viernes, 28 de septiembre de 2012

Cristianamente, la enfermedad

La enfermedad, vivida con Cristo, tiene un valor eclesial, es decir, infunde un aliento sobrenatural de vida a toda la Iglesia. Un enfermo, viviendo en la fe, siente la cercanía compasiva del Señor y, con Cristo a su lado, la enfermedad se convierte en un cauce de vida para la Iglesia. Es verdad que tal vez el enfermo ya no puede acercarse a su parroquia, ni participar habitualmente en la Misa dominical, ni desarrollar sus tareas o apostolados como antes. Pero en absoluto significa que está al margen de la vida de la Iglesia; más bien está en su centro.

El enfermo, miembro del Cuerpo místico de Cristo, pone su enfermedad por la Iglesia, ofrecida, entregada, y así realiza un apostolado diferente, el apostolado del dolor, que es fecundo como fecundo fue el sacrificio de Cristo.

"Es en vosotros, sobre todo, hermanos y hermanas en Cristo Jesús, donde la Iglesia ve la fuente y los artífices por excelencia de su fuerza divina que se esconda en ella" (Juan Pablo II, Hom. para los enfermos y discapacitados, La Haya (Países Bajos), 13-mayo-1985).

Un enfermo no es un inútil, sino un apóstol con un apostolado ahora nuevo, invisible, pero eficaz, en la Comunión de los santos.

Y además del valor eclesial que puede adquirir la enfermedad, hallamos también un valor redentor. Lo que se ofrece a Dios es fecundo, no cae en saco roto. Un enfermo es aquel grano de trigo que se pudre y que da una espiga. Es unido, asociado, al mismo Redentor:

"El único modo para compartir la gloriosa victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte es estar unidos con él en su Pasión. La Muerte y la Resurrección de Cristo son las que nos muestran el significado del sufrimiento humano. Los creyentes que sufren en unión con Cristo y se confían a él contribuyen a hacer conocer a los demás su salvación" (Juan Pablo II, Hom. en la bendición de los enfermos, Boroko (Papúa Nueva Guinea), 18-enero-1995).

La Iglesia, siguiendo lo que ve en su Señor y movida por la caridad sobrenatural, siempre ha estado cerca de los enfermos para cuidarlos, atenderlos, curarlos cuando es posible, iluminar y evangelizar su enfermedad mostrando su sentido y el amor redentor de Cristo.

Toda pastoral auténtica, que merezca ese nombre, cuida con amor de especial delicadeza, a los enfermos de una parroquia o de una comunidad cristiana cual verdadera "opción por los pobres", sólo que ésta es callada, discreta, amable, sin panfletos ni manifiestos.

"La Iglesia, nacida del misterio de la pasión de Cristo, es consciente de que el primer camino para el encuentro con el hombre es el del sufrimiento; en efecto, cada persona, en su peregrinación terrena, de un modo o de otro, se enfrenta a la realidad del dolor. Acercándose al hombre que sufre y proclamando la bienaventuranza de la pobreza en el espíritu, la Iglesia se hace cauce de la consolación que viene de Dios. Esta consolación constituye el corazón del anuncio y el fundamento de la esperanza" (Juan Pablo II, Hom., 11-febrero-1992).

16 comentarios:

  1. Si estás enfermo, pueden pasar tres cosas y las tres son buenas.

    Si te gana la enfermedad: bendito sea Dios, ya has llegado a donde tenías que llegar ¡Hurra, por fin eres santo!

    Si le ganas: bendito sea Dios, serás más humilde, más agradecido y, por tanto, en camino de ser santo.

    Si la enfermedad “te toma cariño”, decide quedarse contigo y produce dolor: bendito sea Dios, entre ¡ay1 y ¡ay! tienes ocasión de trabajar la paciencia, la fortaleza y entrar en el insondable misterio del dolor de la mano de Cristo y, por tanto, en camino de ser santo.

    Sólo lo que entregamos a Dios es verdaderamente fecundo.

    En oración ¡qué Dios les bendiga!

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    1. Julia María:

      Lo suyo es santo optimismo y esperanza probada. Pero en general, la enfermedad grave desencadena una purificación y oscuridad en la fe y esperanza, que debe vivirse hasta desembocar en una aceptación amorosa de lo que Dios quiera realizar.

      Ahora -y por otro asunto y por otros motivos personales- me apunto y me quedo con su última frase: "Sólo lo que entregamos a Dios es verdaderamente fecundo". Le aseguro que quiero vivirlo... y algo que le he entregado al Señor, espero que sea verdaderamente fecundo en favor de quien lo he ofrecido.

      Mi abrazo y mi bendición, señora abogada, dilecta amiga.

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  2. Es la primera vez desde hace tiempo que leo que la enfermedad tiene un valor eclesial.¡!

    Es lo que siempre se ha predicado. Y lo que se dejó de predicar, cuando apareció la moda de los libros y manuales de autoayuda.

    Gracias, Djavier, y un abrazo

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    1. Alonso:

      Primero va mi tirón de orejas: hace mucho que no viene por aquí ni aporta nada.

      Segundo: el valor eclesial de la enfermedad es algo, en mi predicación, reiterativo, hasta cansino. Lo habéis podido comprobar en este blog-catequesis cada vez que trato o de la enfermedad o de la Comunión de los santos.

