jueves, 11 de marzo de 2010

Se acerca la Vigilia pascual


Los ayunos, mortificaciones y penitencias cuaresmales preparan al bautizado a renovar sus promesas bautismales, disponerse interiormente a celebrar la santa Vigilia pascual. ¡Ése es el horizonte deseado, anhelado, profundamente esperado!

La Santa Iglesia, en todos sus ritos y familias litúrgicas, concedió gran honor a la Vigilia pascual convirtiéndose en la Fiesta de las fiestas, en la máxima solemnidad. Las basílicas, parroquias y monasterios se veían llenos de fieles que velaban durante la noche de la Resurrección del Señor. Era una celebración popular y festiva, larga, solemne, espiritual, que culminaba con la celebración eucarística más importante del año litúrgico.


Cielo y tierra se unen en la alegría pascual
. Cielo y tierra gozan en la noche en que Cristo venció la muerte, muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró la vida. San Atanasio destacaba el aspecto cósmico y celestial de la Vigilia pascual para inculcar a la Iglesia de Alejandría el misterio de la Vigilia pascual:

Toda la creación celebra la fiesta, hermanos, y todo ser viviente, según el salmista, alaba al Señor (Sal 150, 6), ya sea por la destrucción de los enemigos ya sea por nuestra salvación. Y además, a este propósito: si efectivamente por un pecador que se convierte hay alegría en el cielo, ¿cuál no habrá por la abolición total del pecado y la resurrección de los muertos? ¿Y cuán grande será la solemnidad, cuánta la alegría del cielo, cuánto se alegrarán y exultarán todas las potencias por nuestras reuniones exultantes y por las vigilias, las que se dan en cualquier tiempo, pero, sobre todo, aquéllas que suceden en Pascua? Ven, en efecto, convertirse a aquéllos que pecan, volver a aquéllos que habían apartado la mirada; los que antes persistían en los placeres y en las crápulas se comportan ahora dignamente en los ayunos y en la humillación; y, finalmente, contemplan al enemigo yaciendo postrado y como si respiro, atado de manos y pies, hasta el punto de que podemos ridiculizarlo diciendo: ¿Dónde está tu victoria, oh muerte? Hades, ¿dónde está tu aguijón? (1Co 5,15) y cantar al Señor una alabanza por la victoria: La luz de tu rostro ha brillado sobre nosotros. Has dado alegría a mi corazón (Sal 4, 7-8)" (San Atanasio, Epístola 6, X, 23).

Ya está cercana la Vigilia pascual. Renovemos el espíritu, no cejemos en la penitencia para llegar a la Pascua y participar (como no podía ser menos, y es indiscutible) a la Vigilia pascual.

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