domingo, 21 de marzo de 2010

La Gran Vigilia pascual: la Liturgia de la Palabra

Una vigilia es una amplio espacio de tiempo nocturno para orar y escuchar las lecturas bíblicas que se proclaman y por las cuales "Dios sigue hablando a su pueblo" (SC 33).

La Vigilia pascual se configura con una amplia liturgia de la Palabra, con lecturas a cuál más hermosa para llegar al canto (sí, al canto, es noche para cantarlo) del Evangelio de la Resurrección del Señor. Esta amplia liturgia de la Palabra (9 lecturas hoy, en la tradición romana antigua incluso 12) era la última instrucción a los electi (los que iban a ser bautizados) y, a la par, la proclamación en síntesis de la historia de la salvación para todos los fieles que van a ver que el Resucitado sigue presente y actuante porque comunica su vida por medio de los sacramentos pascuales. De tal importancia y antigüedad esta liturgia de la Palabra, que la mayor parte de las lecturas escogidas coinciden en todos los ritos y familias litúrgicas.




 

Las lecturas son todas un anuncio y profecía de lo que en Cristo se va a realizar, su Resurrección, y de lo que va a producir en nosotros: la comunicación sacramental de su vida y santidad.

7 lecturas son del Antiguo Testamento leído a la luz de Cristo (de hecho, el cirio pascual brilla encendido al lado del ambón), cada lectura con el canto de su correspondiente salmo responsorial y una oración del sacerdote tras el silencio meditativo del "Oremos". Estas oraciones pertenecen a los Sacramentarios romanos más hermosos, con teología honda, concisa, de la redención.


El canto del Gloria marca el paso al Nuevo Testamento (tocando las campanas, encendiendo los cirios del altar) y la oración colecta de la Vigilia.


Una lectura apostólica y se entona solemnemente el Aleluya, cantando varias estrofas del salmo pascual 117, intercalando todos el Aleluya que, ¡por fin!, resuena gozoso en la Iglesia como canto que ahora mismo resuena en las moradas celestiales.

El Evangelio de la Resurrección marca el cénit de la Liturgia de la Palabra, el Señor resucita, el canto del diácono lo va marcando.
¡Triunfó Cristo! ¡No hemos de buscarle entre los muertos! ¡No está aquí, ha resucitado! La homilía desplegará las maravillas de esta noche santa y el misterio pascual de Jesucristo.

La normativa de esta celebración en la Carta de la Cong. para el Culto Divino (sobre la preparación y celebración de las fiestas pascuales), señala:


"85. Las lecturas de la Sagrada Escritura constituyen la segunda parte de la Vigilia. Describen momentos culminantes de la historia de la salvación, cuya plácida meditación se facilita a los fieles con el canto del salmo responsorial, el silencio y la oración del sacerdote celebrante.
La estructura restaurada de la Vigilia presenta siete lecturas del Antiguo Testamento entresacadas de los libros de la Ley y de los Profetas, ya utilizadas frecuentemente en las antiguas tradiciones litúrgicas de Oriente y Occidente, y dos del Nuevo Testamento, es decir la lectura del Apóstol y del Evangelio. De esta manera, la Iglesia "comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas", interpreta el misterio pascual de Cristo. Por lo tanto, en la medida en que sea posible, léanse todas las lecturas indicadas para conservar intacta la índole propia de la Vigilia pascual que exige una cierta duración.
Sin embargo, si las circunstancias pastorales aconsejan que se reduzcan aún el número de las lecturas, léanse al menos tres lecturas del Antiguo Testamento, de manera que estén representadas la Ley y los Profetas; nunca se puede omitir la lectura del capítulo 14 del Éxodo, con su cántico.
86. El significado tipológico de los textos del Antiguo Testamento tiene sus raíces en el Nuevo y aparece sobre todo en las oraciones que el sacerdote celebrante pronuncia después de cada lectura; podrá también ser útil para llamar la atención hacia este significado una breve monición hecha antes de la lectura. Estas moniciones puede hacerlas el mismo sacerdote o el diácono. Las Comisiones nacionales o diocesanas de Liturgia procurarán material apto que pueda servir de ayuda a los pastores.
Después de cada lectura se canta el salmo con la respuesta del pueblo.
En la repetición de estos diversos elementos manténgase el ritmo adecuado para facilitar la participación y devoción de los fieles. Evítese con todo cuidado que los salmos responsoriales sean sustituidos por cancioncillas populares.
87. Terminada la lectura del Antiguo Testamento, se canta el himno "Gloria a Dios", se hacen sonar las campanas según las costumbres de cada lugar, se dice la oración colecta y de este modo se pasa a las lecturas del Nuevo Testamento. Se lee la exhortación del Apóstol sobre el Bautismo entendido como inserción en el misterio pascual de Cristo.
Después, todos se levantan y el sacerdote entona por tres veces el "Aleluya", elevando gradualmente la voz, y repitiéndolo la asamblea . Si fuese necesario, el salmista o cantor entona el "Aleluya", que el pueblo prosigue intercalando la aclamación entre los versículos del salmo 117, tan a menudo citado por los apóstoles en la predicación pascual. Sigue el anuncio de la Resurrección del Señor con la lectura del Evangelio, culmen de toda la liturgia de la Palabra. Terminada la proclamación del Evangelio no se omita a la homilía, aunque sea breve".
Si hemos leído atentamente, observaremos que hay mucha teología y mucha espiritualidad en las rúbricas y en el sentido de lo que se hace.