      No me opongo a libros buenos de autoayuda, porque son una herramienta para colaborar con el trabajo de la Gracia (ascesis psicológica podríamos llamarla), pero eso no quita que veamos la enfermedad como algo eclesial que aportar y ofrecer, sabiéndose más INSERTO en el Corazón de la Iglesia.

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    2. Ay, me dolió el tirón de orejas, pero me lo merezco. Prometo corregirme y venir más a menudo.

      Que el sufrimiento tiene valor eclesial, como dice vd en el post, es una importantísima verdad que, al menos yo, no escucho en predicaciones ni homilías (y no me refiero a sus post) y es verdad tradicional. Verdad fundada en Col 1, 24. Lo cierto es que vd habla mucho del mensaje de este pasaje de san Pablo.

      A eso me refería, a lo poco que se oye, al menos yo.

      (a vd sí se lo oímos, aunque la expresión valor eclesial no recuerdo habersela leído antes, y me alegra leerla, por su belleza y su valor. Aunque no dudo la haya utilizado anteriormente, de lo cual me alegro)

      Respecto a los manuales de autoayuda, no comparto mucho su opinión, creo que tienen mucho de evitación y negación del dolor, que es visto como algo malo.

      Un abrazo, y prometo corregirme, no sea me lleve otro tirón de orejas!

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    3. Alonso:

      Los tirones de orejas se dan a quienes se lo merecen, como parte de la pedagogía educativa, ¿no?

      Me extrañaba su comentario, tan poco preciso en sus términos, con lo importante que es la precisión en el lenguaje. Fíjese que en la escolástica, antes de discutir, lo primero era fijar los términos para entenderse todos, y luego entrar en la disputatio.

      Referente a los manuales de autoayuda, bien utilizados y hasta con sentido cristiano, no habría problema. Por ejemplo, evitar el dolor es legítimo. A uno le duelen las muelas o tiene un dolor de cabeza fuerte, y toma los analgésicos necesarios, y eso es bueno y santo, a la par que ofrece el dolor y vive con sentido sobrenatural.

      En el plan psicológico, igualmente se ofrece, pero también es legítimo evitar el dolor y reconducir el alma y la mente.

      Un gran abrazo.

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    4. Una vez más lleva razón.

      No me haga mucho caso, que el estrés de los principios del curso es muy malo. Disculpe la imprecisión de este escolástico estresado.

      Lo único que le insidio, por insidiarle algo, es que amar el dolor es mucho mejor que evitarlo, aunque esto no contradice lo que vd dice. Sólo lo complementa. LAUS DEO

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    5. De todas formas, mi primer comentario, aunque impreciso, era laudatorio. Quería decirle cuánto me alegraba que predicase que el dolor tiene valor eclesial. Es algo que hoy en día no se escucha.

      Un abrazo

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  3. Buenos días don Javier. "Un enfermo no es un inútil, sino un apóstol con un apostolado ahora nuevo, invisible, pero eficaz, en la Comunión de los santos." Lo creo porque como santo Tomás lo he visto. Un abrazo.

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    1. xtobefree:

      Espero que lo creyera incluso antes de haberlo visto...


      Un fuerte abrazo. Pax.

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  4. Y no solo el enfermo es un apóstol, sino todos los familiares que le rodean puedan santificarse en el cuidado de ese enfermo. Y aquí muchos perdemos la paciencia cuando nos ha tocado, pero que hermoso se haceel cuidado de un enfermo, cuando aprendes a ver el rostro de Cristo sufriente en ese enfermo.

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    1. María Auxiliadora:

      También los que asisten a los enfermos, sus familiares, amigos y todo el personal sanitario, realizan una tarea eclesial, porque es la Iglesia la que sirve y reconoce a su Señor herido y llagado. "A mí me lo hicisteis".

      Sin duda, es difícil y cansado. Pero igualmente espero que todos en la Iglesia sepamos alentar y estar cerca de las familias de los enfermos, escucharlas, animarlas, abrazarlas...

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  5. Sin DIOS, parece ser tal la desesperación que la única posible salida es la eutanasia. Es doloroso no poder infundir la FE en CRISTO a los enfermos que no creen. Decirles que CRISTO les sostiene. Me causa mucha impotencia el sufrimiento esteril. Creo, Padre, que solo se que ocurre rezar. Muchas gracias, Padre. DIOS le bendiga.

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    1. Antonio Sebastián:

      Sin Jesucristo y el valor de su redención, el sufrimiento es un túnel sin salida. La vida parece que sólo es vida, digna de ser vivida, si es mensurable con los parámetros de felicidad de cada época... sin ver que la vida es digna y válida por sí misma, como don de Dios.

      Recemos también por los que sufren la enfermedad sin ver luz alguna, sin descubrir a Cristo y sin unirse a Él ofreciendo.

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  6. Don Javier, me uno a las palabras de María Auxiliadora y pienso que la Iglesia tiene que tener una especial delicadeza no solo con los enfermos, sino también con las personas que los cuidan que, aunque no soportan la enfermedad físicamente, si la sufren psíquicamente. Los cuidadores también necesitan del apoyo y la oración de todos nosotros para estimularlos en cumplir como buenos samaritanos diarios.
    Un abrazo
    Mateo

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    1. Mateo:

      tienes toda la razón.

      Me remito a la respuesta que acabo de escribir a las palabras de María Auxiliadora.

      Gracias por aportar y estar aquí.

      Un fortísimo abrazo!!!!!!!!

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