Durante el tiempo de Navidad,
inaugurado el día del Nacimiento del Señor y que concluye con el Bautismo de
Cristo en el Jordán, los formularios de las preces de Laudes son muy numerosos
y variados y, por tanto, nos introducen muy adecuadamente en la celebración del
Misterio, enriqueciendo nuestra comprensión teológica y favoreciendo la
vivencia espiritual. Se supera así el sentimentalismo edulcorado que este
tiempo ofrece –social y culturalmente- para penetrar, humildes y adorantes, en el
misterio del Dios-con-nosotros.
1. Los encabezamientos
Cuando
se introducen las preces de Laudes, por parte de quien preside, en una frase
breve se muestra algún aspecto del Misterio que se celebra para disponer a
todos a la plegaria con una tonalidad específica.
¿Cuál
es el Misterio? Que el Verbo de Dios ha asumido nuestra naturaleza humana
haciéndose plenamente hombre para redimir al hombre: “Glorifiquemos a Cristo,
Palabra eterna del Padre, engendrado antes de los siglos y nacido por nosotros
en el tiempo” (25 dic). Su encarnación es plena: asume todo lo humano y entra
en el mundo –virginalmente- mediante la estructura familiar: “Adoremos a
Cristo, Hijo de Dios vivo, que quiso ser también hijo de una familia humana”
(Sgda. Familia).
Todas
las promesas mesiánicas y lo anunciado por los profetas durante siglos, se ven
cumplidos en Cristo: “Dios en su misericordia nos ha enviado a Cristo, príncipe
de la paz” (29 dic). La tierra entera se goza por su venida, su Luz ilumina a
todas las naciones, Dios ha hecho maravillas: “Cristo, Salvador enviado por
Dios, a quien han contemplado los confines de la tierra” (7 ene), ya que “los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios” (Sal 97), como tantas veces se canta en la
liturgia de este tiempo de Navidad.
Cumpliendo
las promesas, Dios obra una nuevo inicio: Cristo, hecho hombre, es la
recapitulación de todas las cosas, la
Cabeza absoluta y única de cielos y tierra, de lo visible y
lo invisible, el punto de unión y “la
síntesis de todo” (Col 3,11): “Cristo, el Señor, en quien el Padre ha
querido recapitular todas las cosas” (30 dic). Esa recapitulación comienza ya,
con su Nacimiento y Manifestación a toda la humanidad, derramando “gracia tras gracia” (Jn 1,16): “Cristo,
cuya gracia ha aparecido a todos los hombres” (31 dic); es, pues, el Salvador
universal, de todo hombre y de todos los hombres, ya que ha venido por todos y
para todos.
Cristo es el
Hombre nuevo y el verdadero Adán que nos introduce en la vida y nos saca de la
muerte: “Cristo, el hombre celeste, nuevo Adán y espíritu que da vida” (2 ene),
tomando estas palabras de san Pablo: “el
primer hombre, Adán, se convirtió en ser viviente. El último Adán, en espíritu
vivificante” (1Co 15,45); “honor y gloria a Cristo, que ha venido para
crear un hombre nuevo de corazón y de espíritu” (11 ene).
El
Misterio ha sido desvelado plenamente: “Cristo, Palabra eterna del Padre,
manifestado en la carne, contemplado por los ángeles y predicado a los paganos”
(4 ene; cf. 1Tm 3,16).
Celebrando y confesando el Misterio, en estos días en los que parece, que el misterio se reduce a cual va a ser la tendencia de la próxima temporada. ¡Qué bueno que DIOS se encarga de todo!. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.
ResponderEliminarDios realiza una nueva creación en el nacimiento en carne humana del Verbo, Jesús. Si el Génesis narra la creación del universo de la nada, en el Evangelio se nos narra la nueva creación a partir de la nada (humildad y obediencia) de María. Una nueva creación que arranca desde fuera del tiempo, tal y como narra en su comienzo el evangelio de Juan: “En el principio (las mismas palabras con las que comienza el Génesis)…”
ResponderEliminarJuan, quien mejor entendió el misterio de la Encarnación, mira el misterio de Dios y percibe en las palabras y actos de Jesús que no es un maestro más sino el único, definitivo e incomparable, la clave de lo que existe y la razón de ser de lo que va a existir, la alianza nueva, porque en Él se revela Dios: se hizo carne, acampó entre nosotros, y hemos visto su gloria. La liturgia de las horas es la liturgia del tiempo que Dios nos regala, de las horas que Dios nos concede en su nueva creación.
Déjame, Señor, poner mi cabeza en tu costado y tú, Juan, enséñame a colocar la cabeza en Su costado (de Laudes).