El mundo en que vivimos -beligerante con guante blanco para el catolicismo- parece admitir la tesis de que el cristianismo es superfluo, innecesario para la vida real y cotidiana; en todo caso, sólo apto para provocar determinados sentimientos afectivos y emociones en el ámbito privado que dan cierto consuelo o cierto bienestar. Aquí está la gran mentira. Sin embargo, aquí y ahora, la existencia de los santos nos demuestra que vivir cristianamente es un "todo": uno que ha sido alcanzado por la gracia piensa distinto, vive distinto, tiene una mirada distinta sobre la realidad. Y lo distinto no significa aquí una mirada o actitud más puesta al lado de otras miradas y otras actitudes. Significa una mirada y una vida en plenitud: ¡aquello que el hombre desea y busca! La santidad es esa respuesta.
Lo cristiano (la fe, la gracia) no es algo marginal en la vida: genera una humanidad nueva que sabe amar, responder a los desafíos de hoy y entregarse porque "la gracia de Cristo vale más que la vida" (cf. Sal 62). Los santos son seres humanos plenamente completos porque son, simplemente, humanidad realizada.
Traigo aquí las palabras finales del Arzobispo de Granada, D. Javier Martínez, en la beatificación de fray Leopoldo, el 12 de septiembre de este año. Sencillamente geniales, situando la santidad -a la que todos estamos llamados- en el marco cultural concreto en que hoy vivimos. Aconsejo releerlas porque me parecen maravillosas, una gran catequesis.
"Dios nos sorprende siempre. En realidad, Dios es siempre la fuente y a la vez, en el fondo, el objeto, de ese asombro que es acaso el primer gesto específicamente humano ante la vida y la realidad. En todo asombro, lo que nos sorprende es la creación de Dios, nos sorprende su elección, nos sorprenden sus obras, nos sorprende su amor sin límites y sin condiciones. Y si no estuviera en nosotros esa ceguera que es fruto del pecado, entonces la lógica misma de ese asombro nos haría vivir establemente en el gozo y en la acción de gracias a Dios, que es en realidad la actitud más racional y más plenamente humana que pueda darse. Es la actitud que la redención de Cristo nos ha vuelto a hacer posible. Es la actitud que marca la vida de un hijo de Dios, de un cristiano...
Esa tradición [la tradición recibida, la tradición eclesial] no es otra que Jesucristo vivo y resucitado, único redentor y única esperanza verdadera de los hombres, y presente en su cuerpo que es la Iglesia. Esa tradición es Jesucristo, y la vida que Jesucristo nos da: una vida que, cuando se vive con verdad, hace posible reconocer la dignidad sagrada de toda persona, de su razón y de su libertad, y hace del amor a todos la regla suprema de la convivencia humana. Todos nosotros, y todo el cuerpo de Cristo, se goza hoy con la inclusión de Fray Leopoldo en el número de los Beatos, precisamente porque en él brilla de una manera particularmente sencilla, y extraordinariamente elocuente precisamente por su sencillez, esa vida nueva que Cristo ha obtenido para todos...
Durante varios siglos ya, la cultura de Occidente ha hecho todo lo posible por separar a Dios de su creación. Hasta el punto que muchos han creído que para ensalzar la creación, la libertad, la vida, había que prescindir de Dios. Y otros, como decía el poeta francés Charles Péguy, “se creen que aman a Dios porque no aman a nadie”. Para todos, Dios era como un adversario de la plenitud y de la realización humana, de la razón y de la libertad. Así lo veía Nietzsche, así lo veía Sartre, así lo han visto y lo siguen viendo tantos otros hombres de mundo, directores de cine, literatos, más o menos intelectuales. Es así, sin duda, como nosotros mismos les hemos hecho pensar a muchos de ellos con nuestras actitudes. ¡Cuántos de los ataques a la Iglesia y de las dificultades que la Iglesia ha vivido en los últimos siglos —Fray Leopoldo vivió en medio de uno de lo periodos más virulentos de odio a la Iglesia que ha conocido nuestra historia— nacen de esa división! Como fruto de esa división, no sólo hemos perdido a Dios. Como no podía ser de otro modo, hemos perdido simultáneamente el gusto por la vida y por la libertad auténtica, el aprecio por las personas y las cosas, la capacidad de gozar con sencillez de la criaturas. El olvido de Dios ha producido a la vez el olvido del valor y de la dignidad de la vida, el olvido de la alegría de vivirla, casi podríamos decir, una incapacidad para disfrutarla que hace difícil muchas veces hasta el deseo de transmitirla. De esa enfermedad de nuestro mundo es de la que sólo los santos nos pueden curar. Ella es la que puede ayudarnos a superar la mirada, siempre bondadosa y firme, de Fray Leopoldo".
