece que así es exactamente como tienen que ser los sacerdotes que necesitamos, los que necesitaron los fieles en el pasado, y los que necesitarán los fieles del futuro. Y es que no hay otra manera que esa. Alabado sea DIOS y roguemos a DIOS para que no nos falten nunca.

    ResponderEliminar