viernes, 17 de diciembre de 2010

Prefacio II de Adviento (y otras cosas de las Ferias mayores)


Durante las ferias mayores que comienzan hoy, 17 de diciembre, y culminan el día 24 de diciembre con la hora de Nona, en Adviento se proclaman los prefacios II y IV, que subrayan la venida en carne del Verbo, la espera de la Iglesia y la figura de María, Virgen y Madre.

Saborear los prefacios y meditarlos es ir asimilando la espiritualidad y la teología litúrgicas.

Entramos, así pues, en la escuela de la Iglesia.


Canta el prefacio II de Adviento:

En verdad es justo y necesario...

A quien todos los profetas anunciaron,
la Virgen esperó con inefable amor de Madre,
Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres.
El mismo Señor nos concede ahora
prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento,
para encontrarnos así, cuando llegue,
velando en oración y cantando su alabanza.

Por eso, con los ángeles y los santos, cantamos...

“A quien todos los profetas anunciaron,
la Virgen esperó con inefable amor de Madre,
Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres”.

    La espera se hace más cercana: nacerá en la humildad de nuestra carne. Todo los esperaron: los profetas hablan de Cristo en sus oráculos (¡sólo hay que saber leer la Escritura e interpretarla cristológicamente!), María como Madre anheló a su Hijo, que es Hijo de Dios, Juan prepara los caminos y señala a los hombres quién es el Salvador. Esperemos, deseemos, tengamos hambre de Cristo.

“El mismo Señor nos concede ahora 
prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento”.

    Adviento es una gracia que el Señor concede; dispone el Espíritu nuestra alma para la llegada inminente del Señor y beber del misterio de su nacimiento; la liturgia es actualización del Misterio de Cristo, nos trae la gracia del misterio de su nacimiento. Reine la alegría en el corazón.

“Para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza”.

    El tiempo urge, se acerca el Señor: sólo espera de nosotros la vigilancia, el aceite en nuestras lámparas de la oración y la alabanza. Oración que contempla, que suplica, alabanza que llena el corazón de júbilo. Intensifiquemos lo espiritual en estos días, en oración y en alabanza porque es el tiempo en que llega el Esposo: ¡Salid a recibirlo!

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Como el evangelio de hoy es tan especial, la genealogía de Jesús, remito a la catequesis del año pasado, "Genealogía de Jesús y la cara de aburrimiento de los oyentes".

Además, de un blog interesante sobre Liturgia y con artículos sólidos (blog que ya está enlazado en la columna derecha), un post sobre las "antífonas de la O".






4 comentarios:

  1. Esperemos, deseemos, tengamos hambre de Cristo.

    El hombre es desde su caída un insensato privado casi de razón y sin gusto hacia los verdaderos bienes; su conducta inspira horror y compasión y necesita la sabiduría. La Iglesia la pide para él con la primera antífona:
    O Sapientia: ¡Oh Sabiduría que saliste de la boca del Altísimo, que alcanzas tu fin con fuerza, y dispones todas las cosas con dulzura! Ven a enseñarnos la senda de la prudencia”.

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  2. Totalmente de acuerdo "Desde Sevilla". Dios nos donó la razón para ir a su encuentro y nosotros la utilizamos para los más horrendos crímenes y barbaridades. Los dones de Dios son un misterio insondable que a lo sumo podemos disfrutar por su Gracia.

    Como pasa con el misterio del nacimiento del Salvador. Inmenso, profundo, desbordante de todo razonamiento y profundamente razonable. Alabemos a Dios con textos litúrgicos tan profundos como el que nos trae D. Javier hoy.

    Que Dios les bendiga. Feliz Navidad... que la tenemos muy cerquita ya :)

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  3. Hola D. Javier:"Para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza", eso espero, que me encuentre despierto entre tanto jaleo de obras, trabajos, dineros, cuartos trimestres,cierres, plazos, ufff! Prestaré atención al Evangelio sin aburrirme, esta vez ya lo comprendo mejor.

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  4. Un precioso Himno para el día de hoy

    Ven pronto amor,
    aunque el dolor me aterrorice,
    aunque el hambre y el frio,
    cubran mi rico mundo de miseria.
    Ven pronto, amor,
    que de ansiedad el alma me desvela.

    y sigue...

    Que el Señor le bendiga. Muchas gracias.

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