viernes, 22 de mayo de 2020

¡Evangelizar siempre!


La Iglesia vive y existe para evangelizar: esa es su felicidad, su dicha, su vocación, afirmaba Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi. Evangelizar es la tarea propia de la Iglesia y, si lo concretamos más, evangelizar es la tarea propia de una parroquia, de una comunidad cristiana, de Movimientos y asociaciones, etc.




¿Qué es la evangelización?
¿Qué es evangelizar?

Cristo es el Evangelio[1] y el evangelizador, el Predicador y lo predicado, el Mensaje y el mensajero. En Cristo se encuentra el paradigma del evangelizador y en Él se descubre en qué consiste la evangelización, su contenido, su forma, su perseverancia. 

La evangelización de Jesús dio lugar a una comunidad de seguidores de Cristo, configurada como Iglesia. Desde el principio, la voluntad expresa del Señor era constituir una comunidad en torno a Él, fundada en los doce apóstoles, extendida a multitud de discípulos y que tienen el encargo confiado por Cristo de “id y proclamad”.


 La Iglesia es evangelizadora; es un dinamismo interior que proviene del Espíritu; es un encargo de su Señor y Esposo al que no puede renunciar sin comprometer gravemente su existencia y su fidelidad. El campo –que es el mundo- sigue siendo inmenso; las necesidades acuciantes; los hombres siguen necesitados del descubrimiento de Jesucristo en sus historias... ¡y la Iglesia anuncia y proclama, a tiempo y a destiempo, el Evangelio!

 ¿Y cuál es el contenido de la evangelización? 
¿Qué es evangelizar? 
¿Discursos moralistas sobre el pecado? 
¿Comprometidos anuncios de “valores” en lugar de virtudes cristianas? 

La Evangelii nuntiandi, de Pablo VI, da una definición completa:


“Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa” (EN 14).


La evangelización es conducir a los hombres a Dios, para que vivan su vida en el seno de la Iglesia, transformando la existencia. Es un anuncio explícito y claro de Jesucristo, para que todos lo conozcan, lo amen y lo sigan, formando parte de este pueblo santo que es la Iglesia, viviendo su oración y sus sacramentos, testimoniando la caridad y la solicitud por los enfermos y los pobres. 

Entonces es cuando la Iglesia crece y se edifica.


[1] Cf. Mc 1,1; Rom 1,1-3; en nota a pie de página n. 15 en EN.

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