viernes, 21 de mayo de 2021

Lo que hace el Espíritu en la Iglesia



Ésta es la acción del Espíritu Santo en la Iglesia, y, como una epíclesis constante, la séptima semana de Pascua, en sus preces de Laudes y de Vísperas, ora suplicando el descenso del Espíritu y recuerda sus acciones salvadoras.



            c) Convierte a la Iglesia en Templo vivo de Dios

A cada uno de nosotros, Dios nos ha convertido en templos de su Espíritu Santo; la misma Iglesia, en cuanto tal, es la morada de Dios con los hombres, el Templo de Dios vivo construido por piedras vivas: “para que, haciendo morada en nosotros, nos convierta en templos de su gloria”[1].

El Espíritu Santo, con sus gracias y carismas, edifica para el bien común, aglutinando a los miembros de la Iglesia en un solo Cuerpo, el Cuerpo de Cristo, donde el Espíritu es su alma, y cada bautizado un miembro diferente del Cristo total: “Concédenos vivir de tu Espíritu, para ser de verdad miembros vivos de tu cuerpo”[2].

La Iglesia, por el Espíritu Santo, saldrá de los cenáculos cerrados por medio a los judíos y de las sacristías, subiendo a las azoteas y predicando en las plazas, evangelizando. 



El Espíritu rompe el miedo y la cerrazón, la timidez y la cobardía, para enviar a la Iglesia a la plaza pública, a los nuevos areópagos: “envía tu Espíritu a la Iglesia, para que, vivificada y rejuvenecida, comunique tu vida al mundo”[3]

El Espíritu Santo rejuvenece a la Iglesia constantemente con la santidad de sus hijos, con sus carismas y nuevas expresiones, con caminos espirituales renovados e iniciativas de evangelización respondiendo a nuevas situaciones y a una nueva cultura.


            d) Crea la unidad

 El pecado es la división, el odio y el enfrentamiento. Cada cual busca lo suyo, amándose a sí mismo hasta el desprecio de Dios; pero el Espíritu Santo, que es la Caridad, engendra la unión, el amor a Dios hasta el desprecio del mundo, rompiendo las barreras que el pecado fabrica. “Concede a tu Iglesia, congregada por el Espíritu Santo, dedicarse plenamente a tu servicio y vivir unida en el amor, según tu voluntad”[4]

Sólo la Iglesia unida, ya que ella es “una”, da testimonio valiente y amoroso de Jesucristo. La división de los cristianos es un gravísimo obstáculo que sólo el Espíritu puede cerrar y cicatrizar. 

Un Señor, una fe, un Bautismo: son las notas comunes para que la unidad sea una realidad: un solo corazón y una sola alma, como describe el libro de los Hechos, provocan el interrogante ante la belleza de la vida cristiana. “Señor, Padre de todos los hombres, que quieres reunir en la confesión de la única fe a tus hijos dispersos, ilumina a todos los hombres con la gracia del Espíritu Santo”[5].

Y sólo el Espíritu Santo podrá romper también las barreras entre los pueblos y los hombres, apuntando a una nueva humanidad, al Reino de Dios que comienza a germinar. 

Pentecostés es la antítesis de Babel. “Envía a la Iglesia el Espíritu de la unidad, para que desaparezcan todas las disensiones, odios y divisiones”[6].



[1] OC Martes VII de la Pascua.
[2] Preces Laudes, Lunes VII de la Pascua.
[3] Preces I Visp., Pentecostés.
[4] OC Miércoles VII de la Pascua.
[5] Preces II Visp., Pentecostés.
[6] Preces Visp., Jueves VII de la Pascua.

2 comentarios:

  1. Qué alegría me da recordar cuando lo conocí D. Javier; y qué alegría poder seguir visitándolo.

    ResponderEliminar