viernes, 11 de junio de 2021

El Corazón del Salvador (y II)

¡Cristo tiene Corazón! Es pura misericordia; es el Amor mismo de Dios manifestado en toda su Persona, en su ser.

Se entregó por nosotros, encarnándose por la salvación del mundo; padeció, subió al árbol de la Cruz y de su costado traspasado derramó sangre y agua, generando la Iglesia.


¡Nos amó y se entregó por nosotros!

Su Corazón es nuestra salvación, porque en nada podemos confiar salvo en sus entrañas de misericordia.

Así la Iglesia ha inculcado la piedad hacia el Corazón del Salvador, dejándonos indicaciones para comprender este Misterio:


CORAZÓN DE JESÚS, ABISMO DE TODAS LAS VIRTUDES (Juan Pablo II, Ángelus, 28 de julio de 1985):


            1. “Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes”.
            Bajo el corazón de la Madre ha sido concebido el hombre. El Hijo de Dios ha sido concebido como hombre... A la luz del momento de la concepción, a la luz del misterio de la Encarnación, contemplamos toda la vida de Jesús, nacido de María. Buscamos, siguiendo las indicaciones de las letanías, describir en cierto sentido esta vida desde dentro a través del corazón.
            

2. El corazón decide desde la profundidad del hombre, y, en todos los casos, indica el alcance de esta profundidad, tanto en la experiencia interior de cada uno de nosotros como también en la comunicación interhumana. La profundidad de Jesucristo, puesta de relieve con la medida de su corazón, es incomparable. Supera la profundidad de cualquier hombre, porque es no solamente humana, sino, al mismo tiempo, divina.

                3. Esta divino-humana profundidad del corazón de Jesús es la profundidad de las virtudes, de todas las virtudes. Como un verdadero hombre, Jesús pronuncia el lenguaje interior de su corazón mediante las virtudes. En efecto, analizando su conducta se pueden descubrir e identificar todas estas virtudes, como históricamente surgen del conocimiento de la moral humana, como las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) y las demás que proceden de ellas. Estas virtudes han sido poseídas en alto grado por los santos y, también siempre con la gracia divina, por los grandes genios del ethos humano.

            4. La invocación de las letanías habla de forma muy sugestiva de un “abismo” de las virtudes de Jesús. Este abismo, esta profundidad significa un particular grado de la perfección de cada una de las virtudes y su fuerza particular. Esta profundidad y fuerza de cada una de las virtudes procede del amor. Cuanto más fuertemente están enraizadas en el amor todas las virtudes, tanto mayor es su profundidad.
            Es necesario añadir que, además del amor, también la humildad determina la profundidad de las virtudes. Jesús dijo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29).




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