viernes, 30 de julio de 2021

Espíritu, carismas e Iglesia



La misión del Espíritu Santo es inseparable de Cristo y su Iglesia: en Ella actúa y se nos da, por lo que no hay oposición entre la Iglesia apostólica de Cristo y los carismas en la Iglesia dados por el Espíritu Santo, como si éste actuara al margen de Cristo; no hay oposición real entre aquello que llaman “Iglesia oficial” e “Iglesia carismática”.



            “No podemos dejar pasar esta ocasión que se nos presenta para rectificar ciertas opiniones que algunos se han formado sobre la acción carismática del Espíritu Santo, como si cada cual pudiera pretender ser favorecido por ella para sustraerse de este modo a la obediencia de la autoridad jerárquica; como si se pudiese apelar a una Iglesia carismática en oposición a una Iglesia institucional y jurídica, o como si los carismas del Espíritu Santo, cuando son auténticos, no fuesen gracias concedidas para utilidad de la comunidad eclesial, para la edificación del Cuerpo Místico de Cristo, o no fuesen concedidas preferentemente a quien tiene en la Iglesia especiales funciones directivas, o no estuviesen sujetas a la autoridad de la Jerarquía” (PABLO VI, Audiencia general, 26-marzo-1969).



            “¿A dónde va con frecuencia la gratuita sobrevaloración de las prerrogativas carismáticas, olvidando que ellas, aun siendo auténticas, deben encauzarse al bien de la comunidad, y contraponiéndolas a menudo, a las formas auténticas, institucionales de la Iglesia? ¿A dónde quiere llegar un cierto e indiscriminado pluralismo doctrinal, arbitrario y centrífugo? Y, ¿dónde está el acento de la fraternidad en una habitual y agresiva crítica demoledora de la estima y de la adhesión que se deben a la familia eclesial y a quien presta en ella el servicio pastoral de guía y potestad responsable?” (PABLO VI, Audiencia general, 21-julio-1971).


            Y además, procurando ser exhaustivo, para fijar el pensamiento, Pablo VI alertó de este peligro en muchas más ocasiones:


            “¿No tiene ya nuestra religión una fuerza suya propia para dar testimonio de sí, conservarse, renovarse por el camino tradicional y ordinario? ¿Es que el Espíritu sopla acaso solamente fuera del ámbito habitual de las estructuras canónicas? La Iglesia del Espíritu ¿se ha salido acaso de la Iglesia institucional? ¿Sólo en los llamados grupos espontáneos encontraremos de nuevo los carismas de la espiritualidad cristiana auténtica, primitiva, pentecostal? ...Quien altera la concepción de la Iglesia con la intención de renovar la religión en la sociedad moderna, estropea, por ello mismo, el canal del Espíritu establecido por Cristo, y compromete la religión del pueblo” (PABLO VI, Audiencia general, 21-febrero-1973).




“...La distinción, que del orden lógico pasa fácilmente, pero abusivamente, al orden de la vida; la distinción, decimos, entre la Iglesia institucional y la carismática; entre la Iglesia de Jesucristo y la del pueblo guiado por el Espíritu Santo; entre la Iglesia una, santa, católica y apostólica y una Iglesia concebida según las propias luces personales, o incluso los propios gustos espirituales subjetivos. También este punto merece nuestra reflexión, en orden especialmente a las consecuencias negativas, que derivan de la superficial preferencia que hoy muchos suelen dar a una así llamada Iglesia carismática frente a la tradicional Iglesia institucional. Y las consecuencias negativas son principalmente dos; la desobediencia y un pluralismo que va más allá de sus legítimos límites... ¿Qué Iglesia, en efecto, ha fundado Jesús? Jesús ha fundado su Iglesia sobre Pedro, sobre los apóstoles, no ha fundado otras... Y es esta Iglesia a la que Jesús ha enviado el Espíritu Santo, para que la Iglesia institucional viva de la animación del Espíritu santo, para que la Iglesia institucional viva de la animación del Espíritu santo, y del Espíritu santo sea custodia y dispensadora” (PABLO VI, Audiencia general, 29-agosto-1973).



            Muchos se han amparado y se siguen amparando en justificar posturas abiertamente contestatarias, de disenso, como si fuesen movidas por el Espíritu; quienes provocan rupturas en la Iglesia,  la discusión estéril, se autodenominan “profetas”, dicen practicar la “denuncia profética” y se sitúan en los márgenes de la Iglesia, no pueden invocar su acción como si fuese inspirada por el Espíritu Santo, atacando a la Iglesia, su doctrina y Magisterio, su jerarquía, o actuando arbitrariamente en la liturgia con un concepto falso de creatividad que justifica los caprichos e inventos.


            “Se habla continuamente de revolución –decía Pablo VI-. Se propone hoy en todos los campos la “contestación”, sin que a menudo se justifique el motivo o la finalidad de la misma. Novedad, novedad; todo se discute; todo se someta a crítica” (Audiencia general, 15-enero-1969).

