jueves, 28 de mayo de 2020

Persecución del apóstol santo




“El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros” (Jn 15,20). “Dichosos vosotros cuando os persigan, os insulten, os calumnien de cualquier modo por mi causa...”  (Mt 5,11s).

“Como testimonia la historia de la santidad, Dios permite que el elegido sea a veces objeto de incomprensiones. Cuando esto acontece, la obediencia es para él un crisol de purificación, un camino de progresiva identificación con Cristo y un fortalecimiento de la auténtica santidad” (JUAN PABLO II, Homilía en la beatificación del Padre Pío de Pietrelcina, 2-mayo-1999).



   
             Una parábola rica en diversas lecturas, significado e interpretaciones, cuyo objeto principal es la viña, puede iluminarnos para entender la dificultad y la persecución sufridas por el Señor, y por extensión, hoy, al apóstol santo. 

El Señor presenta en esta parábola un pequeño resumen de lo que ha sido la historia de la salvación de Dios con el pueblo de Israel. Creó la viña, creó el pueblo de Israel, y cuando quiso recoger frutos de vida y santidad según la ley de Moisés, “envió criados a sus labradores”, que fueron los profetas. ¿Qué hicieron estos labradores? ¿Qué hizo el pueblo de Israel? “Agarrando a los criados, apalearon a unos, apedrearon a otros, y a otros los mataron”. No consiguió mucho el Señor. “Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez”, volvió a enviar a los profetas a ver si su pueblo se convertía, a ver si Israel era capaz de vivir según la ley del Sinaí, pero “hicieron con ellos lo mismo”. No se doblegó el pueblo de Israel, no se inclinaba, “pueblo de dura cerviz”. El propietario se dijo “mandaré a mi hijo”, porque ya no eran criados, al hijo “lo respetarán”. “Y agarrándolo lo empujaron fuera de la viña y lo mataron”. Aquí ya está anunciando el Señor lo que harán con Él, porque lo agarraron y fuera de la viña, fuera de la muralla de Jerusalén, lo crucificaron. “¿Qué hará el dueño de la viña con los labradores?” Los sumos sacerdotes y ancianos dicen la respuesta justa: “Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará a la viña a otros labradores que les entreguen los frutos a sus tiempos”. 

Nosotros somos esos labradores, la viña del Señor en el Antiguo Testamento, y lo rezamos en un salmo, “es la casa de Israel”, pero la nueva viña es la Iglesia, y los labradores nosotros, un pueblo que produzca y entregue sus frutos; porque a un pueblo que sea estéril, como el cántico de la viña de Isaías, lo primero que hará el Señor por no haber respondido a la gracia de Dios, será “quitar su valla para que sirva de pasto, derruir su tapia para que la pisoteen, la dejaré arrasada, no la podarán ni la escardarán”. 


El Señor nos encomienda su viña, nos encomienda su Iglesia, para que demos su fruto. Se fía el Señor de nosotros. He aquí una parábola que narra lo sucedido desde la creación hasta el día de hoy, la historia de la relación de Dios con su pueblo.

Una parábola es rica en significados y dimensiones. Nos habla de la santidad y del apostolado en la Iglesia. Para todos aquellos que tienen que formar parte de la viña y trabajar en el nombre del Señor, su santidad pasa por la cruz, por que los apedreen e insulten. Todos los criados murieron e incluso al Hijo, al Unigénito, también lo mataron. Nosotros que estamos llamados al apostolado en la Iglesia, hemos de saber, no para asustarnos sino para hacernos fuertes, que vivir en santidad, ser santos, luchar por la santidad, hacer apostolado en el mundo, en el trabajo, en el matrimonio, en la familia, siempre va a llevar la persecución y la crítica.

                Señalemos tres tipos o modos de persecución para no escandalizarnos y asustarnos, porque si sabemos que el camino de Cristo es la cruz, también lo va a ser para nosotros.

                El primer tipo de persecución es la de aquellos que son abiertamente opuestos a la Iglesia, no quieren saber ni de Cristo ni de Iglesia, y molesta y escuece que alguien anuncie y viva la verdad del evangelio denunciando las tinieblas. En los medios de comunicación se burlan de la Iglesia, pero cuántos también que nos rodean, en la propia familia o en el trabajo, critican y atacan a la Iglesia y no entienden que vivamos la fe de la Iglesia o que se eduque a los hijos en la fe. Es una persecución abierta contra el apóstol y su palabra, con diferentes grados de hostilidad.

                El segundo tipo, más fino, es la persecución de los tibios, de los indiferentes, de aquellos que incluso tienen contacto con la Iglesia, realizan algunas prácticas cristianas, pero si alguien, a su entender, destaca un poco porque quiera vivir en serio la santidad, se le aconseja que “no se mate”, “¡qué exagerado!”, “hay que ser moderno”, “eso no es el espíritu del Vaticano II”... Parece mejor quedarse con la comodidad antes que ser cuestionado; los tibios no son malos, pero no se matan por llegar a la santidad. Se da esta persecución de los tibios en la Iglesia.

                La tercera y última persecución,  la “persecución de los buenos”, es la de aquellos que aman a la Iglesia, quieren vivir en santidad, pero sólo admiten su modo de ver la Iglesia, su modo de trabajar, su espiritualidad, y todo el que pueda cuestionar eso, o no lo quiera vivir, o no esté conforme, ese queda “asesinado”. A Santa Teresa de Jesús la persecución que le hacen es la de los buenos, el Nuncio y su provincial, parte del Carmelo de la Antigua Observancia, etc. San Juan de la Cruz experimenta lo mismo con sus hermanos carmelitas, ¡y eran buenos!

                Tengamos presente estos tipos de persecución, sabiendo que el Señor llama al pueblo de Dios a dar frutos, que nuestro objetivo es la santidad y hemos de ser fuertes. Siempre entonces, como decía San Pablo, “nada os preocupe, sino que en toda ocasión”, también en las persecuciones, “en la oración y súplica con acción de gracias vuestras peticiones sean presentadas ante Dios”. Así nos lanzamos de cabeza, le moleste a quien le moleste, le duela a quien le duela, y digan de nosotros lo que digan; lo único importante es la rectitud de conciencia e intención para el Señor. Demos gracias a Dios por nuestra vocación de apóstoles santos.

1 comentario:

  1. Muy interesante padre su catequesis es verdad siempre vamos hacer perseguido aún de los buenos gracias por su aporte me ayuda mucho

    ResponderEliminar