La Dormición de la Virgen María, el
misterio de su Asunción en cuerpo y alma a los cielos, por tanto, de su
glorificación corporal, estuvo muy presente en el sentir del pueblo de Dios
durante siglos, muchísimo antes de su definición dogmática en 1950.
En Oriente y
en Occidente se celebraba el tránsito glorioso de la Santísima Virgen,
asociándola y uniéndola a la
Pascua del Señor; por eso no sólo su alma sino también su
cuerpo ya participa de la gloria, de la Resurrección. Muchas
catedrales, Monasterios e iglesias con el correr de los siglos se titularon “de
la Asunción”.
El afecto del pueblo cristiano empezó a hablar del triunfo y glorificación de
María como de una coronación regia, y la veneraban e invocaban como Reina y
Señora de todo lo creado.
Hermosos
cuadros, o imágenes de la
Virgen representaban la coronación de la Virgen: así encontramos
obras de Fra Angelico, Fra Filippo Lippi (1469), del Maestro Velilla (s. XV),
Rafael, El Greco (1592), Velázquez, etc.; normalmente, para expresar la
glorificación de la Virgen,
se la adornaba con una corona, plasmando artísticamente la visión del
Apocalipsis: “una mujer vestida de sol, coronada con doce estrellas, la luna
bajo sus pies…” (Ap 12,1).
El rosario incorporó la coronación de María
Santísima a los misterios gloriosos, que durante generaciones, contemplaron así
a María.
Aquello
que los fieles imaginaron y representaron en obras de arte y meditaron en su
piedad popular, se hizo luego visible en un rito litúrgico: la liturgia romana,
en el s. XIX, comienza a coronar alguna que otra imagen de la Santísima Virgen,
realizándose por mandato del Santo Padre.
Se llega así al actual ritual, que
tiene por título “de la coronación de una imagen de Santa María Virgen”, fue
promulgado por el papa Juan Pablo II en 1981, y parte de una convicción:
“La Iglesia, iluminada por el Espíritu Santo, saluda como Señora y Reina a la santísima Virgen, aula regia en la que se revistió de carne humana el Rey de los siglos. Para honrar esta dignidad, entre otros actos de homenaje, es costumbre antigua coronar con diadema regia las imágenes de la gloriosa Madre de Dios insignes por la veneración”.
Criterios para una
coronación
No
es un rito cualquiera, sino que reviste un carácter excepcional y solemne. Su
proliferación desvirtúa un tanto el sentido, ya que se trata de coronar una
imagen de la Virgen María
cuyo culto esté muy extendido y tenga una amplia resonancia en una ciudad o en
una comarca; sea una veneración antigua y consolidada en el corazón de los
fieles y el lugar donde se venere se haya convertido en un verdadero centro de
irradiación espiritual y de vida cristiana, de culto litúrgico y de activo
apostolado cristiano.
Reunidos
estos requisitos, el obispo de la diócesis, juntamente con la comunidad local,
juzga la oportunidad de coronar una imagen de la Santísima Virgen
María y se solicita al Santo Padre el cual da el mandato para que se proceda y
se realice en su nombre (en el caso de una coronación pontificia).
No hay comentarios:
Publicar un comentario