sábado, 5 de junio de 2021

¿Qué es una coronación canónica?



Tal vez sería lo mejor, para empezar, ver lo que el ritual nos enseña en su introducción, al describir el sentido de una coronación. 



La Santa Madre Iglesia no ha dudado en afirmar repetidamente la legitimidad del culto tributado a las imágenes de Cristo, de su Madre y de los santos y con frecuencia ha adoctrinado a los fieles sobre el significado de este culto. La veneración a las imágenes de santa María Virgen frecuentemente se manifiesta adornando su cabeza con una corona real. Y, cuando en la imagen de la santa Madre de Dios lleva en los brazos a su divino Hijo, se coronan ambas imágenes” (nn. 1-2).


Desde que Cristo, por su Encarnación, es “imagen visible de Dios invisible”, la Iglesia ha representado los misterios de nuestra salvación en imágenes que nos remiten a lo que representan; las imágenes tienen un culto de veneración, no tanto por ellas mismas, cuanto por lo que representan. Es por ello que coronar una imagen de la Virgen María es un acto de veneración a la Santísima Virgen, un modo, muy visual y plástico, de dejar traslucir el amor filial a la Señora. 


El rito de coronación pone de relieve el papel central que desempeña la Santísima Virgen en la vida del pueblo cristiano. 

El Concilio Vaticano II, en el capítulo VIII de la Constitución Lumen Gentium, elabora todo un tratado teológico a la vez que espiritual, sobre la Virgen María situándola en el Misterio de Cristo y de la Iglesia.


¿Qué se quiere expresar con una coronación?

            La coronación es un rito que reafirma el porqué la Iglesia invoca a María como Reina:


            a) Reconocemos a María como Madre del Señor, Rey del universo. Jesucristo es el Rey prometido en los salmos y profecías, el “Príncipe de la Paz”; en la misma Anunciación se le comunica a María que el Hijo que va a engendrar virginalmente “el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”; por eso Ella es llamada “Madre del Señor” por Isabel.

            b) María está asociada a la obra de Cristo Redentor, colaborando con Él en la salvación. Es la nueva Eva que repara la desobediencia de Eva. Su “Sí” obediente abre las puertas de nuestra naturaleza humana para que el Verbo asuma lo humano y lo redima. Compartió la misión de su Hijo, ofreciéndose con Él al pie de la Cruz.

            c) La Virgen María es perfecta discípula de Cristo. “Concibió por la fe en su corazón antes que en su seno”, dirá San Agustín. Ella es verdadera madre por ser verdadera discípula: “éstos son mi madre y mis hermanos: el que cumple la voluntad de mi Padre…” y “dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. Constantemente Ella “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. ¡Qué admirable modelo de discípulo!

            d) Es miembro “supereminente” de la Iglesia, su miembro más excelente, más bello, más puro y santo. Realiza en sí misma todo el misterio de la Iglesia, se constituye en su figura, en su claro espejo. Con palabras del concilio Vaticano II: “Es también proclamada como miembro excelentísimo y enteramente singular de la Iglesia y como tipo y ejemplar acabadísimo de la misma en la fe y en la caridad, y a quien la Iglesia católica, instruida por el Espíritu Santo, venera, como a madre amantísima, con afecto de piedad filial” (LG 53).



La importancia de la Virgen María en la obra de la redención y en la vida de la Iglesia queda reconocida en un gesto litúrgico propio y muy vinculado a la religiosidad popular: la coronación canónica.





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