¿Qué servicio, Pastor leal, se te podrá dar a cambio por aquestas dádivas? Ningún deseo del que ora puede igualar en su balanza el precio de la salvación.
Aunque, dejando con exceso la comida, adelgacemos voluntariamente nuestros miembros y, aun despreciando los banquetes, pasemos el día y noche en súplicas a Ti,
siempre será superado por Ti el más pequeño amor de los que te rinden obediencia, ni igualará el don del Creador; y la práctica excesiva de la penitencia nuestra rompe el vaso de barro de nuestro cuerpo.
Así pues, para que las fuerzas consumidas no abandonen el lodo fácil y la hidropesía no se haga dueña de nuestras venas blancas (anémicas), enervando el cuerpo enfermo,
se da a todos una medida amplia y libre en la abstinencia, ni nos empuja un terror severo; cada uno está obligado a querer aquello de lo que sea capaz.
Basta que en todo cuanto hagas empieces primero por invocar la aprobación de Dios, ya rechaces la mesa, ya te decidas a tomar el alimento.
Dios nos aprueba bondadoso y favorece con rostro complaciente, al igual que nosotros confiamos ha de sernos saludable tomar los alimentos bendecidos.
¡Que nos sea de provecho, te ruego suplicante, y ofrezca alivio a nuestros miembros, y nutra al alma el alimento esparcido por las venas de los cristianos, que con fervor a Ti lo piden!
Prudencio, Himno para después del ayuno, vv. 49-80.
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