Como siempre, las palabras de D. Javier certeras, elocuentes y oportunísimas.
ResponderEliminar¿Le entenderían los fieles que le estaban escuchando aquél día?
NO sé si le entenderían. El peso del lenguaje moralista que durante años hemos predicado más el lenguaje de hoy reduciendo la fe a sentimiento emotivo hace que las entendederas estén muy duras.
ResponderEliminarPero, por eso, repito aquí tantas veces lo mismo, y traigo hoy estas palabras de D. Javier, como un granito de arena para construir algo mejor y mostrar la belleza del cristianismo y de la santidad a un mundo -y a unos católicos- que con el postmodernismo están de vuelta de todo.
Don Javier tiene una forma de hablar bastante académica, muy precisa, pero excesivamente académica en según que ambientes. La precisión y academicismo le llevan muy lejos del lenguaje empalagoso y sentimentalista al que la pastoral hogaña nos tiene acostumbrados (siento la crítica tan acerada, pero es mi opinión irrenunciable basada en al experiencia propia).
ResponderEliminarLo que dice el sr. Arzobispo está lleno de alimento para masticar, pero el personal muchas veces prefiere la arenga sentimentalista e inconcreta. Las entendederas están chungas, si.
Las entendederas las tenemos chungas , es verdad , pero creo que siempre se entiende mejor esta forma clara de expresarse.
ResponderEliminarQue gran verdad es que cuando pierdes o te alejas de Dios , pierdes la alegria verdadera y profunda , el gusto por la vida y el aprecio por las personas . Es exactamente así como también, que de eso , los santos nos pueden curar. Mi experiencia ha sido esa . Tras años de alejamiento , empecé a leer vidas de santos ( Louis de wohl , todos los publicados por que " enganchan " y otros ) y ahí comenzó " la curación " y no solo vas notando la recuperación de la alegría , el gusto por la vida etc sino que vives en continuo agradecimiento por que a pesar del alejamiento de Dios te das cuenta que El siempre ha estado contigo , cada vez que recuerdas cualquier acontecimiento de tu vida bueno o malo te das cuenta que El siempre estaba ahí queriéndote y ayudándote .
El post de hoy para imprimir y releer ( como todos ) pero el de hoy , hasta para llevarlo en la cartera y tenerlo siempre a mano
Maria M.
María, mi historia se parece un tanto a la que usted cuenta. Y en ella, aunque de forma indirecta, un algo tiene que ver las cosas que viene diciendo y la claridad con que viene diciéndolas D. Javiwr Martinez. También nosotros somos granos de arena en la construcción del Reino, y la labor de los Apóstoles fieles como D. Javier tiene frutos que sólo generaciones venideras podrán valorar. No me cabe ninguna duda de que "siempre se entiende mejor esta forma clara de expresarse" ... cuando se quiere entender lo que se oye.
ResponderEliminarEn Xto.
maría M y Séneka:
ResponderEliminar¡Preciosos vuestros testimonios! Enriquecen el blog y pueden ser una ayuda para otras personas.
Seneka:
-D. Javier, ¿lenguaje académico? Le he escuchado muchísimas, muchísimas homilías, y son de todo menos académicas: es una catequesis, o mejor, un anuncio de un hombre muy convencido y realmente creyente.
-Su último párrafo sobre los Apóstoles fieles es confuso: ¿Se refiere a Don Javier Martínez o a este don javier que suscribe? (je,je)
Estupendo texto D. Javier y estupendos comentarios que acabo de leer.
ResponderEliminarEn todas las historias personales hay siempre un punto de inflexión, en donde algo nos golpea en la cabeza y empezamos a entender lo que antes nos parecía lejano y ajeno.
Mi historia parte de un distanciamiento (que no alejamiento) debido a la pastoral juvenil que padecí en mis años mozos. Terminé por no entender anda y tuve que esperar bastantes años, para atreverme a leer a los Primeros Padres y encontrar el hilo que se me había perdido.
Es cierto que la Fe emotivo-sentimental es lo que prima, en igualdad con la Fe activista. Pero a algunos nos hace falta tener entendimiento en igual proporción que sensibilidad y actividad... por eso nos gusta leer tanto el blog de D. Javier.
Dios les bendiga, es maravilloso leerles :)