En 1970, el Maestro Ávila fue canonizado. Tal honor, después de muchos siglos, le fue conferido por Pablo VI que pronunció una gran homilía.
Normalmente, las homilías en una beatificación y en una canonización suelen ser una descripción teológica del santo, sin entrar ni en anécdotas ni en posibles leyendas, sino destacando cómo la Gracia de Dios actuó en el santo, cómo el santo respondió a las llamadas de Dios, y de qué manera su vida es un evangelio vivido, con particulares acentos, para una época concreta.
El modelo sacerdotal que hallamos en san Juan de Ávila venía a ayudar a la Iglesia en aquellos momentos post-conciliares, los años setenta, en que se ponía en crisis la identidad y el sentido del ministerio sacerdotal; igualmente, en época de activismo, de confianza en los valores y proyectos pastorales, arrinconando la vida sobrenatural, san Juan de Ávila es maestro de oración y de interioridad para que el apostolado y la evangelización aporten frutos de vida y no simplemente slogans de moda.
San Juan de Ávila es modelo, testigo, referente, para nuestra época por varias razones. Las expondrá Pablo VI en la homilía de canonización (31 de mayo de 1970).
"Venerables hermanos y amados hijos:
Demos
gracias a Dios que, con la exaltación del Beato Juan de Ávila al
esplendor de la santidad, ofrece a la Iglesia universal una invitación
al estudio, a la imitación, al culto, a la invocación de una gran figura
de sacerdote.
Alabanzas
al Episcopado español que, no satisfecho de la proclamación de
Protector especial del Clero diocesano español, que nuestro predecesor
de venerada memoria, Pío XII, hizo ya a favor del Beato Juan de Ávila,
ha solicitado a esta Sede Apostólica su canonización, encontrando en
nuestra misma persona las mejores y merecidas disposiciones para un acto
celebrativo de tanta importancia. Quiera el Señor que esta elevación
del Beato Juan de Ávila al catálogo de los Santos, en las filas
gloriosas de los hijos de la Iglesia celestial, sirva para obtener a la
Iglesia peregrina en la tierra un intercesor nuevo y poderoso, un
maestro de vida espiritual benévolo y sabio, un renovador ejemplar de la
vida eclesiástica y de las costumbres cristianas.
Un santo actual
Este
nuestro deseo parece satisfecho al hacer una comparación histórica de
los tiempos en los que vivió y obró el Santo, con nuestros tiempos;
comparación de períodos ciertamente muy diversos entre sí, pero que por
otra parte presentan analogías no tanto en los hechos, cuanto más bien
en algunos principios inspiradores, ya de las vicisitudes humanas de
aquel entonces, ya de las de ahora; por ejemplo, el despertar de
energías vitales y crisis de ideas, fenómeno éste propio del siglo XV y
también del siglo XX; tiempos de reformas y de discusiones conciliares
como los que estamos viviendo. E igualmente parece providencial que se
evoque en nuestros días la figura del Maestro Ávila por los rasgos
característicos de su vida sacerdotal, los cuales dan a este Santo un
valor singular y especialmente apreciado por el gusto contemporáneo, el
de la actualidad.
San
Juan de Ávila es un sacerdote que, bajo muchos aspectos, podemos llamar
moderno, especialmente por la pluralidad de facetas que su vida ofrece a
nuestra consideración y, por lo tanto a nuestra imitación. No en vano
él ha sido ya presentado al clero español como su modelo ejemplar y
celestial Patrono.
Nosotros
pensamos que él puede ser honrado como figura polivalente para todo
sacerdote de nuestros días, en los cuales se dice que el sacerdocio
mismo sufre una profunda crisis; una "crisis de identidad", como si la
naturaleza y la misión del sacerdote no tuvieran ahora motivos
suficientes para justificar su presencia en una sociedad como la
nuestra, desacralizada.
Todo sacerdote que duda de la propia vocación puede acercarse a nuestro Santo y obtener una respuesta tranquilizadora.
Igualmente
todo estudioso, inclinado a empequeñecer la figura del sacerdote dentro
de los esquemas de una sociología profana y utilitaria, mirando la
figura de Juan de Ávila, se verá obligado a modificar sus juicios
restrictivos y negativos acerca de la función del sacerdote en el mundo
moderno.
