La catequesis de adultos es aconsejable diseñarla con una reunión semanal, de personas de distintas edades, niveles culturales, formación cristiana e implicación personal. Se establece así como catequesis de adultos de la parroquia, teniendo en cuenta, además, que se solía vincular el concepto “catequesis” restringiéndolo a la infancia.
Teniendo en cuenta la variedad del grupo, habrá que insistir en una formación doctrinal seria, rigurosa, que vaya iluminando la inteligencia pero al mismo tiempo creando una mentalidad, una forma de pensar católica que, lógicamente, influya en la vida, provocando la conversión y el ajuste para vivir según la fe; o, desde otra perspectiva, intentar lograr que puedan dar razón de su esperanza. El conocimiento doctrinal no es secundario ni puede postponerse. El DGC señala como primera tarea fundamental de la catequesis el “propiciar el conocimiento de la fe” (DGC 85). Así de muy diversas formas se puede asimilar y desarrollar el planteamiento del Directorio:
“El conocimiento de los contenidos de la fe (fides quae) viene pedido por la adhesión a la fe (fides qua). ... La catequesis debe conducir, por tanto, a la comprensión paulina de toda la verdad del designio divino, introduciendo a los discípulos de Jesucristo en el conocimiento de la Tradición y de la Escritura... Esta profundizar en el conocimiento de la fe ilumina cristianamente la existencia humana, alimenta la vida de fe y capacita también para dar razón de ella en el mundo” (DGC 85).
El hilo conductor de cada año podría ser un tema o bloque temático en general, que se despliegue en cada sesión, con diálogo, con intercambio de experiencias (más que de opiniones, que siempre conducen al subjetivismo de “adaptar” cada uno a su gusto) y el estudio y profundización semanal en casa con materiales ad hoc que se proporcionen: artículos fotocopiados, libros, un índice de citas bíblicas y del Catecismo...
1. Por ejemplo, para el primer año puede ser conveniente situar a los que participan ante su propia vocación bautismal y su compromiso en el mundo, buscando el impacto del descubrimiento. La exhortación apostólica Christifideles Laici de Juan Pablo II es un precioso documento de trabajo que se puede desglosar para trabajar sobre el propio bautismo, para descubrir la misión y vocación del laico en el mundo, los distintos campos de misión, etc. Así se puede llegar a conseguir, poco a poco, ampliar el campo de visión, descubriendo otras realidades de trabajo, más allá de las paredes del templo parroquial, viendo que la santidad del seglar pasa por la inserción en las realidades temporales para transformarlas desde dentro impregnándolas del espíritu evangélico, y asimismo descubrir el lugar del seglar en la vida de la Iglesia, con su papel activo, su vocación y los carismas individuales puestos al servicio de la edificación de la Iglesia.
2. A lo mejor en el siguiente curso, y para realizar un acercamiento a la Doctrina Social de la Iglesia, todo el año dedicarlo a la reflexión sobre el capítulo “Matrimonio y Familia” en el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia. Se trat de la familia, primera sociedad natural ampliando el contenido del Compendio con la Familiaris Consortio de Juan Pablo II, así como “el matrimonio, fundamento de la familia”, añadiendo la mistagogia de los textos y ritos del Ritual de Matrimonio (porque siempre es necesario conocer los rituales para luego participar plena y activamente en la liturgia). Habrá que incluir toda la moral matrimonial, los problemas que hoy se le plantean al matrimonio y la familia y los nuevos retos a los que están sometidos en la sociedad pasando después a los niños (los hijos) y la función principalísima de educación de los hijos (teniendo el Estado sólo una subsidiariedad y no la titularidad de la educación), y terminando por los ancianos en la vida familiar, con la Carta a los Ancianos de Juan Pablo II, para iluminar una realidad nueva y amplísima en las familias y en las comunidades eclesiales. Este, entonces, sería incluso un método de trabajo: exposición doctrinal, iluminación con textos y ritos de la liturgia, aplicaciones o consecuencias morales.
3. Un tercer año podría tratarse sobre la Eucaristía en cuanto celebrada y adorada; pero en lugar de adoptar una visión dogmática del Sacramento o espiritual, emplear un método mistagógico, explicando paso a paso cada momento de la celebración eucarística: cómo se realiza según las rúbricas, qué significado tiene y las implicaciones espirituales. Se procura así que, conociendo la liturgia de la Eucaristía, se favorezca una participación plena, consciente, activa, interior, fructuosa (adjetivos que la definen según la Sacrosanctum Concilium). Tras la mistagogia de la Eucaristía, dedicar algunas catequesis a la adoración eucarística fuera de la Misa, ya que es su prolongación natural, estudiando qué dice el Ritual al efecto.
Habría que sumar la exhortación Sacramentum caritatis de Benedicto XVI, completando la mistagogia con los aspectos doctrinales y espirituales de la Eucaristía que ofrece la exhortación, ya que la Eucaristía es fons et culmen de la vida de la Iglesia, e inculcar su primacía parece tarea prioritaria. La Sacramentum caritatis, en efecto, abordaba la “Eucaristía, misterio que se ha de creer” tratando de la Trinidad y la Eucaristía, Cristo el verdadero Cordero, el Espíritu Santo y la Eucaristía, Eucaristía e Iglesia, Eucaristía y Sacramentos (tratándolos uno por uno), Eucaristía y escatología, y Eucaristía y Virgen María; la segunda parte “Eucaristía, misterio que se ha de celebrar”, trata de algunos puntos dignos de consideración y que merecen particular atención: ars celebrandi, la estructura de la celebración (una mistagogia de algunos momentos del rito eucarístico), y, sobre todo, la actuosa participatio... para, en la tercera parte, considerar la “Eucaristía, misterio que se ha de vivir”, destacar la forma eucarística de la vida cristiana, la misión y anuncio, la caridad y la justicia. Como un objetivo secundario, se puede conseguir que todos vayan conociendo los documentos del Magisterio, acostumbrándose a leerlos y darles difusión.
Este proceso anual, centrado en un tema doctrinal, permite la reflexión y la profundización. Cada año, o siguiendo el ritmo eclesial (cuando se promulga un "Año de..."), o siguiendo el Catecismo, dará una formación continua y asimilada.
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