Muchos y en muchas ocasiones, se amparan en un supuesto "espíritu del Concilio" para hacer ejercicios de creatividad o imaginación; otros, en materia litúrgica, invocan que era lo que el Concilio dijo para avalar su práctica pastoral... cuando se ve, a las claras, que no lo conocen o no lo han leído.
En liturgia, la Iglesia se pronunció con la primera Constitución aprobda en el Concilio Vaticano II, la Constitución Sacrosanctum Concilium. Posee muchos principios que son una auténtica teología de la liturgia. Vamos a verlos en una larga serie de 25 catequesis porque es necesario saber qué dijo de verdad el Vaticano II sobre la liturgia.
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La formación litúrgica, más
seria, más precisa, más honda, debe ofrecer los principios teológicos,
podríamos decir “sobrenaturales”, que la sustentan y es su razón de ser.
Alcanzar
una mirada de fe y una comprensión teológica de la liturgia es el objetivo de
la formación.
Consideremos un
aspecto esencial: la liturgia, obra de la redención.
La
pasión, muerte y resurrección de Cristo quedarían inútiles si no se pudiese aplicar
a todos los hombres, a cada hombre, de cada generación y de cada siglo. La obra
redentora del Señor debe ofrecerse y aplicarse sin interrupción, año tras año,
siglo tras siglo, hasta que vuelva el Señor en su gloria.
Si
no se pudiese aplicar realmente ahora, si Cristo no comunicara aquí y ahora su
redención, todo quedaría como un acto del pasado, cerrado, inaccesible. Pasó y
no volvería. Lo más que se podría hacer es mirar lo que pasó, admirarlo, y
sacar ejemplos o virtudes. Sería un recuerdo piadoso, pero nada más. Miraríamos
a Jesús como un gran profeta, o un líder, o un hombre bueno, pero su redención
se limitaría a sus contemporáneos en todo caso.
Y
sin embargo, ¡no es así! Cristo realiza su redención hoy por medio de la
liturgia de la Iglesia,
de sus ritos sacramentales, de su Oficio divino. Continúa redimiendo.
Ésta
es la primera perspectiva con la que valorar la liturgia: es la obra de la
redención de Cristo hoy.
La Constitución
Sacrosanctum Concilium, recogiendo el pensamiento de los Padres
de la Iglesia,
afirma:
“La liturgia,
por cuyo medio se ejerce la obra de nuestra redención, sobre todo en el divino
sacrificio de la Eucaristía”
(SC 2).
Esto
mismo reza una oración sobre las ofrendas del rito romano, proveniente de los
antiguos Sacramentarios: “cada vez que celebramos este memorial del sacrificio
de Cristo se realiza la obra de nuestra redención” (Dom. II T. Ord.).
La
liturgia no es un recuerdo de algo que pasó hace siglos; ni es una ilustración
moral con ejemplos que imitar, como las fábulas con su moraleja. La liturgia es
Cristo mismo redimiendo, realizando la obra de la redención aquí y ahora para
nosotros, para que su redención avance y santifique.
Así
pues, la liturgia hace presentes, reales y eficaces, todos los misterios de la
redención de Cristo y nos pone en contacto con ellos, los trae hasta nosotros.
Dice
el Catecismo:
“La liturgia cristiana no sólo
recuerda los acontecimientos que nos salvaron, sino que los actualiza, los hace
presentes. El misterio pascual de Cristo se celebra, no se repite; son las
celebraciones las que se repiten; en cada una de ellas tiene lugar la efusión
del Espíritu Santo que actualiza el único misterio” (CAT 1105; cf. 1084-1085).
Con
gracias santificantes distintas, cada sacramento realiza la obra de nuestra
redención; en el Bautismo nos unimos a la muerte y resurrección de Cristo,
renaciendo, recibiendo la vida divina y la adopción filial; en la Confirmación, como
Pentecostés actualizado, se nos da la plena efusión del Espíritu y sus siete
dones; en la Eucaristía
se inmola Cristo sacramentalmente actualizando el sacrificio pascual para el
perdón de los pecados; etc… Y en la
Liturgia de las Horas, cantamos con Cristo, y Cristo ora en
nosotros, el himno de alabanza que se resuena en el cielo.
De
lo cual se deducen y se infieren varias cosas que debemos asimilar:
1)
En la liturgia es más importante la acción de Dios que
las acciones humanas (como si fuéramos protagonistas con moniciones, ofrendas y
espectáculos emotivos);
2)
en la liturgia, lo visible de sus ritos hacen presente
grandes realidades invisibles y santas, que la mirada sobrenatural debe ir
descubriendo;
3)
la liturgia es imprescindible para la vida de la Iglesia, y merece ser
cultivada y cuidada porque Cristo redime hoy por la liturgia (y no es un simple
rito o una celebración festiva);
4)
crecer en la conciencia del Misterio en la liturgia:
Dios en Cristo sigue tocándonos, sanándonos, redimiéndonos, santificándonos,
elevándonos a Él.
Con
esto caerían muchas concepciones de la liturgia secularizadas y tantas
celebraciones vacías que buscan sólo lo emotivo o ser entretenidas, simpáticas,
“participativas”. El cristianismo requiere de la liturgia para transmitir la
vida divina. La Iglesia
es Iglesia por su liturgia, y la liturgia no algo periférico de la Iglesia (como si el peso
fuerte hubiera que ponerlo en otras realidades “pastorales” descuidando la
liturgia como algo que no es importante ni vital), sino que la Iglesia lo es por su
liturgia.
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