La fuente de este precioso prefacio es la tradición litúrgica ambrosiana.
El paralelismo Eva-María, tan desarrollado en los escritos de san Ireneo, es aquí el motivo fundamental de la alabanza:
Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos por el misterio de la Virgen Madre.
Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina,
en el seno virginal de la hija de Sión ha germinado
aquel que nos nutra con el pan de los ángeles,
y ha brotado para todo el género humano
la salvación y la paz.
La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido devuelta en María.
En ella, madre de todos los hombres,
la maternidad, redimida del pecado y de la muerte,
se abre al don de una vida nueva.
Así, donde había crecido el pecado,
se ha desbordado tu misericordia en Cristo, nuestro Salvador.
Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina,
en el seno virginal de la hija de Sión ha germinado
aquel que nos nutra con el pan de los ángeles,
y ha brotado para todo el género humano
la salvación y la paz.
La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido devuelta en María.
En ella, madre de todos los hombres,
la maternidad, redimida del pecado y de la muerte,
se abre al don de una vida nueva.
Así, donde había crecido el pecado,
se ha desbordado tu misericordia en Cristo, nuestro Salvador.
Por eso, con los ángeles y los santos, cantamos sin cesar...
“Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos
por el misterio de la Virgen Madre”.
Prodigio de amor de Dios; una Virgen concibe sin concurso de varón, se establece un admirable intercambio. Así, rompiendo el curso de la naturaleza, salvando la virginidad, se desvela que el que nace no es un hombre cualquiera, es el mismo Hijo de Dios, la Palabra. La Iglesia mira el Misterio, lo adora, y glorifica a su Señor por el misterio de la Virginidad y Maternidad de Santa María.
“Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina,
en el seno virginal de la hija de Sión ha germinado
aquel que nos nutra con el pan de los ángeles,
y ha brotado para todo el género humano la salvación y la paz”.
El Maligno por envidia, indujo al pecado; la Llena de Gracia, por su humildad, ha permitido la entrada en el mundo del Salvador. Ella es la hija de Sión, el resto de Jacob, donde se concentran las esperanzas verdaderas de salvación, y en Ella ha brotado el pan de los ángeles, que alimenta a sus hermanos, peregrinos; de su seno brota Cristo –“la tierra ha dado su fruto”- y se ofrece a toda la humanidad la salvación y la paz de la amistad y reconciliación con Dios.
“La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido devuelta en María”.
La humanidad, nacida en gracia, gozando de Dios, pecó en Eva, soberbia, elevándose contra Dios; María, abogada de Eva, nueva Eva, nos devuelve toda gracia, gracia desbordante, por su Sí virginal, que permite la entrada de la Gracia hecha carne, y el elevar a la humanidad caída.
“En ella, madre de todos los hombres,
la maternidad, redimida del pecado y de la muerte,
se abre al don de una vida nueva”.
La descendencia de Eva nace toda marcada con el signo del pecado y el desorden interior del pecado; la maternidad inaugurada por María, haciéndonos miembros del Cuerpo místico de su Hijo, abre a una vida nueva: vida de gracia y comunión con Dios. Desde entonces la maternidad espiritual será siempre más elevada y plena: ¡engendrar hijos para Dios!, y la Iglesia, como María, con corazón materno, dispone las almas para la vida divina.
“Así, donde había crecido el pecado,
se ha desbordado tu misericordia en Cristo, nuestro Salvador”.
Dios siempre es así: desbordante, generoso, ¡El Compasivo! Grande fue el pecado de la humanidad erigiéndose contra Dios, mayor aún la misericordia de Dios dándose él mismo en la carne del Verbo. ¡Oh feliz culpa –cantará la Iglesia en el pregón pascual- que mereció tal Redentor! Todo es misericordia y gozo: Dios salva, Dios está con nosotros, Dios es Misericordia entrañable, y “nos visitará el Sol que nace –de María- de lo alto”.
por el misterio de la Virgen Madre”.
Prodigio de amor de Dios; una Virgen concibe sin concurso de varón, se establece un admirable intercambio. Así, rompiendo el curso de la naturaleza, salvando la virginidad, se desvela que el que nace no es un hombre cualquiera, es el mismo Hijo de Dios, la Palabra. La Iglesia mira el Misterio, lo adora, y glorifica a su Señor por el misterio de la Virginidad y Maternidad de Santa María.
“Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina,
en el seno virginal de la hija de Sión ha germinado
aquel que nos nutra con el pan de los ángeles,
y ha brotado para todo el género humano la salvación y la paz”.
El Maligno por envidia, indujo al pecado; la Llena de Gracia, por su humildad, ha permitido la entrada en el mundo del Salvador. Ella es la hija de Sión, el resto de Jacob, donde se concentran las esperanzas verdaderas de salvación, y en Ella ha brotado el pan de los ángeles, que alimenta a sus hermanos, peregrinos; de su seno brota Cristo –“la tierra ha dado su fruto”- y se ofrece a toda la humanidad la salvación y la paz de la amistad y reconciliación con Dios.
“La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido devuelta en María”.
La humanidad, nacida en gracia, gozando de Dios, pecó en Eva, soberbia, elevándose contra Dios; María, abogada de Eva, nueva Eva, nos devuelve toda gracia, gracia desbordante, por su Sí virginal, que permite la entrada de la Gracia hecha carne, y el elevar a la humanidad caída.
“En ella, madre de todos los hombres,
la maternidad, redimida del pecado y de la muerte,
se abre al don de una vida nueva”.
La descendencia de Eva nace toda marcada con el signo del pecado y el desorden interior del pecado; la maternidad inaugurada por María, haciéndonos miembros del Cuerpo místico de su Hijo, abre a una vida nueva: vida de gracia y comunión con Dios. Desde entonces la maternidad espiritual será siempre más elevada y plena: ¡engendrar hijos para Dios!, y la Iglesia, como María, con corazón materno, dispone las almas para la vida divina.
“Así, donde había crecido el pecado,
se ha desbordado tu misericordia en Cristo, nuestro Salvador”.
Dios siempre es así: desbordante, generoso, ¡El Compasivo! Grande fue el pecado de la humanidad erigiéndose contra Dios, mayor aún la misericordia de Dios dándose él mismo en la carne del Verbo. ¡Oh feliz culpa –cantará la Iglesia en el pregón pascual- que mereció tal Redentor! Todo es misericordia y gozo: Dios salva, Dios está con nosotros, Dios es Misericordia entrañable, y “nos visitará el Sol que nace –de María- de lo alto”.
Hola D. Javier: "Dios siempre es así: desbordante, generoso, ¡El Compasivo! " me cautiva la misericordia de nuestro Redentor y su Proyecto de Salvación, la gran Obra de Dios hombre que voy aprendiendo y formando con toda la riqueza de matices y detalles en este cálido Catecismo de Jesús.
ResponderEliminar¡Feliz Navidad!
El prefacio de hoy es una auténtica belleza, generosidad y lo que se quiera.
ResponderEliminarMe quedo con este trocito en particular:
Así, donde había crecido el pecado,
se ha desbordado tu misericordia
en Cristo, nuestro Salvador.
Y este salmo 138 (1)
Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te las sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa;
es sublime, y no lo abarco.
...
Le deseo una preciosísima Navidad con nuestro Niño Dios nacido.
P/D Acuérdese de mí un poquito en el altar. Gracias
NIP y Capuchino de silos:
ResponderEliminarOs estáis adelantando a felicitar la Navidad; yo me reservo -ya está el post con un texto hispano-mozárabe- para el día 25. Vamos ahora a gozar de las ferias mayores que tiempo habrá el 25 de abrazarnos y besarnos virtualmente con el saludo cristiano.........
Capuchino de silos:
Me pide oración en el altar. Confieso que cada día en Vísperas y en Misa pido siempre por todos los lectores del blog, para que les haga bien la lectura del artículo y por sus intenciones y necesidades.
Y es que si esto es pastoral, yo en cierto modo soy pastor de quienes tenéis a bien venir aquí, leeros, aprender, interrogaros, compartir.
pax.
He quedado anonadado con las lecturas, el prefacio, las plegarias aucarísticas. Cuánto amor de Dios para el hombre, qué maravilloso tener un padre que no obstante la desobediencia del género humano permite que a través del sí de la Hija de Sión, nos envíe al Salvador del Mundo.
ResponderEliminar