            “La Iglesia sufre sobre todo por la actitud insubordinada, inquieta, crítica, reacia y demoledora de tantos hijos suyos, los predilectos –sacerdotes, maestros, laicos, dedicados al servicio y a dar testimonio del Cristo vivo en la Iglesia viva- contra su íntima e indispensable comunión, contra su existencia institucional, contra su norma canónica, su tradición, su cohesión interior, contra su autoridad que es principio insustituible de verdad, de unidad y de caridad, contra sus mismas exigencias de santidad y de sacrificio” (PABLO VI, Audiencia general, 2-abril-1969).



           Los críticos contestarios, que se llaman “profetas” y “espirituales”, quieren oponer el Espíritu Santo a la enseñanza de la Iglesia, a la que califican de “ley” para quedarse con lo que ellos llaman “el espíritu” y que no es más que la subjetividad y el relativismo de reinterpretar cada uno el todo según apetezca. Se creen “reformadores” y se sienten “espirituales”, instrumentos del Espíritu para denostar la Iglesia y crear comunidades que son caricatura de la Iglesia de Cristo: ellos mismos se fabrican su Iglesia, su liturgia, su fe, su moral, se inventan un cristianismo a su medida y gusto y, encima, lo quieren atribuir al Espíritu Santo. ¡Acomodan el cristianismo a las modas y a los gustos de cada época!


 “¿Por qué tantas insubordinaciones, tanto menosprecio de la ley canónica, tanto afán por secularizarlo todo, tanta audacia en planear transformaciones de las estructuras eclesiales, tanta ansia de asimilar la vida católica a la profana, tanto crédito a las consideraciones sociológicas en lugar de las teológicas y espirituales?” (PABLO VI, Audiencia general, 29-enero-1969).



            “¿Cómo se han convertido muchos en apóstoles de la contestación, de la desacralización o de la secularización, como pensando en dar más libre curso a las expresiones del Espíritu, y a veces fiándose más del espíritu del mundo que del de Cristo? Y, luego, ¿cómo es posible que algunos hayan aflojado, más aún, hayan denunciado como cadenas molestas los vínculos de la obediencia eclesial y de la celosa adhesión a la comunión con el ministerio de la Iglesia, bajo el pretexto de vivir según el Espíritu, liberados de las formas y de las normas propias de las instituciones canónicas por las que debe estar ensamblado el cuerpo visible, histórico y humano, aunque místico, de la Iglesia peregrina? ¿Es acaso el recurso al Espíritu Santo y a sus carismas un pretexto, quizás no demasiado sincero, para vivir o para creer que se vive la religión cristiana de un modo más auténtico, cuando en realidad el que se sirve de semejante pretexto vive según su propio espíritu, según el propio libre examen, la propia interpretación arbitraria y frecuentemente efímera?” (PABLO VI, Audiencia general, 29-noviembre-1972).


            Ha surgido en el postconcilio, pero aún se mantiene en la mentalidad de algunos y de unos cuantos grupos, una crítica destructiva y resentida, que se disfraza de “profetismo”, como enviados de Dios para convertir a la Iglesia y a sus pastores, como si ellos hubiesen descubierto un evangelio nuevo.


            “Muchos, hablando hoy de la Iglesia, se dicen inspirados por un viento profético y afirman cosas arriesgadas, algunas veces inadmisibles, avalándose en el Espíritu Santo, como si el divino Paráclito estuviera en todos los casos a su disposición; y es posible que lo hagan con el propósito inconfesado de liberarse del magisterio eclesiástico, que ciertamente goza de la asistencia del Espíritu Santo. Los carismas del Espíritu Santo los concede Él libremente a todo el Pueblo de Dios y también al simple fiel; pero su autentificación y su ejercicio están sujetos a la autoridad del ministerio jerárquico. Dios quiera que la presunción de convertir el propio juicio personal o, como sucede muchas veces, la propia experiencia subjetiva o aun la propia aspiración momentánea en criterio directivo de la religiosidad, o en canon interpretativo de la doctrina religiosa, como si fuera don carismático o soplo profético; Dios quiera, decimos, que no conduzca fuera de camino a muchos espíritus valientes y bien intencionados. Tendríamos un nuevo “libre examen” que multiplicaría las más diversas y discutibles opiniones en materia de doctrina y de disciplina eclesiástica, quitaría a nuestra fe su certeza y su función unitiva y haría de la libertad personal, de la que la conciencia es y debe ser guía inmediata, un uso contrario a su primera responsabilidad, la de buscar la verdad, que, en el campo de la verdad revelada, tiene como guía suprema el magisterio de la Iglesia” (PABLO VI, Audiencia general, 24-septiembre-1969).


            De todo esto nace un “reformismo carismático”, de personas o grupos, que se van situando fuera de la Iglesia, a la que consideran una estructura de opresión; grupos que han aparecido en distintas épocas de la Iglesia y que se volvieron disidentes, espiritualistas.


 “Este reformismo polémico está jugando constantemente con una palabra: “las estructuras”, en comparación e incluso en oposición a la Iglesia libre y espiritual. Es decir, este término asume un significado negativo. Por eso, el nuevo cristianismo, que se las da de carismático, el cristianismo de libre interpretación bíblica, lanza contra aquél insinuaciones nocivas, y reivindica arbitrarias facultades lo mismo en el campo del pensamiento que en el de la acción” (PABLO VI, Audiencia general, 7-mayo-1969).


No hay comentarios:

Publicar un comentario