Juan
es un hombre pobre y modesto por propia elección. Ni siguiera está
respaldado por la inserción en los cuadros operativos del sistema
canónico; no es párroco, no es religioso; es un simple sacerdote de
escasa salud y de más escasa fortuna después de las primeras
experiencias de su ministerio: sufre enseguida la prueba más amarga que
puede imponerse a un apóstol fiel y fervoroso: la de un proceso con su
relativa detención, por sospecha de herejía, como era costumbre
entonces. Él no tiene ni siquiera la suerte de poderse proteger
abrazando un gran ideal de aventura. Quería ir de misionero a las
tierras americanas, las "Indias" occidentales, entonces recientemente
descubiertas; pero no le fue dado el permiso".
“…como si la naturaleza y la misión del sacerdote no tuvieran ahora motivos suficientes para justificar su presencia en una sociedad como la nuestra, desacralizada” Qué gran error cuando así se piensa ¡Dios mío! los necesitamos y ¡cuánto mas santos, mejor!
ResponderEliminar¡Qué Dios les bendiga!
Julia María:
Eliminaraunque personalmente no nos conocemos, a estas alturas debe saber bien que la santidad sacerdotal, para mí, es prioritaria. Un sacerdote santo hace un pueblo virtuoso, un sacerdote virtuoso hace un pueblo honrado, un sacerdote honrado hace un pueblo vil.
¡¡Santidad!!
El otro día, alguien a quien quiero muchísimo, hablando de lo divino más que de lo humano, y saliendo el tema de la santidad, me preguntaba si yo quería esa santidad para mi vida. ¡¡Sí!! Si no mi vida quedaría frustrada.
Estoy convencido de ello, aunque esté muy lejos de esa santidad.
El Concilio Vaticano II decía claramente: "la santidad de los presbíteros contribuye poderosamente al cumplimiento fructuoso del propio ministerio, porque aunque la gracia de Dios puede realizar la obra de la salvación, también por medio de ministros indignos, sin embargo, Dios prefiere, por ley ordinaria, manifestar sus maravillas por medio de quienes, hechos más dóciles al impulso y guía del Espíritu Santo, por su íntima unión con Cristo y su santidad de vida, pueden decir con el apóstol: "Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí" (Gal., 2, 20)" (PO 12).
¡Tremendas palabras para un sacerdote!
Lo daba por hecho, don Javier y espero que tire... de mí. El listón está muy alto pero fue Jesús, bien con sus hipérboles y paradojas o bien directamente, quien lo puso altísimo. Me ha encantado: un sacerdote santo hace a un pueblo virtuoso...
EliminarBuenas noches
Gracias, Julia María, por "darlo por hecho". Yo sí quiero esa santidad de vida, la deseo por completo.
EliminarNo puedo entrar en detalles ni decir más, porque esto es un blog y no un chat o canal privado, ni tampoco os debe interesar mucho mis luchas, mis combates u otras cosas mías. Pero la respuesta que le di a esa persona a quien quiero tantísimo es cierta. Y -en parte- yo tiro de él para esa santidad... y él tira de mí.
Aquí, hagamos todos lo que podamos, ayudándonos unos a otros a vivir la santidad cristiana.
El dicho "un sacerdote santo hace a un pueblo..." nos la predicaban muchísimo en mi Seminario; el otro día, además, la encontré en los "Diarios" de León Bloy (del que estoy sacando frases para el blog).
Saludos, mi querida abogada.
Buenos días don Javier. Parece que una característica fundamental de este gran santo es la obediencia.Un abrazo.
ResponderEliminarSimplemente, es un gran santo.
EliminarMe gustaría que, junto a tenerle devoción y conocerlo, este doctorado eclesial sirviera para la difusión popular de sus obras, especialmente el Audi filia.
San Juan de Ávila es maravilloso pero demasiado desconocido a nivel popular; no es sólo para "sacerdotes" es para todo el pueblo cristiano.
"...los años setenta, en que se ponía en crisis la identidad y el sentido del ministerio sacerdotal". Pues la cosa no está mucho mejor ahora.Qué mérito tienen (tenéis)los que os habéis entregado a Dios en medio de esta selva. Porque lo de qe a uno le echaran a los leones era duro, pero lo de esta sociedad, vaya si se las trae.
