martes, 26 de octubre de 2010

La gracia (seguimos con textos isidorianos)

8. Los dones de las gracias, a uno se le otorgan de una clase, y a otro de otra. Ni se permite que uno los posea de tal suerte, que no necesite a otro.

9. Sin duda, puede suceder que aquellos a quienes otros aventajan por la excelencia de sus virtudes, a causa de una gracia preveniente de Dios repentina, aventajen a los otros en el fruto de la santidad, y, aunque han sido los últimos en la conversión, se sitúan de pronto los primeros en la cumbre de la virtud.

10. Cuando uno recibe algún don, no debe ambicionar más de lo que ha merecido, no sea que, por intentar apoderarse del cargo del otro miembro, pierda el que mereció, ya que perturba toda la armonía del cuerpo quien, no contento con su cargo, substrae el ajeno.


11. Los malos reciben los dones para su condenación, puesto que no los emplean para la gloria de Dios, sino para halagar su propia vanidad. Hacen mal uso de los bienes quienes emplean para usos torpes lo que Dios les ha concedido, como son el talento y los demás dones de Dios.


12. Disfrutamos de muchos dones de Dios que reconocemos haber recibido de él. Porque el ser inteligentes, el sentirnos poderosos, lo debemos no al favor de otro cualquiera, antes bien al de Dios. Hagamos, por tanto, excelente uso de los beneficios divinos, de modo que Dios no se arrepienta de haberlos otorgado y sea útil a nosotros haberlos recibido.


13. Decimos que Dios substrae al hombre un don que este nunca poseyó, en el sentido de que no mereció obtenerlo. Como también decimos que Dios endurece al hombre, no porque cause su insensibilidad, sino porque no suprime la que el propio hombre se procuró. Ni de modo distinto afirmamos que Dios ciega a algunos, no porque él mismo cause en ellos su propia ceguera, sino porque, a causa de sus vanos merecimientos, no aparta de ellos su obcecación.


14. A muchos se les conceden los dones de Dios, pero no la perseverancia en el don. De donde resulta que algunos tienen los comienzos de una buena conversión, pero acaban con un final desdichado. Los elegidos, en cambio, reciben tanto el don de la conversión como la perseverancia en él. Este es el motivo por que algunos comienzan bien y terminan felizmente.


(San Isidoro, Sentencias, II, c. 5, 8-14).

3 comentarios:

  1. S. Isidoro debió ser un confesor "duro de roer". ¡Madre mía!

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  2. Hola D.Javier:

    Tengo que pedir perseverancia y hacer mejor uso y utilidad de ellos. Adorar en el día y junto a Él lograrlo.

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  3. La perseverancia tiene mucho que ver con la humildad y la voluntad. Dios nos da los dones, pero algo tenemos que poner de nuestra parte para que éstos se desarrollen y florezcan.

    Dios le bendiga D. Javier ;)

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