martes, 21 de diciembre de 2010

De la memoria, la esperanza (IV)


“Acuérdate siempre de Jesucristo, resucitado de entre los muertos” (2Tm 2,8).

Ex memoria spes.

De la memoria brota la esperanza. A ello conduce todos los trabajos anteriores en orden a purificar la memoria, integrar e iluminar la historia, sanar los recuerdos. En las Escrituras, cuando se mira el pasado, la historia de salvación se hace a la luz del presente –como momento de gracia- que orienta y abre un futuro que el Señor ofrece. El que actuó, actuará: ¡Dios es Misericordia!, porque ¡Dios es Fiel!.

Con nuestros recuerdos, vamos construyendo nuestras esperanzas.
Siempre sobrevive la esperanza (aunque esté muy debilitada), quizá porque vivir es esperar. Las esperanzas inmediatas pueden ser frustradas por Dios para purificar el deseo y que esperemos lo más verdadero, que es lo que Dios ha prometido al hombre. Alcanzar la verdadera esperanza supone dar muerte a otras esperanzas que desde la fe aparecen como falsas e ilusorias: ahí está la purificación y ordenamiento de la memoria para demostrarlo y ver cómo se cumplieron las esperanzas verdaderas “porque es eterna su misericordia”.
En la pedagogía habitual de Dios, Él deja que se cumplan algunas de nuestras expectativas humanas para que siga en pie nuestra esperanza, pero es preciso que otras se malogren para que nuestra esperanza se purifique, evolucione y acabe dirigiéndose hacia su meta definitiva y verdadera. La memoria del pasado, el recuerdo de todas esas expectativas, las que se cumplieron y las que no se cumplieron, desempeña un papel indispensable en el desarrollo de nuestra esperanza. Si ayer Dios estuvo ahí, y fue fiel a sus promesas, lo estará hoy y mañana; si Dios hizo promesas ayer (y otras hemos visto que las cumplió) también estas promesas las realizará “con una medida colmada, remecida, rebosante”.

“Escapados de la espada, andad, no os paréis, recordad desde lejos al Señor, y que Jerusalén os venga a la mente” (Jr 51,50).

    El pasado orienta la esperanza del futuro para vivir confiada e intensamente el presente -¡hoy!- en una gran acción de gracias. Tan pernicioso es huir al pasado con la nostalgia como evadirse al futuro con sueños y proyectos sin vivir el hoy salvífico, el presente. El hoy de nuestra vida queda configurado por la memoria y sostenido por la esperanza, así camina el creyente y se dispone a recibir al Señor que viene. Tampoco es sano el extremo contrario, pues muchas veces por no detenerse a mirar el pasado estamos perdiendo el presente. Nada se vive del todo hasta que no se sedimenta y se esclarece en la memoria. Es necesaria la memoria para comprender el presente. Es necesaria la acción de gracias para apreciar el presente y confiar en la Providencia para el futuro, pues es el Señor, es el Redentor que llega eternamente.

    “El Espíritu Santo os recordará cuanto y os he dicho” (Jn 14,26).

    Así queda marcado el proceso espiritual del Adviento, entre la memoria y la esperanza. Si no se purifica e ilumina la memoria sufriremos varios daños: 
  • 1) la afición desordenada, la nostalgia y el recuerdo de cosas, personas, situaciones...; 
  • 2) el demonio utiliza la memoria para tentar de muchos modos como se han ido reseñando; 
  • 3) a veces recordando lo que no ha sido sanado se mueven las pasiones –temor, miedo, la ira...- y estorban el bien moral. 
Pero alcancemos muchos bienes si purificamos la memoria: 
  • 1) gozar de tranquilidad y ánimo con paz, capaz de recibir a Dios; 
  • 2) librarnos de las sugestiones del demonio; 
  • 3) tener olvido sano –o aceptación y recogimiento y ser movidos por el Espíritu Santo. 
Es el resumen que de estas materias hace S. Juan de la Cruz en la Subida, libro 3, capítulos 1 al 15.  

    Queda así definido el proceso para el creyente que desarrolla su vida teologal:

    El pasado a la Misericordia,
    el futuro a la Providencia,
    el presente en el Amor y la Acción de gracias.


    Las voces del Adviento, en los profetas y en el Evangelio, los textos litúrgicos, himnos y antífonas, colorean nuestro ser con la luz armoniosa y bella de Dios: “Brotará un renuevo del tronco de Jesé...”, “Saldrá el Señor...”, “Mirad que vienen días...”

    Memoria y esperanza, historia y escatología, deseo y cumplimiento, promesa y fidelidad; un nuevo Adviento de expectativas alegres y gozosas, reordenando lo interior de la memoria para hacer una digna morada al Señor. “Para que se cumpliera lo que estaba escrito...” Ésta es la tensión litúrgico-espiritual, mistagógica, del tiempo de Adviento. Y “cuanto más la memoria se desposee, tanto más tiene de esperanza, y cuanto más de esperanza tiene, tanto más tiene de unión con Dios” (S. Juan de la Cruz, S3, 7, 2).

    “¡Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle!”

5 comentarios:

  1. El miedo al futuro por las sugestiones del demonio paraliza, pero: El que actuó, actuará: ¡Dios es Misericordia!, porque ¡Dios es Fiel!.

    ...gozar de tranquilidad y ánimo con paz, capaz de recibir a Dios...una magnífica petición para este día, que hago mía. Mil gracias

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  2. Cierto D. Javier. De la memoria y por medio del sentido que es Dios mismo, es cómo recibimos la Esperanza, que es virtud y don de Dios.

    Dios le bendiga :) Feliz Navidad

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  3. Hola D.Javier:Que sea memorable, "El pasado a la Misericordia,el futuro a la Providencia y el presente en el Amor y la Acción de gracias." Dar gracias al Señor y alabarlo a diario por todas sus obras y enfocar la memoria con el purificador paño del santo olvido.

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  4. Desde Sevilla:

    ánimo para todos y para mí también.

    Miserere:

    ¡Cuán necesaria es la esperanza! Por eso la historia de salvación es historia de memoria y profecía, de pasado y de futuro a un tiempo.

    NIP:

    Difícil... pero no imposible, ¿no cree?

    pax

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  5. Si, vivir es esperar...y en este tiempo de Adviento vivimos y decimos:
    Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia, ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
    Para que nadie pierda la esperanza y esperemos en lo Verdadero.

    Muchas gracias

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