sábado, 3 de julio de 2021

Dimensiones y aspectos de un santo (Palabras sobre la santidad - XCIII)



            Para nosotros, peregrinos, que combatimos en el mundo, un santo es una referencia clara de lo que somos, de lo que estamos llamados a ser, una llamada al radicalismo evangélico y al primado de la gracia, una esperanza de que vivir así es posible, un aliento en nuestras horas bajas, una señal indicativa para unirnos más a Cristo. ¡Todo eso es un santo para nosotros!



            A un santo hay que valorarlo no desde el plano devocional, sino desde el plano teológico: la teología nos da las claves de la santidad, nos descubre el Misterio; lo devocional sólo mira a la intercesión de tal o cual santo, más milagroso o protector de determinadas causas.

            Los santos son hombres de vida densa y rica, concretos, definidos, realmente fascinantes cuando se les conoce… Son un exponente de cómo la vida sólo tiene sentido en una existencia realizada con espíritu cristiano, vivida con Cristo en Dios. Los santos, cada santo, son una alternativa evangélica para vivir de un modo distinto, modo que realmente responde al deseo profundo del corazón.


            Necesitamos santos. La gran necesidad de la Iglesia y del mundo es tener santos. “El creyente moderno, en busca de su identidad, empieza a vislumbrar que en el santo se encuentran encarnadas sus aspiraciones más hondas de un cristianismo auténtico y sin fisuras. Y es que lo esencial de los santos estriba en que no se les puede refutar. El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros. Estamos harto de ideologías y precisamos signos vitales de orientación” (Camarero Cuñado, J., La figura del santo en la Liturgia Hispánica, Salamanca-Madrid 1982, 25).

            El santo es una referencia cierta, un signo, una luz puesta en lo alto. Es una encarnación real del evangelio; no son ideas, ni palabras o discursos, sino encarnaciones, concreciones vitales, con tanta fuerza que transforma el mundo a su alrededor, que engendran belleza y bien allí donde estén.

            Pero la naturaleza del santo no hay que buscarla en el orden ético o moral, en el buenismo, etc. No es que sean mejores que los demás, más puros que los otros, de unas cualidades o naturaleza superior. La naturaleza del santo está en el nivel más profundo, metafísico, y radica en la unión permanente con Cristo que los ha transformado. ¡Sólo en Cristo descubrimos la naturaleza del santo!, o en el ideal ético, o en la bondad moral, o en el compromiso solidario. “Cristo es la fuerza magnética que integra todo el quehacer del santo, su única regla y modelo. Por él ora, sufre, se sacrifica, muere. Y aquí se revela además otra dimensión tan recalcada por la psicología de hoy, a saber, es la persona, la figura del santo como testigo bien individualizado lo que nos habla directamente” (Id., 451).

            Los santos, ante nosotros, nos recuerdan la belleza del cristianismo vivido, la capacidad de transformación de la gracia, la identificación profunda con Cristo, señalándonos el camino a nosotros. Al mirar el fenómeno maravilloso de la santidad, al tratar con un santo y conocerlo palpamos la fuerza del Misterio en lo concreto de una persona, sintiéndonos cuestionados, interpelados.

            Así vemos que “santo es tanto como cristiano en plenitud, el desarrollo de todas las virtualidades cristianas. Desde aquí, el cauce que se ofrece para presentar al santo como hombre realizado, modelo eternamente válido, como el hombre de siempre con una respuesta para el hoy es inmensa” (Id., 452).

            El santo es el evangelio vivido. El santo es la obra hermosa y acabada de la gracia, una verdadera obra de arte. El santo es concreción del Misterio. El santo es la respuesta de Dios a los problemas y desafíos de cada época. El santo es el hombre realizado, maduro.

            Todas éstas son dimensiones y aspectos de la santidad y por eso se vuelve tan atrayente, tan fascinante, para nosotros. Nos animan. Nos exhortan. Nos señalan nuestro futuro si dejamos, como ellos, obrar en nosotros las maravillas de Dios.

1 comentario:

  1. Dimensiones, las del blog. Vaya tamaño de letra. Abrazos fraternos.

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