viernes, 6 de diciembre de 2013

Pensamientos de San Agustín (XXII)

Los católicos tenemos maestros sabios en nuestra Tradición espiritual, con enseñanzas válidas e imperecederas. Entre ellos, san Agustín, por su trayectoria vital, su experiencia de Dios y su reflexión sobre el Misterio, merece ser escuchado y acogido.


Sus "Pensamientos", en este blog, pretenden ofrecer -gracias al trabajo recopilatorio de Miserere- ideas breves sobre temas diversos, en su forma de "máximas". Leerlas y reflexionarlas, y alguna que otra memorizarla, nos proveen el arsenal del corazón de verdades claras.

La verdadera amistad se ensancha y se hace más robusta y firme, más honda y enraizada, cuando Cristo está en medio. La amistad entonces orienta a Cristo y se vive como memoria de Cristo, compartiendo a Cristo y caminando hacia Él. Desaparece todo roce, o incomprensión, o límite humano que la pueda hacer frágil y convierte la amistad en algo verdaderamente bello.
Ama verdaderamente al amigo, quien ama a Dios en el amigo o porque ya está o para que esté en él (San Agustín, Sermón 336,2).
¿A qué se refiere Cristo cuando dice que Él es "manso y humilde corazón"? ¿A quiénes proclama Cristo bienaventurados sino a los "mansos de corazón"? ¿Qué mansedumbre es ésta?
Quienes no ofrecen resistencia a la voluntad de Dios, ésos son los mansos. ¿Quiénes son los mansos? Aquellos que cuando les va bien alaban a Dios y cuando les va mal no le blasfeman; glorifican a Dios por sus buenas obras y se acusan a sí mismos por sus pecados (San Agustín, Sermón 53A,7).
Lo contrario a esta mansedumbre del corazón, propia de los grandes, de los verdaderos humildes, es la soberbia. Éste provoca una ceguera horrible en el alma y sin embargo se creen que ven, por lo cual su pecado persiste. Sólo la humildad sincera es clarividente.
Tanta es la ceguera de los hombres, que hasta de su misma ceguera se glorían (San Agustín, Confesiones 3,3,6)
La vida de oración no está exenta de tropiezos y tentaciones; a veces sobre cómo orar correctamente, otras veces pensamos que es una oración defectuosa y mejor no hacerla; en ocasiones, la tentación de mirar nuestros pecados y pensar que somos indignos para orar y así nos vamos alejando de la Misericordia de Dios...
Temes que pueda causarte mayor perjuicio el orar como no conviene que el no orar. Puedo decirtelo todo en dos palabras: pide la vida bienaventurada (San Agustín, Carta 130,4.9).
La luz del conocer penetra en el alma si el corazón está dispuesto y abierto a la luz, a aquella Luz que es Cristo, Logos y Luz del mundo. Entonces su Luz nos hace ver la luz y llegamos a irradiar su misma Luz. Veamos:
... lo mismo acontece con nuestra mente, que es el ojo del alma: si no irradia en ella la luz de la verdad, si no es iluminada de manera maravillosa por aquel que esclarece y no es esclarecido, no le es posible el acceso ni a la sabiduría ni a la justicia (San Agustín,Trat. in Ioh. ev., 35,3).
Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, con la estructura ternaria de memoria-inteligencia-amor, con el amor mismo y la libertad orientada al Bien. Lo que el pecado deformó en nosotros, el Verbo lo recreó.
En tu alma se halla la imagen de Dios. La mente del hombre la contiene. La recibió, e inclinándose al pecado, la deterioró. El mismo que antes fue su formador, vino a ella reformador. Vino el mismo Verbo... (San Agustín, Enar. in Ps., 32,2).
Dios ejerce una continua acción pedagógica y educativa en nosotros, a la cual no nos hemos de resistir por nuestro propio bien. Lo que fue creado bueno en nosotros, fue reformado por Cristo y ahora somos educados para no perder todo aquello que Cristo nos dio.
No te separes de la disciplina, porque quien te corrige no puede errar. Quien te hizo, sabe lo que ha de hacer contigo. ¿O acaso juzgas tan inhábil a tu hacedor que supo hacerte a ti y olvidó lo que ha de hacer contigo? (San Agustín, Sermón 21,8).
Un tema omnipresente, y bellísimo, en san Agustín, es la figura del "mendigo" como la situación real del hombre ante Dios que puede pedir humildemente, y no exigir, y recibir como Don la Gracia y la bienaventuranza. ¡Somos mendigos de Dios! Y realmente, lo que pedimos en el fondo de nuestras peticiones, es a Cristo, el mayor Don.
Si sientes hambre y sed, eres mendigo de Dios. Estás como mendigo a la puerta de Dios. A tu puerta hay otro mendigo. Lo que tú hagas con tu mendigo, eso hará Dios con el suyo (San Agustín, Sermón 53A,10).
El pasaje de la barca de los apóstoles zozobrando en la tempestad nocturna, mientras Cristo duerme, es un reflejo realísimo de las situaciones por las que atravesamos en ocasiones. Despierte nuestra fe a Cristo.
Cristiano, en tu nave duerme Cristo; despiértalo; dará orden a las tempestades para que todo recobre la calma. En aquel tiempo, los discípulos, fluctuantes en la barca mientras Cristo dormía, fueron símbolo del fluctuar de los cristianos cuando su fe cristiana está adormecida (San Agustín, Sermón 361,7).

4 comentarios:

  1. Genial San Agustin. Gracias D. Javier :D

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    1. Néstor:

      Gracias a vd., por la recopilación de sentencias y frases de san Agustín. Yo sólo copio, explico, y ofrezco aquí... el trabajo que antes ha hecho vd.

      Un abrazo!

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  2. ¡Cómo añadir, quitar o matizar a San Agustín! Vale, el que se sienta capaz, que lo haga. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

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    1. Antonio Sebastián:

      Pese a mi agustinismo descarado, reconozco que hay temas en que hay que matizar a san Agustín. Santo Tomás lo hacía suavemente, "dice el Magister"... "quería decir..."

      Eso no quita nada a la grandeza de san Agustín.

      Saludos!

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