sábado, 29 de mayo de 2021

La casa, tipo de la unidad de la Iglesia (S. Cipriano)

Además de la túnica inconsútil de Cristo, figura de la unidad de la Iglesia, la imagen de la casa es otra importante figura para San Cipriano.



El símbolo de la casa representa la unidad de los que en ella viven en la concordia y el amor.  La casa es un tema muy repetido en la Sgda. Escritura. Cipriano parece apoyarse en el texto de Hch 1, 13-13: "[los apóstoles] cuando llegaron subieron a la estancia superior, donde vivían Pedro, Juan, Santiago y Andrés... Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la Madre de Jesús y de sus hermanos." 

También S. Cipriano comenta la siguiente perícopa: "en la casa de mi Padre hay muchas estancias y voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré para que donde esté yo estéis también vosotros" (Jn 14, 2-3). 

Con estos textos de fondo, dice Cipriano: 

"¿crees tú que puede mantenerse en pie y seguir viviendo quien se aleja de la Iglesia y se construye otras moradas y otros habitáculos distintos, teniendo en cuenta lo que se le dijo a aquella (Rahab), en quien estaba prefigurada la Iglesia? Esto es: 'reunirás a tu padre y a tu madre, a tus hermanos y a toda la casa de tu padre junto a tí, en tu misma casa; y sucederá que quien se saliere fuera de la puerta de tu casa, se constituirá culpable por su cuenta" (De Unit. Eccl. 8), 
según lo narrado en Jos 2, 18s: el que se salga de la casa, rompiendo la unidad, se hará culpable.

                       
Es necesario, pues, vivir bajo el mismo techo, en la Iglesia: 

"perseveraban unánimes en la oración, poniendo de manifiesto con ello la constancia y la concordia de esa oración. Pues Dios que hace habitar en una misma casa a los que tienen una sola alma, no admite en su eterna morada mas que a los que oran de modo unánime" (De Orat. Dom. 8). 

Porque la oración de los que viven bajo un mismo techo no se debe a la multitud: "mostrando de este modo que se concede mucho no a la multitud, sino a la concordia de los que oran" (De Unit. Eccl. 12). 

La casa es el sitio clave de la concordia y la unión, puesto que "en la Iglesia de Cristo es donde habitan los que tienen una sola alma, y allí perseveran en concordia y sencillez" (De Unit. Eccl. 8).




Hay otro símil de la casa que Cipriano usa como figura de la unidad eclesial tomado de Ex 12. Es la institución de la Pascua: "el Señor dijo a Moisés y a Aarón en Egipto: 'Este mes será para vosotros el más importante de todos, será el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: que el día décimo de este mes se procure cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comerlo entero, que invite a cenar en su casa a su vecino más próximo, según el número de personas y la porción de cordero que cada cual pueda comer" (Ex 12, 1-4ss). 

 Así comenta la figura de la casa nuestro autor: 

"igualmente también la celebración de la Pascua no contiene otra cosa en la ley del Éxodo más que ésta: que el cordero, que es sacrificado como figura de Cristo, se coma en una sola casa. Lo dice Dios con estas palabras: será comido en una sola casa y no arrojaréis carne fuera de la casa. La carne de Cristo y las cosas santas del Señor no pueden ser arrojadas fuera, y no existe otra casa para los creyentes más que la única Iglesia" (De Unit. Eccl. 8). 
En una casa celebró la Pascua Jesús con los discípulos (V. Lc 22,7-13); en una casa estaban los discípulos reunidos en oración (Hch 1,13-14) y en esa casa se encontraban todos reunidos la mañana de Pentecostés (Hch 2,1-2). La idea que presenta Cipriano es de impresionante profundidad: sólo los que habitan en una misma casa pueden celebrar la Pascua de Jesucristo; es más, sólo los que habitan en una misma casa pueden recibir la efusión del Pneuma constituyéndose Iglesia, porque ésta sólo se puede dar en la unidad y concordia de los que viven en la casa, ya que "en la Iglesia de Cristo es donde habitan los que tienen una sola alma y allí perseveran en concordia y sencillez" (De Unit. Eccl. 8). 

 Así pues, sólo se puede ser cristiano -ser salvado por el Misterio Pascual de Jesucristo y recibir el Espíritu Santo- el que habita en "la casa eclesial." Sólo los que vivan en esta unidad son cristianos y pueden llamar a Dios "Padre". Es tajante Cipriano en esta idea inmortalizada en su célebre frase: "No puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por Madre" (De Unit. Eccl. 6). 

Es necesario estar juntos en la misma casa para celebrar la Cena del Señor y para poder recibir el Espíritu. El que no vive en esta unidad, quedará al margen de la Iglesia y, por tanto del mismo Jesucristo.
  

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