Cada año
volvemos a profundizar y exponer las características litúrgicas y
espirituales de cada tiempo litúrgico, incluso repitiendo catequesis. No
se trata de un afán de novedades, como si cada año hubiera que estar
inventando o la liturgia tuviera que ser nueva e innovadora cada año.
Más bien repitiendo las mismas cosas, año atras año, celebrándolas del
mismo modo año tras año con los libros litúrgicos vigentes, tendremos
que vivirlas mejor, conocerlas mejor, interiorizarlas mejor.
La
etapa que vivimos ahora no es la de la reforma de la liturgia, ya
concluida, sino la de su profundización y asimilación. Cada año, pues,
conviene recordar las realidades celebradas y desgranarlas hasta que
formen parte ya de nosotros y de nuestro bagaje espiritual y litúrgico.
Un tiempo litúrgico ofrece una espiritualidad, y marca sus constantes vitales y teológicas mediante dos formas:
1) fundamental, las lecturas bíblicas escogidasy su distribución para ser leídas en los oficios litúrgicos de la Iglesia2) el cuerpo de oraciones y prefacios.
En
el tiempo de Adviento el leccionario es muy rico y variado, con una
selección de lecturas que enriquece la comprensión del Misterio de
Cristo y nos dispone a acoger al Señor. La voz de Dios sigue resonando
en los profetas, y vemos cómo Dios cumple sus promesas realizándolas en
Cristo, su Hijo, venido en la humildad y pobreza de nuestra carne.
¡Comienzan los tiempos nuevos, los tiempos mesiánicos!
La Ordenación del Leccionario de la Misa describe los criterios de selección de las lecturas:
a) Para los domingos:
"Las lecturas del Evangelio tienen una característica propia: se refieren a la venida del Señor al final de los tiempos (I domingo), a Juan Bautista (segundo y tercer domingos), a los acontecimientos que prepararon de cerca el nacimiento del Señor (IV domingo).Las lecturas del Antiguo Testamento son profecías sobre el Mesías y el tiempo mesiánico, tomadas principalmente del libro de Isaías.
Las lecturas del Apóstol contienen exhortaciones y amonestaciones conformes a las diversas características de este tiempo" (OLM, 93).
b) Para las ferias (ferias son los días laborables):
"Hay dos series de lecturas, una desde el principio hasta el día 16 de diciembre, y la otra desde el día 17 al 24).
En la primera parte del Adviento, lee el libro de Isaías, siguiendo el mismo orden del libro, sin excluir aquellos fragmentos más importantes que se leen también en los domingos. Los Evangelios de estos días están relacionados con la primera lectura.
Desde el jueves de la segunda semana, comienzan las lecturas del Evangelio sobre Juan Bautista; la primera es o bien una continuación del libro de Isaías, o bien un texto relacionado con el Evangelio.
En la última semana antes de Navidad, se leen los acontecimientos que prepararon de inmediato el nacimiento del Señor, tomados del Evangelio de San Mateo (cap. 1) y de san Lucas (cap. 1). En la primera lectura se han seleccionado algunos textos de diversos libros del Antiguo Testamento, teniendo en cuenta el Evangelio del día, entre los que se encuentran algunos vaticinios mesiánicos de gran importancia" (OLM, 94).
Al conocer la
distribución y selección de lecturas bíblicas a lo largo del Adviento
nos podremos situar en las líneas teológicas que permiten esa lectura
semicontinua de algunos textos y no nos perderemos al escucharlas en la
liturgia.
Durante
la primera parte del Adviento, hasta el 16 de diciembre inclusive, hay
que destacar cómo el peso fuerte son las profecías mesiánicas de Isaías
que se leen de manera semi-continua, y el Evangelio -en este tiempo- se
busca como cumplimiento de la profecía de Isaías. En este caso, el
Evangelio no se lee de forma semi-continua y, probablemente, tendría
poco sentido en Adviento si no fuese por la primera lectura. Es el
método eclesial de la Tradición: lo anunciado se cumple en Cristo.
Al
llegar las ferias mayores, el 17 de diciembre, se busca el proceso
inverso: la importancia la tiene el Evangelio con los relatos de Mateo y
Lucas previos al nacimiento de Jesús, en cierto modo leídos de manera
cronológica, y la primera lectura se busca como profecía ad hoc para ese
evangelio.
Si conocemos los criterios de distribución e interpretación de las
lecturas, el tesoro bíblico que se abre con mayor abundancia a los
fieles será mejor aprovechado, tanto en su lectura litúrgica como
también en la oración personal sobre las lecturas (¡cuántas veces al
desconocer el porqué de una lectura no la entendemos, no la sabemos
interpretar, no le sacamos el jugo y la luz que adquiere situada en un
momento concreto y explicada con otros textos bíblicos!).
Si, ciertamente, ¡cuántas veces el desconocimiento nos hace apartarnos de DIOS, sin saber, que a la vez, nos estamos apartando de nosotros mismos, de nuestra propia esencia! Al despertar de este sueño incómodo que es la vida terrena, veremos, mientras tanto todo es búsqueda. Sigo rezando. DIOS les bendiga.
ResponderEliminarAntonio Sebastián:
ResponderEliminarCiertamente.
Pero como conocemos a Dios por la razón -según el Vaticano I- y sobre todo por la Revelación, el Leccionario proclamado en la liturgia nos desvela el Misterio de Dios.
Las lecturas, con una selección concreta, deben interpretarse correctamente: eso es lo que pretendo cada vez que ofrecemos aquí la distribución del Leccionario en un tiempo litúrgico y su correcta hermenéutica.
Pax