De cara a la celebración:


-Evitemos reducir demasiado las lecturas, es tiempo nocturno de escuchar a Dios en su Palabra.

-Suma importancia de cantar cada salmo, el Gloria y el Aleluya. Si no se hace, se pierde fuerza meditativa.

-La pausa de silencio tras el "Oremos" de cada oración marca un momento orante. Los ritos no deben precipitarse uno tras otro, el silencio es sagrado en la liturgia y debe observarse para orar personalmente también.

-Los lectores deben ser buenos comunicadores, con dicción clara y entonación diversa según el género de la lectura, sin abandonarse a la improvisación.


-Favorece la solemnidad propia del rito romano, si es posible, que el sacerdote cante todas las oraciones y el diácono cante el Evangelio. En esta noche, la solemnidad es la mayor posible.


¿Y espiritualmente?


La disposición interior ha de ser la escucha meditativa y gozosa de las Gestas de Dios que se van a realizar luego en los Sacramentos; orar, escuchar y cantar será la forma de participar, dejando que el Espíritu Santo sople, actúe, encienda de nuevo a la Iglesia en el fuego de la Vida Resucitada.

La monición del Misal romano que el sacerdote lee obligatoriamente para introducir la Liturgia de la Palabra tras el Lucernario es esclarecedora:


"Hermanos: Con el pregón solemne de la Pascua, hemos entrado ya en la noche santa de la resurrección del Señor. Escuchemos,
en silencio meditativo, la palabra de Dios. Recordemos las maravillas que Dios ha realizado para salvar al primer Israel, y cómo en el avance continuo de la Historia de la salvación, al llegar los últimos tiempos, envió al mundo a su Hijo, para que, con su muerte y resurrección, salvara a todos los hombres. Mientras contemplamos la gran trayectoria de esta Historia santa, oremos intensamente, para que el designio de salvación universal, que Dios inició con Israel, llegue a su plenitud y alcance a toda la humanidad por el misterio de la resurrección de Jesucristo".

Las lecturas reciben una interpretación tipológica, es decir, de anuncio, figura y profecía en Cristo de lo que va a ocurrir, mediante sus respectivas oraciones. Por ejemplo, la maravilla de la redención se reza en una oración compuesta por san León Magno:

"Oh Dios, que con acción maravillosa creaste al hombre y con mayor maravilla lo redimiste; concédenos resistir a los atractivos del pecado,
guiados por la sabiduría del Espíritu, para llegar a las alegrías del cielo".

O la maravilla de la creación -cuán hermosa es- no es nada comparado con la Pascua del Señor Jesucristo:

"Dios todopoderoso y eterno, admirable siempre en todas tus obras;
que tus redimidos comprendan cómo la creación del mundo en el comienzo de los siglos,
no fue obra de mayor grandeza que el sacrificio pascual de Cristo en la plenitud de los tiempos".


O, por último entre otros ejemplos que se podrían traer a colación, la renovación de todas las cosas creadas y del hombre caído por la vida pascual del Salvador:


"Oh Dios, poder inmutable y luz sin ocaso, mira con bondad a tu Iglesia,
sacramento de la nueva alianza,
y, según tus eternos designios, lleva a término la obra de la salvación humana;
que todo el mundo experimente y vea cómo lo abatido se levanta,
lo viejo se renueva y vuelve a su integridad primera,
por medio de nuestro Señor Jesucristo, de quien todo procede".

¡Silencio meditativo, oración intensa! Es la noche de la intervención de Dios.

1 comentario:

  1. Padre, ¿sabe alguna dirección de Internet en la que aparezcan completos los textos de la Vigilia Pascual?

    Gracias.

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