un estar disfrutando de su Compañía,
un constante amor que sostiene,
una escucha de Alguien que habla,
una iluminación que provoca certeza,
un acto de adoración ante su Presencia,
una confidencia,
una cercanía,
una súplica,
una intercesión por los demás,
una acción de gracias.
¡Todo esto es la oración!
¿Para cuándo? ¿Excepcionalmente?
¿Cuando llega el agua al cuello?
Diaria, cotidianamente.
Un espacio fijo en mi horario para que el Señor se pueda comunicar conmigo y yo con Él.
¿Para consagrados y religiosos? Sí, y también para sacerdotes, y para padres y madres de familia, para laicos que están en el mundo santificándose, para quienes se entregan a evangelizar, para quien catequiza... ¡para todos!
"Pido a cada uno, en primer lugar, que mire en el interior de su propio corazón. Que piense en todo el amor que su corazón es capaz de recibir, y en todo el amor que es capaz de ofrecer. Al fin y al cabo, hemos sido creados para amar. Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando afirma que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios: Hemos sido creados para conocer al Dios del amor, a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y para encontrar nuestra plena realización en ese amor divino que no conoce principio ni fin.
Hemos sido creados para recibir amor, y así ha sido. Todos los días debemos agradecer a Dios el amor que ya hemos conocido, el amor que nos ha hecho quienes somos, el amor que nos ha mostrado lo que es verdaderamente importante en la vida. Necesitamos dar gracias al Señor por el amor que hemos recibido de nuestras familias, nuestros amigos, nuestros maestros, y todas las personas que en nuestras vidas nos han ayudado a darnos cuenta de lo valiosos que somos a sus ojos y a los ojos de Dios.
Hemos sido creados también para dar amor, para hacer de él la fuente de cuanto realizamos y lo más perdurable de nuestras vidas. A veces esto parece lo más natural, especialmente cuando sentimos la alegría del amor, cuando nuestros corazones rebosan de generosidad, idealismo, deseo de ayudar a los demás y construir un mundo mejor. Pero otras veces constatamos que es difícil amar; nuestro corazón puede endurecerse fácilmente endurecido por el egoísmo, la envidia y el orgullo. La Beata Teresa de Calcuta, la gran misionera de la Caridad, nos recordó que dar amor, amor puro y generoso, es el fruto de una decisión diaria. Cada día hemos de optar por amar, y esto requiere ayuda, la ayuda que viene de Cristo, de la oración y de la sabiduría que se encuentra en su palabra, y de la gracia que Él nos otorga en los sacramentos de su Iglesia.
Éste es el mensaje que hoy quiero compartir con vosotros. Os pido que miréis vuestros corazones cada día para encontrar la fuente del verdadero amor. Jesús está siempre allí, esperando serenamente que permanezcamos junto a Él y escuchemos su voz. En lo profundo de vuestro corazón, os llama a dedicarle tiempo en la oración. Pero este tipo de oración, la verdadera oración, requiere disciplina; requiere buscar momentos de silencio cada día. A menudo significa esperar a que el Señor hable. Incluso en medio del "ajetreo" y las presiones de nuestra vida cotidiana, necesitamos espacios de silencio, porque en el silencio encontramos a Dios, y en el silencio descubrimos nuestro verdadero ser. Y al descubrir nuestro verdadero yo, descubrimos la vocación particular a la cual Dios nos llama para la edificación de su Iglesia y la redención de nuestro mundo.
El corazón que habla al corazón. Con estas palabras de mi corazón, queridos jóvenes, os aseguro mi oración por vosotros, para que vuestra vida dé frutos abundantes para la construcción de la civilización del amor. Os ruego también que recéis por mí, por mi ministerio como Sucesor de Pedro, y por las necesidades de la Iglesia en todo el mundo"
(Benedicto XVI, Saludo a los jóvenes en la Catedral de Westminster, 18-septiembre-2010).
Eso mismo decía santo Domingo Savio. En la vida suya que escribió san Juan Bosco, el fundador de los salesianos narra esta afirmación del santo adolescente con verdadera admiración. Recomiendo esa biografía, única en su género: el fundador de una orden canonizado después de uno de sus discípulos y convirtiéndose en su primer hagiográfo.
ResponderEliminarLa oración no tiene porque ser algo extenso, complicado o tener un gran estilo literario.
ResponderEliminarParase un momento a decir en el trascurso de la labor cotidiana... "Señor, aquí estoy, hazme herramienta tuya" o "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mi" o lo que nos salga del corazón... es mucho.
Dios le bendiga D. Javier :)