Después de la invocación a Dios y de la anámnesis o memorial de la salvación, la plegaria Emitte ofrece la epíclesis, es decir, la invocación a Dios para que envíe desde el cielo el Espíritu Santo sobre el óleo.
Señor Dios,
Padre de todo consuelo,
que has
querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo:
escucha con amor
la oración de nuestra fe
y derrama
desde el cielo tu Espíritu Santo Defensor sobre este óleo.
Tú que has
hecho que el leño verde del olivo
produzca
aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,
enriquece con
tu bendición + este óleo,
para que
cuantos sean ungidos con él
sientan en el
cuerpo y en el alma
tu divina
protección
y experimenten
alivio en sus enfermedades y dolores.
Que por tu
acción, Señor,
este aceite
sea para nosotros óleo santo,
en nombre de
Jesucristo, nuestro Señor.
Él, que vive y
reina por los siglos de los siglos.
3. Epíclesis
La
oración tiene una expresa epíclesis que da nombre a esta oración de bendición
en los Sacramentarios, “Emitte”, y por la cual, recordemos, comenzaba
directamente, ya que el memorial era en sí todo el Canon que se acababa de
proclamar.
3.1. La oración de nuestra fe
“Escucha
con amor la oración de nuestra fe”. He aquí otra alusión bíblica clarísima a la
carta de Santiago en el pasaje que recomienda la unción de enfermos. Dice el
apóstol: “llame a los presbíteros de la Iglesia y que recen sobre
él, después de ungirlo con óleo, en nombre del Señor. Y la oración de fe
salvará al enfermo” (St 5, 13-16). Esta oración de fe, que el apóstol
recomienda, comienza aquí y ahora, pues es el principio o antecedente de la Unción que se practicará
sobre los enfermos.
Esta bendición del Óleo ya es esa misma oración de fe que
desea el Apóstol, pues a continuación pediremos expresamente los efectos
saludables de la Unción
para aquellos que hayan de ser ungidos. Antiguas interpretaciones de la Tradición lo avalan;
p.e. el Pseudo-Hilario de Arlés:
“Y la oración de la fe, es decir, el consentimiento de toda la Iglesia, como se lee en el Evangelio: Lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dará” (Com. Carta Santiago, PL Supp 3, 81);
semejante
interpretación en S. Cesáreo de Arlés:
“Además, siempre que a alguno le sobrevenga cualquier enfermedad, que acuda a la iglesia, reciba el cuerpo y la sangre de Cristo, sea ungido por los presbíteros con óleo consagrado, y pida a los presbíteros y a los diáconos que oren por él en nombre de Cristo. Quien así actúe, recibirá no sólo la salud del cuerpo, sino también el perdón de los pecados” (Serm. 19,5);
o Beda el Venerable, de forma más generalizada, pero atribuyendo
el contexto de la oración de fe a la plegaria en el nombre de Cristo que harán
los presbíteros:
“Según leemos en el Evangelio, esto es lo que hicieron los Apóstoles, y ésta es la costumbre de la Iglesia, que los enfermos sean ungidos por los presbíteros con el óleo consagrado y sean sanados por sus oraciones… Y al escribir ungiéndole con aceite en el nombre del Señor, se refiere al óleo consagrado en el nombre del Señor. O también ciertamente que deben invocar sobre el enfermo el nombre del Señor, cuando le ungen” (Com. Carta Santiago; PL 93,39).
Explica
Nicolau:
“La oración de la fe es la oración de que acaba de hablarse, la oración de los presbíteros, que deben orar con fe; con aquella fe que traslada los montes y obra prodigios. Directamente, no se trata, pues, de la oración o de la fe del enfermo (como querían los protestantes), aunque esta fe debe suponerse si llama a los presbíteros; sino que la oración de la fe es directa e inmediatamente la oración de los presbíteros… Oración de la fe designa el rito sacramental, basado en la fe, así como misterio de la fe designa la eucaristía, y palabra de la fe (verbum fidei) designa el bautismo”[1].
Esta
“oración de fe” es la oración, pues, recitada por el presbítero sobre el
enfermo, a tenor de la conclusión que ofrece el Ritual de la fórmula ad libitum
de bendición del Óleo por un presbítero: “y por la oración de nuestra fe libra
de sus males a quienes ungimos con el óleo” (RU 141), o también: “Te pedimos
que, ungido con el óleo santo y ayudado por la oración de nuestra fe...” (RU
149).
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