Podría
decirse, sin que sea un atrevimiento, que las preces de Laudes educan en la
espiritualidad del Adviento, o lo que es lo mismo, forjan a una persona
cristiana en la espera y en la esperanza, la ayudan a levantar la mirada del
corazón aguardando a que Él venga en gloria y majestad. Orientan el deseo.
Iluminan el futuro que nos aguarda.
Cada
mañana, las preces de Laudes iluminan con color de esperanza la jornada que
empieza; prestar atención a ellas es asistir a una lección real en la mejor
escuela de espíritu cristiano, que es la liturgia.
1. Las respuestas
Cada
formulario ofrece una posible respuesta a las distintas peticiones. Todas son
expresión de un deseo, una súplica ardiente, que muy bien puede acompañar el
día como jaculatoria sabrosa que renueve y prolongue durante todo el día el
oficio divino matinal.
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“Muéstranos, Señor, tu misericordia” (Dom I; Juev II), es la súplica tomada del
salmo 84. Aguardamos su misericordia, vivimos de su misericordia y, en
definitiva, lo que necesitamos y toda nuestra confianza radica sólo en su
misericordia ante nuestra miseria, según el conocido binomio agustiniano. Pero
esa misericordia no es algo, sino Alguien, tiene Rostro: es Jesucristo.
“Muéstranos, Señor, tu misericordia”, es rogar al Padre que nos muestre a
Cristo, que nos dé a Cristo ya, sin retrasarse.
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La Iglesia
desde el principio oró, con esperanza, suplicando: “Ven, Señor Jesús” (Lunes I;
Dom, Lunes, Mar, Mierc, Viern y Sab de la
II semana), es decir, “Maraná thá”, “Ven, Señor Jesús”, o
también la confesión: “Maranathá”, “el Señor viene”. La aclamación primera a la
consagración, al menos en el Misal castellano, canta: “Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección, ¡ven, Señor Jesús!” Es confesión y es esperanza.
“Ven”, es el grito de la Iglesia Esposa
que espera en la noche de la historia con las lámparas encendidas a que vuelva
su Esposo. “Ven”, es el grito del amor en ausencia y espera del Amado. Y si
bien viene realmente en la
Eucaristía, ésta es una presencia sacramental, una mediación
de Cristo, hasta su retorno glorioso y definitivo.
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Una variante de la antigua invocación “Ven, Señor Jesús”, es la petición del
Padrenuestro: “Venga a nosotros tu reino, Señor” (Mart I). Esta petición es una
súplica cristológica, una petición humilde y constante para que venga Cristo;
Él es el Reino de Dios en persona, y “si
expulso los demonios con el dedo de Dios, es que el Reino de Dios está en
vosotros” (Lc 11,20). Así Cristo mismo es el Rey y el Reino de Dios mismo.
Al rezar el Padrenuestro, y emplear esa petición de la oración dominical como
respuesta a las preces, hallamos su interpretación escatológica y última:
¡Venga Cristo!, ¡venga Cristo y su gracia!
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“Quédate con nosotros, oh Emmanuel” (Mierc I). ¿Cómo podríamos vivir sin
Cristo? ¿Qué sería de nosotros sin Él? ¿Qué haríamos, qué seríamos? Al
encarnarse y nacer de Santa María puso su morada entre nosotros: la Palabra se hizo carne (Jn
1,14), habló con sonidos humanos…, trabajó con manos de hombre, amó con corazón
humano (cf. GS 22). Ya nada fue igual en la historia, en la vida, en lo creado.
Haciendo memoria de su Encarnación, rogamos “quédate con nosotros, oh
Emmanuel”, porque su Presencia determina por completo nuestra vida. Él es llamado,
en el evangelio de san Mateo, el Emmanuel, es decir, el “Dios con nosotros”, y
queremos que esa presencia no deje nunca de estar en medio de nosotros, en
medio de nuestra vida, en medio del mundo.
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El mismo tono, sabor y contenido que la anterior respuesta de las preces, posee
la súplica: “Quédate junto a nosotros, Señor” (Juev I), tomada de la petición
de los discípulos de Emaús (Lc 24). Sin Él, ya no se sabe vivir. Cuando se ha
gozado de su Presencia, cuando uno se ha visto abrazado por su misericordia,
sin Él ya nada vale. “¡Quédate!”
Hermosa en verdad la entrada de la que he disfrutado al entrar en el blog para el rezo de Laudes.
ResponderEliminarUna clara voz resuena
que las tinieblas repudia,
el sueño pesado ahuyentáse,
Cristo en el cielo fulgura.
Que la luz de tu presencia disipe, Señor, nuestras tinieblas
Julia María:
EliminarMe parece imprescindible, para educar litúrgicamente, llamar la atención sobre lo que rezamos y sacarle todo su jugo; así nadie convertirá la liturgia nunca en un espectáculo esteticista.
Las preces de Laudes dan mucho juego espiritual y teológico. Le seguiremos dedicando tiempo a ellas.
Saludos!
¡Qué hermosa urgencia la de esta cierta espera! Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.
ResponderEliminarAntonio Sebastián:
EliminarLas preces de Laudes en Adviento van sosteniendo nuestra esperanza, hacen que nuestra espera sea cierta y firme. Son deliciosos los textos litúrgicos.
Pax!