ResponderEliminarLa colmena:
EliminarEn los setenta, la duda sobre la identidad y sentido del sacerdocio ocurría ¡¡dentro de la misma Iglesia!! Ahora muchísimo menos.
Ahora están los leones secularizados.
Mira: cuando entro en un bar a tomar un café, o cuando estoy con amigos, no veas las miradas que me lanzan de bicho raro, con mi clerygman, cosa que no miran si va un "indignado" u otro con unas rastas colgando que no se las ha lavado desde que su madre lo sacó de la cuna. O cuando voy cada día en el autobús de línea a la parroquia.
En el mundo secularizado, los sacerdotes sí estamos en medio de la selva. Y, por cierto, bastante solos.
Un gran abrazo!!!!!!!!!
Padre, he de reconocer que rezo por la santidad de los sacerdotes cada día, porque creo que es algo que me parece absolutamente esencial. Las malas experiencias que he tenido en esto han hecho que mi convicción en eso sea total. Es un tema doloroso para mi. .... y sin embargo, cuando veo a algún sacerdote por la calle, pongo por caso, siento un afecto y un respeto expontáneo. Me da por pensar que es un don de DIOS.
ResponderEliminarSiga rezando por la santidad de los sacerdotes. Ya sabe que los jueves, recordando el Jueves Santo, son días tradicionalmente para ello.
EliminarSiento las malas experiencias que haya tenido.
Aparte de eso, hay ciertas frases que me producen algo de perplejidad. Releyendo de nuevo de pasada saco la impresión de que San Juan de Ávila es un santo de referencia para el sacerdocio actual. Un santo actual. ¿Habrá algún santo que no lo sea? Me da por pensar que cualquier ser humano cuya prioridad absoluta sea AMAR es actual, modernisimo y absolutamente rompedor. Un modelo que imitar. Y creo que cualquier santo encaja en eso. Tiendo a pensar que la SANTIDAD es rompedora. No hay otra forma de ser alternativo. Se me pasa por la cabeza que cada vez que de nuestro interior sale algo que no sea AMOR, deberíamos salir corriendo al confesionario. .... aunque sea posible que cuando se llegue al confesionario esté vacío. Hay que esperar ahí, nuestros sacerdotes tienen muchisimo trabajo. Hay que esperar a que llegue al confesionario.
ResponderEliminarLa santidad siempre es actual porque es una obra de la Gracia; pero hay santos más actuales que otros, según su santidad se pueda plasmar en formas concretas hoy o no.
EliminarPero miremos a cada santo y al fenómeno de la santidad como una obra artística, original y única del Espíritu Santo, que arroja luz a los demás para que seamos nuevas formas de santidad en nuestro hoy concreto.
En cuanto a lo de los sacerdotes en el confesionario, ¿qué quiere que le diga? Es muy complejo. Aunque siempre es factible un horario férreo y que se deje el despacho para sentarse tranquilamente en el confesionario a esperar que venga alguien buscando el Sacramento.
Un abrazo.
Si, Padre, sé que es algo complejo. Bueno, supongo que no lo sería tanto, si hubiera muchisimos sacerdotes y les "sobrara" tiempo para estar en el confesionario. Comprendo que haya cosas más urgentes, aunque no más importantes que hacer. También comprendo, que el que no haya más sacerdotes, es responsabilidad de todos, sin excepción, mía también, claro. Muchas gracias, Padre. Supongo que dedicar su tiempo a responder, supone un esfuerzo para usted. DIOS le bendiga.
ResponderEliminarAntonio Sebastián:
EliminarResponder es un esfuerzo, pero es llevadero. Igual que en clases surgen preguntas o en catequesis de adultos, aquí, en el blog, debe entablarse ese mismo diálogo y mantener el contacto, la palabra.
Lo hago con gusto... pero cuando se puede, cada día a una hora distinta.
Un abrazo.
Creo que eso tiene mucho más mérito. Cuando uno tiene unos hábitos de horario para hacer algo el esfuerzo es menor. Sacar tiempo, pienso que es mucho más complicado. Con mucha más razón, gracias, Padre. DIOS le bendiga.
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