martes, 2 de marzo de 2010

Con deseos de la Pascua (San Atanasio)

Ya que hoy san Atanasio ha sido puesto de moda por algunos como campeón de la ortodoxia, acudamos a él, y veremos que san Atanasio, como los Obispos de Alejandría en general, fijan su mirada en la Pascua, comunican su fecha mediante una epístola (llamada "festal") que se leía en las Iglesias de la cuenca del Nilo e Iglesias limítrofes, con una exhortación a preparar la Pascua y vivirla como la gran fiesta.

Lo más tradicional en la Iglesia (cuando hoy tantos reivindican el tradicionalismo per se) es vivir la gran fiesta anual de la Pascua celebrada en la Vigilia pascual. Ésta con la decadencia en general de la liturgia pasó de ser una Vigilia (: celebración nocturna) para ser una Misa durante la mañana del Sábado (el llamado Sábado de Gloria), sin que el pueblo acudiese. Hubo de ser Pío XII con la reforma de los ritos de la Semana Santa (1955) el que revisase el ordo de la Vigilia pascual y le devolviese su carácter nocturno. Aún así, la santa Vigilia ni ha recuperado su lugar prioritario en la pastoral ni entra en la espiritualidad, porque algunos la ven con un sabor "modernista": ¡con el Viernes Santo ya tienen bastante!


La Iglesia tuvo en gran honor la celebración anual de la Pascua del Señor, convocaba a todos sus hijos, los reunía para velar, orar, cantar salmos, escuchar la Palabra, celebrar los sacramentos de la Iniciación cristiana. Nadie podía ausentarse.
Y ya que a san Atanasio lo quieren destacar tanto -por razones muy concretas- leamos sus palabras que son una invitación HOY para toda la Iglesia:

“Una vez más, queridos, Dios nos ha conducido al tiempo de la fiesta, y en su amor por los hombres nos ha llevado a su convocatoria. En efecto, Dios, aquél que hizo salir a Israel de Egipto, también ahora nos ha llamado a la fiesta, diciendo por medio de Moisés: Observa el mes de los nuevos frutos y celebra la Pascua por el Señor, tu Dios (Dt 16,1) y por medio de los profetas: Celebra Judá tus fiestas, cumple tus votos al Señor (Na 2,1)

Si Dios ama e invita a la fiesta, no es justo dilatar la respuesta, hermanos míos, ni ser negligentes, sino que debemos proceder hacia ella con rapidez y celo, de modo que, comenzando desde aquí abajo con prontitud, podamos recibir las arras de la fiesta celeste. En efecto, si celebramos con diligencia la fiesta de aquí abajo, recibiremos sin duda la alegría completa que está en los cielos, como dice el Señor: he deseado mucho comer esta Pascua con vosotros, antes de que yo sufra: os digo, en efecto, que no la comeré hasta que ese cumpla con vosotros en el reino de Dios (Lc 22, 15-16). Nosotros la comemos siempre y cuando comprendamos en nuestra mente el fundamento de la fiesta y reconozcamos al bienhechor para que nos comportemos conforme a la dignidad de su gracia, como dice Pablo: De modo que hagamos fiesta no con la levadura vieja, ni con levadura de maldad, sino con los panes ácimos de la pureza y de la verdad (1Co 5,7).


El Señor, efectivamente, murió en aquellos días para que ya no practicásemos las obras de la muerte; se dio a sí mismo para que guardásemos nuestra realidad de los engaños del diablo; y aún algo que es verdaderamente maravilloso, el Logos estuvo en la carne para que nosotros no viviésemos más en la carne, sino que, estando en el espíritu (Rm 8,9), adorásemos a Dios, que es espíritu (Jn 4,24)” (S. Atanasio, Epístola Festal 6, I, 1-4).

Está llegando el tiempo de la Fiesta. Trabajemos nuestra alma para que sea iluminada por Cristo y lleguemos a la Vigilia pascual renovados. ¡¡Que si no hay participación en la Vigilia pascual, de nada serviría la Cuaresma, perderíamos mucho en nuestra espiritualidad e identidad cristianas!!

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