9ª Estación: Jesús cae por tercera vez
Agotado, exhausto, no puede más y ha caído por tercera vez al suelo. Tres caídas lleva ya. Ahora apenas se entienden las palabras pronunciadas por Pilato: “Ecce Homo”, “Éste es el Hombre” (Jn 19,15).
Pero, este Jesús caído, este Jesús sin fuerza, sin figura, sin belleza, que está en el suelo, ¿éste es el Hombre, éste es el verdadero Hombre, éste es el prototipo e ideal de Hombre?
La filosofía contemporánea ha exagerado su optimismo hasta los límites más increíbles. Ha exaltado al hombre y lo ha puesto en el lugar de Dios. Ya no existe Dios, sólo existe el hombre, y este hombre es considerado fuerte, autónomo, que marca y determina su propia conciencia moral decidiendo lo bueno y lo malo, y lo único que tiene que hacer es vivir, disfrutar y gozar del momento. Debe ser grande e importante y no preocuparle nada, pisotear al más débil con tal de engrandecerse. Sentimientos tales como la compasión, el desprendimiento, la misericordia, o virtudes como el sacrificio, la paciencia, la delicadeza, o comportamientos que lleven a la entrega, el compromiso o el apostolado... todo esto parece ajeno a la imagen del superhombre que se nos hace desear y que se nos ofrece hoy como el ideal del hombre post-moderno.
Este falso modelo de superhombre, ¡qué daño está haciendo! Y sin embargo, ¡qué extendido está! Se ve a muchos que son tan pobres que sólo tienen dinero y se creen ya autosuficientes, sin necesidad de nadie, hablan y se comportan con arrogancia, buscando ser admirados y agasajados, pero son pobres en su alma, sin cultura, sin finura de espíritu, les falta humanidad. Se cree tan perfecto que juzga duramente a quienes son, naturalmente, imperfectos. Se experimenta como un triunfador de la vida y mira a los demás como inútiles y fracasados. Éste es el superhombre. ¡Cuántas veces se olvida de que la gloria del mundo pasa; que hoy estás bien alto y mañana los aduladores ni te miran! O se olvidan que hoy tiene salud y mañana se está enfermo. Todo pasa, absolutamente todo. Y si siguiéramos analizando algo más, comprobaríamos que este superhombre prefiere eliminar el sufrimiento, la ancianidad y los estados terminales con la eutanasia; y controlar si quiere hijos o le estorban, y lo regula con el crimen, nefando e inicuo, del aborto ya legalizado. Ésta es la mentira del superhombre.
Pero el hombre de verdad, el Hombre auténtico, creado por Dios en santidad y justicia, es Cristo al que contemplamos caído. El estado del hombre real es su limitación porque no es Dios; está herido por el pecado original, es débil, cae muchas veces y otras tantas vuelve a retomar su camino. El hombre real es humilde porque conoce y acepta sus limitaciones y tiene una mirada de misericordia cuando ve que otro es igualmente débil; el hombre creado sabe que somos peregrinos, que todo pasa, que pasa el mundo con sus pasiones y deseos inmoderados y arrogancia y dinero. Sólo “el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1Jn 2,17).
El verdadero Hombre, el Modelo y Arquetipo de Hombre, es Cristo, Cristo sufriente, débil y misericordioso; es Cristo que cae por tres veces y se levanta para seguir su camino de Cruz. La afirmación de Pilato tenía toda la razón, más de la que el propio Pilato se imaginaba: “Ecce Homo”, “Éste es el Hombre”.
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