domingo, 3 de octubre de 2010

Eucaristía e Iglesia (De Lubac)

La Eucaristía es el corazón de la Iglesia, sin lugar a dudas. El gran teólogo De Lubac en una obra memorable (que todos deberíamos leer muchas veces "Meditación sobre la Iglesia", en Encuentro Ediciones) expone sus mutuas relaciones. Dice él:

“Dos son los hechos que deben ocupar ahora nuestra atención: la relación que establece San Pablo entre la doctrina de la Iglesia y la de la Eucaristía, y esta añadidura, relativamente tardía, del epíteto “místico” a la expresión paulina de “Cuerpo de Cristo”. Hay una estrecha vinculación entre ambos. Su examen nos va a introducir hasta el mismo corazón del misterio de la Iglesia.

En la antigüedad cristiana se hablaba frecuentemente de un “cuerpo espiritual” o de un “gran cuerpo” de Cristo: de un “cuerpo completo”, de un cuerpo “universal” o “común”, de un cuerpo “verdadero y perfecto”, del cual Cristo es la “Cabeza mística” y los cristianos son los “miembros místicos”. También se hablaba de la asamblea de los Bienaventurados como de una “Iglesia mística”, o del “misterio del Cuerpo de Cristo”, o de la “unión mística” de los fieles dentro del Cuerpo de Cristo. Con todo, solamente hacia la mitad de la Edad Media (segunda mitad del siglo XII) fue cuando este Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, comenzó a llamarse también “místico”. En los siglos anteriores, la Eucaristía recibía esta denominación. Pero, a partir de entonces, este mismo epíteto servirá para distinguir a la Iglesia de la Eucaristía, como también de Cristo en su vida terrena o gloriosa.

Ordinariamente no se daba a este epíteto una significación precisa y exacta. ¿No bastaba, en efecto, con observar que “místico” se emplea aquí en oposición a “natural”? El “cuerpo místico” es aquel organismo sobrenatural que hay que concebirlo según la imagen de un cuerpo natural, pero al mismo tiempo, en contraposición a él” (De Lubac, Meditación sobre la Iglesia, cap. IV).


Desde el principio de la Tradición cristiana, la Eucaristía ha recibido el epíteto de “místico” añadido al concepto “cuerpo”, y era el lenguaje común, mientras que la Iglesia era igualmente presentada como cuerpo “verdadero y perfecto”, “Iglesia mística”, “misterio del cuerpo de Cristo”, como el autor demuestra sobradamente con las numerosas citas. Pero, en un determinado momento, “místico” se aplicará exclusivamente a la Iglesia para diferenciarla de la Eucaristía. El lenguaje ha de ser preciso: ¿qué contenido se le daba a “místico” en estos momentos –Edad Media- que es cuando se produce este desplazamiento? Es verdad que “místico” parece oponerse a “natural”.  De aquí fácilmente se puede pasar a considerar la Iglesia, cuya cabeza es Cristo, según la doctrina paulina, aunque matizando las diferencias que comporta esta analogía. Cita la Mystici corporis a este respecto: “Y si comparamos el Cuerpo místico con el moral, observaremos que la diferencia que existe entre ambos es no pequeña, sino de una suma importancia y trascendencia” (p. 15; p. 108). En la analogía paulina no hay que ver una mera alegoría pero tampoco una comparación, como si “místico” fuese sólo una imagen opuesta a “real”, a “verdadero”. Los miembros de ese Cuerpo son reales y verdaderos, es el Cuerpo vivo de Cristo, animado por su Espíritu. Sin esta concepción, la Iglesia habría perdido su ser, no constituiría “en su plenitud el Misterio de Cristo, como decían los Padres antiguos” (p. 110) y sería un cuerpo como cualquier otro cuerpo social, una mera agrupación. Aún así podría tener origen divino, sí, “pero se desvanecería todo el realismo y toda la especificación del Misterio cristiano” (p. 110).

Hubo momentos clarísimos en la Tradición en que llamar a la Iglesia “cuerpo místico” quería designar un “organismo sobrenatural”, pero separando en exceso el sentido de “místico” al de “cuerpo”, se subrayaban las dimensiones invisibles, espirituales, ocultas, contrapuestas a los aspectos de un “Cuerpo vivo”. Pero igualmente se hacía observar que “místico” dice más que “moral”; que connota un aspecto de oscuridad, de misterio; que no debe tomarse como sinónimo de invisible sino más bien como signo visible de una realidad divina y oculta. Había que llegar poco a poco a mayor precisión en la definición. La historia lo hará. Había “dos series de contrasentidos”: uno entender místico como equivalente de moral o “misterioso” de forma difusa, y otro que disocia el Cuerpo místico de la Iglesia visible. Al mismo tiempo que suministra un elemento doctrinal de primer orden.

San Pablo une –elevando a rango doctrinal- el misterio eucarístico y el misterio de la comunidad en un solo misterio: “El pan que partimos... El pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de un mismo pan” (1Co 10,16-17). Lo que entienden Padres y comentaristas de estos versículos es un cuerpo real, “el “corpus in mysterio”, el cuerpo místicamente significado y procurado por la eucaristía” (p. 111s). En la Eucaristía se produce una unidad indisoluble entre Iglesia y Eucaristía porque la Eucaristía, Cuerpo de Cristo, construye la Iglesia como Cuerpo, lo que se llamaría la re sacramenti.

Si recuperamos el lenguaje de la Tradición, la Eucaristía es el "Cuerpo místico" del Señor, y la Iglesia su "Cuerpo real, verdadero": así, hasta tal punto, la Iglesia es la carne de Cristo Resucitado, y cada uno de nosotros un miembro vivo. La Iglesia no es algo etéreo o ideal, un proyecto o una ensoñación: ¡somos el Cuerpo de Cristo! y para ello nos nutrimos con el Cuerpo sacramental del Resucitado. Espiritualizar la Iglesia es hacerla un sujeto sin arraigo: la carnalidad de la Iglesia nos incluye a todos y cada uno, y nos hace comprender su visibilidad, su presencia y realidad y genera nuevas y profundas relaciones entre cada uno de nosotros, sus miembros.

4 comentarios:

  1. Me tengo que hacer con ese libro. Seguro que la gente que ha trabajado en la edición española lo ha hecho de maravilla, jajajajajaja

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  2. Senekaaaaaa....!!!!!

    Cuando salga en castellano, será una obra de referencia: ¡Corpus Mysticum! El original es de 1943 y nunca se tradujo al español. Es interesante y denso: espero que la traducción sea buena.

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  3. ... mea maxima culpa ... ley "mal" el nombre de la editorial. ¡Qué despiste!

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  4. Ya, ya, "despiste". Ciertamente, el traductor de Corpus Mysticum y quienes revisen la traducción deben ser cuidadosos en el trabajo y buenos conocedores también de la teología. ¿Qué habrán hecho? Veremos los resultados cuando salga Corpus Mysticum en "Nuevo Inicio".

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