Simplemente, me encanta.
Un himno latino, famoso, centra la experiencia cristiana en la persona de Jesucristo... Y es que el recuerdo constante de Jesús, purifica nuestra memoria, renueva el corazón para vivir el presente, ancla firmemente la esperanza en Él para el futuro.
Esto es así... porque el recuerdo de Jesús en la memoria, el constante acordarse de Cristo, va purificando la memoria y acrecentando la esperanza.
Jesús, dulce recuerdo
y alegría del alma,
presencia que deleita
más que todos los goces.
No hay música más bella,
ni son más armonioso,
ni más sublime idea
que el Nombre de Dios Hijo.
Acoges al contrito,
oyes al que Te invoca,
vas hacia el que Te busca:
¿qué será, al que Te alcanza?
Ni la pluma lo dice,
ni la lengua lo expresa:
tan sólo quien Te ama
puede saborearlo.
Jesús, sé nuestro gozo,
que has de ser nuestro Premio:
en Ti está nuestra gloria
por siglos sempiternos. Amén.
y alegría del alma,
presencia que deleita
más que todos los goces.
No hay música más bella,
ni son más armonioso,
ni más sublime idea
que el Nombre de Dios Hijo.
Acoges al contrito,
oyes al que Te invoca,
vas hacia el que Te busca:
¿qué será, al que Te alcanza?
Ni la pluma lo dice,
ni la lengua lo expresa:
tan sólo quien Te ama
puede saborearlo.
Jesús, sé nuestro gozo,
que has de ser nuestro Premio:
en Ti está nuestra gloria
por siglos sempiternos. Amén.
Así el himno, en este Adviento, acrecienta el deseo de Cristo en el corazón.
¡Qué delicia de himno! Dilata nuestro gozo y los deseos de tenerlo en nuestra alma y sentirnos junto a Él eternamente. Precioso.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Feliz domingo de Adviento.
Precioso himno. ¿qué será, al que Te alcanza? Será la más inmensa de las dichas,... que es la Gracia de Dios.
ResponderEliminarNo se moje mucho, que nos tocan unos días muy pasados por agua. Dios le bendiga D. Javier ;)
Hay, tanto en la raíz del canto como en la raíz de nuestra vida, un pensamiento de consolación. Y, en efecto, la aparición de Dios en el mundo es, ante todo, un sobresalto de consuelo.
ResponderEliminarSi nuestro primer sentimiento no es este sobresalto de consuelo, quiere decir que no percibimos, en su verdadera naturaleza, lo que está ocurriendo. Más acá, o más allá, de todos nuestros errores, de todas nuestras equivocaciones, cualquiera que sea la situación de nuestro ánimo, el caer en la cuenta de (o enterarse de) la iniciativa que el misterio de Dios ha tomado viniendo al mundo es, ante todo, una consolación.
¿Cuál es este pensamiento de consolación, que se opone a un pensamiento de terror, a un pensamiento de terror que es el juicio?
Lo que Dios empieza, lo empieza para llevarlo a término.
¡No hay cosa más cierta, más reconfortante ni que más aliento dé que ésta!
¿Cuál es la única condición exigida? Que uno sienta la vida con seriedad y, consiguientemente, use las palabras de acuerdo con la seriedad que ellas implican: Tú, oh Señor, si empiezas algo en este mundo, o en mí (en mi mundo), es para llevarlo a término.
He tenido muchísima suerte de haberle encontrado.
ResponderEliminarMás tarde o más temprano siempre encuentro lo que mi alma necesita.
Muchas gracias.
Gracias por los comentarios, que, últimamente, aumentan en número. Es bueno porque así matizamos entre todos.
ResponderEliminarAnónimo 3:
Coincido plenamente con Vd. y es algo que estaba leyendo y trabajando hace unos días... con don Giussani (Los orígenes de la pretensión cristiana).
Le animo a que siga interviniendo, pero con algún nick, porque sólo "Anónimo" se complica luego para relacionarnos aquí.
Pax!
Santo Domingo de Adviento!
El Señor viene!
Querido Javier, puntualmente sigo tu blog y observo con satisfacción como cada vez participa mas gente.
ResponderEliminarPara mi sigue siendo una fuente de formación importante, aunque últimamente no haga ningún comentario.
Espero que cuando escribas y así te lo ruego, tengas presente, que detrás de esta lectura hay personas inestables y poco pacientes que hacen de su vida un ejercicio diario de esfuerzo ante la vida y que desfallecen con frecuencia por falta de paciencia ante la llamada de Dios.
Gracias por todo lo que haces por nosotros y pido perdón a Dios por no saber corresponder a ese mensaje clarificador que el Espíritu Santo nos envía con tu palabra.
Un abrazo.
Pedro:
ResponderEliminarTus comentarios eran ilustradores: no dejes de escribir. Pero tranquilo, imaginaba que seguías en esta catequesis de adultos... porque tú eres uno de los ""culpables"" de que el blog exista.
Abrazos a ti y la familia.