sábado, 24 de julio de 2021

Bendición del Óleo de enfermos: peticiones y efectos sacramentales

En la preciosa oración "Emitte", con la que el Obispo bendice el Óleo de los enfermos en la Misa crismal, después de la invocación, el memorial y la epíclesis, se llega a la petición, es decir, la explicitación de los efectos que se esperan alcanzar, por gracia, mediante el Sacramento.



Así vemos que la lex orandi nos conduce a la lex credendi; lo que esta antiquísima oración reza, nos ofrece la fe de la Iglesia sobre el sacramento de la Unción de enfermos.




Señor Dios, Padre de todo consuelo,
                       que has querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo:
escucha con amor la oración de nuestra fe
y derrama desde el cielo tu Espíritu Santo Defensor sobre este óleo.

Tú que has hecho que el leño verde del olivo
produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,
enriquece con tu bendición + este óleo,
para que cuantos sean ungidos con él
sientan en el cuerpo y en el alma
tu divina protección
y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores.

Que por tu acción, Señor,
este aceite sea para nosotros óleo santo,
en nombre de Jesucristo, nuestro Señor.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.




4. Petición y explicitación del efecto

            4.1. Efectos del sacramento

            Después de la epíclesis, con el signo de la cruz sobre la vasija con el Óleo, la oración se torna en petición que desgrana los efectos que se esperan alcanzar por medio del Óleo cuando sea materia del sacramento de la Unción.  



“La oración de bendición del óleo de los enfermos comienza reconociendo a Cristo como fuente de la salud y la vida que el Padre quiere para la humanidad, para continuar con la petición de que el óleo, fruto de la tierra, sea bendecido con la efusión del Espíritu Santo. La oración también menciona los efectos de la Unción, efectos que abarcan a la persona por entero, cuerpo y alma: que el enfermo sienta la protección de Dios, una protección que va más allá de la salud física para llegar al espíritu y al alma; que el enfermo sienta alivio en su enfermedad y en su dolor. Por la Unción, el Espíritu Santo, prolonga la actividad sanante y curativa indicada por Jesús en su ministerio público y realizado, sobre todo, en su entrega a la cruz para liberar a la humanidad de todo mal”[1].


Dos son los efectos deseados, o al menos expresados, en la bendición del Óleo:

            -“cuantos sean ungidos con él sientan en el cuerpo y en el alma tu divina protección”,

            -y “experimenten alivio en sus enfermedades y dolores”.

Este aceite bendecido así y que será la materia remota de la Unción, mira tanto al cuerpo como al alma del enfermo porque la santa Unción repercute benéfica y salvíficamente tanto en uno como en otra. 

La salvación que ofrece Jesucristo al hombre es una salvación que implica la totalidad de la persona en sus dos co-principios, el cuerpo y el alma. 

Ambos reciben la salvación, ambos están llamados a la gloria, y el cuerpo después de haber participado en esta vida de luchas y mortificaciones, de enfermedades y persecuciones, también recibirá esa gloria en la resurrección de la carne. 

Concluyamos, así pues, que “se observará que la oración insiste en los efectos de curación corporal de toda enfermedad, dolor y malestar... Pero que, además de “defensa [tutamen] del cuerpo”, es también defensa “del alma” y “del espíritu”, por lo cual tampoco se desatienden los efectos de sanación espiritual que se esperan. En esta bendición sí nos parece indudable que el acento principal se pone en la curación del cuerpo, pero sin excluir, antes bien señalando también la defensa del hombre entero”[2], o como escribía Martimort sobre la fórmula sacramental de la Santa Unción: “Esta fórmula, un poco desfigurada debido a cosas añadidas posteriormente, ha vuelto a encontrar en el Pontifical su rica significación: el óleo se bendice ante todo para que la unción hecha con él dé la salud y alivie el sufrimiento. Pero como el Sacramento en cuanto tal da la gracia santificante necesaria para la salud espiritual de quien lo recibe, es conveniente recordar que, si puede contribuir también a la salud corporal, esto sucede en la medida en que la salud sea conveniente para la salvación”[3].




[1] ASTIGARRAGA, Antonio, La Misa Crismal en LitE, 2009/3,  p. 137.
[2] NICOLAU, M., La Unción de los enfermos..., pp. 118-119.
[3] MARTIMORT, A.G., El nuevo ritual para enfermos en AA.VV., La unción de los enfermos, CPh n. 3, Barcelona 1988, p. 20s.
[4] BOROBIO, D., Sacramentos y sanación..., p. 48.
[5] FLÓREZ, G., Penitencia y Unción de enfermos. Sapientia Fidei, n. 2, Madrid 1993, p. 339s.

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