Precioso canto entonó la Iglesia la noche pascual, celebrando las fuentes de la salvación, el Bautismo, que Dios ofrecía.
¡Con qué gozo lo cantó la Iglesia en la Vigilia pascual!
"El Señor es mi Dios y salvador:
confiaré y no temeré
porque mi fuerza y mi poder es el Señor.
Él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación...
Gritad jubilosos, habitentes de Sión:
¡qué grande es, en medio de ti, el Santo de Israel!"
Este
himno es un canto final, una gran conclusión, con la que se cierra el primer
ciclo de profecías mesiánicas, situándonos en el gozo de los tiempos mesiánicos
para el pueblo de Israel. Culmina el bloque con un himno que resuena como un
comentario al nombre del profeta (Isaías significa "Dios salva").
Tanto
su fecha como su origen nos resultan desconocidos, aunque bien puede ser un
añadido del redactor que compiló todo lo que hoy conocemos por el libro de
Isaías.
Análisis literario.-
Es
éste un himno dividido en dos partes, bien definidas. La primera abarca del
versículo uno al tres, y la segunda, del cuatro al seis; en sus orígenes bien
pudieran haber sido dos himnos totalmente distintos, unidos por el redactor con
posterioridad. La división en dos partes correspondería a la forma de recitarlo
o cantarlo: solista y coro.
"Dirás
aquél día...":
Es una forma clara de referirse a los tiempos
escatológicos. "El último día", "el día de Yahvé", "en
aquél día..." son las formas de empezar los oráculos que se refieren a los
tiempos mesiánicos de Israel.
Aquél
día será el tiempo en que Israel comenzará un nuevo éxodo, saliendo del
destierro y de la esclavitud; será el día en que cantará un himno de acción de
gracias por la salvación que el Señor regala a su pueblo con el mesías
prometido, capítulos antes...
"Él
es el Dios que me salva; tengo confianza y no temo, porque mi fuerza y mi
alegría es el Señor, él es mi salvación".
Hace una alusión al recuerdo del Éxodo 15,2:
"mi fortaleza y mi canción es el Señor". Con la salvación se pasa del
temor a la confianza. La alusión al cántico de Moisés nos sitúa en la situación
de éxodo que va a vivir el pueblo con la llegada del mesías: un nuevo éxodo,
una nueva alianza.
"Sacaréis
aguas con gozo de las fuentes de la salvación".
Las
aguas son siempre un gran signo mesiánico, porque la salvación es una fuente
inagotable, Dios mismo es una fuente inagotable y gratuita. Así dice el libro
de Isaías: "Venid por agua todos los sedientos, venid aunque no tengáis
dinero" (Is 55,1). La salvación es un don gratuito que sacia la sed
del pueblo, en la salida del destierro.
Jesús
usará esta imagen para explicar el don del Espíritu Santo: "el que tenga
sed que venga a mí y beba... Lo decía refiriéndose al Espíritu". En
esta misma línea, junto a un pozo que recuerdan las fuentes de la salvación de
nuestro canto, Jesús habla con la samaritana de un agua viva: "todo el
que beba de esta agua volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le
daré no tendrá sed jamás".
El que
no bebe del agua, rechaza al Señor, lo abandona, se aleja de él, como dice
Jeremías: "a mí me dejaron, Manantial de aguas vivas" (Jer
2,13), puesto que el agua es un signo de la presencia consoladora del Señor,
una señal de la gloria del Señor, presente en medio de su pueblo. Es la línea
del sacerdotal, con Ezequiel a la cabeza (Ez 47,1ss), donde ve el agua que sale
del Templo invadiendo todo. "El correr de las acequias alegra la ciudad
de Dios. El Altísimo consagra su morada" (Sal 45,5).
Por
ello, el agua, será siempre un signo escatológico, referido al último día. En
esta línea se sitúa Zacarías: "sucederá aquél día que saldrán de
Jerusalén aguas vivas, mitad hacia el mar oriental, mitad hacia el mar
occidental" (Zac 14,8). Idea que retoma el Apocalipsis, a la hora de
reflejar el retorno glorioso del Señor Jesús: "El que tenga sed que se
acerque, y el que quiera, reciba gratuitamente agua de vida" (Ap
22,17).
"¡Qué
grande es en medio de ti el Santo de Israel!"
Referido
al Mesías prometido, del que antes expuso su acción salvadora en el cap. 11,
tiene su cumplimiento en Jesucristo. El NT retoma esta idea del Santo de Israel
para manifestar abiertamente cómo Jesús es el Mesías prometido y esperado. Un
Mesías que se hace presente en medio del pueblo escogido y que es santo.
En
este sentido el relato lucano de la anunciación llamará a Jesús santo: "por
eso el que va a nacer de ti será santo" (Lc 1,35), y uno de los
momentos cumbres del discurso sobre la eucaristía de Juan será la confesión de
Pedro: "Nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios"
(Jn 6,69). Jesús, el Santo de Israel, Santo de Dios, que está en medio de su
pueblo: aclamación que hará la gente al ver la resurrección del hijo de la
viuda de Naín: "Un gran profeta ha surgido entre nosotros. ¡Dios ha
visitado a su pueblo!" (Lc 7,16).
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