miércoles, 18 de diciembre de 2013

El deseo de Cristo (Preces de Laudes de Adviento - IV)




            3.3. El deseo del amor, la necesidad de la salvación


            El Adviento educa nuestro deseo, purificándolo, reorientándolo hacia Cristo y acrecentándolo, de forma que todo nuestro deseo sea Cristo y Cristo el único capaz de colmarlo.

            Ese deseo de Cristo alienta nuestros pasos, se expresa en oración, lleva el corazón a una esperanza renovada. ¡Cristo lo es todo!

            Durante el tiempo de Adviento, tiempo de preparación, expresamos ese deseo que está siempre sostenido por la esperanza y lleno de amor a Él.

            La necesidad de salvación la experimentan todos, aunque no todos la reconozcan o la identifiquen en ellos mismos: “con tu bondad y tu inmensa compasión, ven, Señor, en ayuda de todos y sal al encuentro de los que te desean aun sin saberlo” (Vier I). Si permanecemos en el amor, desearemos a Cristo y su venida con gozo y paz: “por tu Espíritu consérvanos en el amor, para que podamos recibir la misericordia de tu Hijo que se acerca” (Sab I).

            “Tú que por la Iglesia nos anuncias el gozo de tu venida, concédenos también el deseo de recibirte” (Lunes II); ese deseo de Cristo es ardiente, por lo que suplicamos constantemente su venida. Esperamos a quien amamos y el amor tiende a la unión, no sufre la separación ni la distancia: “Enciende nuestros corazones en tu amor, para que deseemos ardientemente tu venida y anhelemos vivir íntimamente unidos a ti” (Mart II).

            Gozo y deseo del corazón, se desea a Cristo: “Nuestra gloria, oh Cristo, es alabarte, visítanos, pues, con tu salvación” (Mierc II) porque así viviremos gozosos alabándole, si Él se digna visitarnos con su gracia, su misericordia y su salvación. Es la tierra entera la que experimenta tal deseo de la Presencia del Salvador: “Que la tierra entera, que se alegra por la venida de tu Hijo, experimente más aún el júbilo de poseerte plenamente” (Juev I).




            3.4. ¡Santidad!


            Sabiendo, y enteramente reconociendo, que hemos sido elegidos “antes de la creación del mundo para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor” (Ef 1,4), ya vivimos en el día a día la santidad cristiana mientras aguardamos la gloria Venida de nuestro Salvador.

            Pero como la santidad ni es impecabilidad ni voluntarismo ni radica en la mera voluntad y esfuerzo, sino que es don y gracia, participación gratuita en la santidad de Cristo, la santidad se suplica en oración.

            Tomando el texto paulino de 1Ts 5,23, se reza confiadamente: “Santifica, Señor, todo nuestro espíritu, alma y cuerpo, y guárdanos sin reproche hasta el día de la venida de tu Hijo” (Dom I); vivir santamente el día, cada día, es una gracia: “haz que durante este día caminemos en santidad” (Dom I).

            La santidad es revestirse de Jesucristo, completamente, sin fisuras (cf. Rm 13,13), siendo así hombres nuevos: “ayúdanos a vestirnos del Señor Jesucristo y a llenarnos del Espíritu Santo” (Dom I). Es Dios quien nos santifica y con su gracia nos hace vivir santamente: “Tú que eres la fuente de toda santidad, consérvanos santos y sin tacha hasta el día de tu venida” (Juev I); “Tú que llamas y santificas a los que eliges…” (Vier I). Esa santidad, como incienso perfumado, buen olor de Cristo, es una vida nueva: “Señor Jesucristo, que nos has llamado al reino de tu luz, haz que nuestra vida sea agradable a Dios Padre” (Juev I).

            Dios mismo comunica su santidad, la custodia en nosotros con sus gracias constantes, dirige nuestros pasos por el camino de la santidad: “Inclina, oh Dios, el corazón de los hombres a tu palabra y afianza la santidad de tus fieles” (Sab I). También nuestra plegaria incluye la petición por la santidad de la Iglesia, para que esté santamente embellecida para cuando venga Cristo, su Esposo, y se realicen las bodas del Cordero (cf. Ap 19,7): “Oh Dios que prometiste a tu pueblo un vástago que haría justicia, vela por la santidad de tu Iglesia” (Sab I).


8 comentarios:

  1. Dos aclaraciones, no para vd sino para aquellos que, percibo, no entienden correctamente el lenguaje de la Iglesia ¿No resulta suficientemente clara la entrada? Sí, si no existieran ideas falsas preconcebidas tanto en la mente de católicos como de no creyentes. Creo que la mayor dificultad en la evangelización se cifra en desmontar las mentiras y las medias verdades, instaladas previamente en la mente del oyente-lector.

    1.- Decimos que la necesidad de salvación la experimentan todos y es cierto, pero muchos cifran su salvación en lo material y en la satisfacción de sus gustos y caprichos; más paraíso que santidad y cielo. Y “se siente” pero no se puede entrar en el paraíso porque Dios puso un ángel con flameante espada para impedirlo.

    2.- “La santidad no es impecabilidad; ni voluntarismo ni mera voluntad y esfuerzo, sino don y gracia”. De acuerdo, pero inteligencia, memoria y voluntad, que Dios concedió gratuitamente a todo hombre son, junto a la vida, el primer don y gracia (“todo es gracia”); y deben ponerse a trabajar porque nos fueron dadas para ser santos y llevar a todos a la santidad. Señalar la importancia de inteligencia, memoria y voluntad en el camino de la santidad como dones divinos, me ha costado insultos “católicos” tan “agradables y de moda” como pelagiana, pero no importa pues creo firmemente que flaco favor es no rebatir a católicos y no creyentes la consideración de la gracia como acción mágica, así como la errónea identificación del reproche de Jesús a escribas y fariseos con el recto uso de estas facultades del alma.

    Aunque este himno de Laudes pertenece a la primera parte del Adviento, encaja en la entrada: “Ya madura la historia en promesas, sólo anhela tu pronto regreso; si el silencio madura la espera, el amor no soporta el silencio.”

    ¡Cristo lo es todo! No dejéis de velar: pronto llegará el Señor, nuestro Dios (Laudes)

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    1. Julia María:

      admitidas las aclaraciones para que se sentido brille más exacto para todos, sin confusión alguna.

      La necesidad de salvación la sienten todos... unos de modo consciente sin saber qué buscan ni qué les falta.... y otros, la mayoría, de modo inconsciente, no lo sienten en el nivel de la conciencia, porque ésta está adormecida o embrutecida, según los casos.

      2) Lo que Dios nos dio hay que ponerlo a trabajar: memoria, inteligencia y voluntad. Jamás la pasividad ni el quietismo fueron buenos. Nos toca movernos y trabajar... sabiendo que, en el fondo, es Dios quien activa en nosotros el querer y el saber (cf. Flp)

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  2. El deseo de CRISTO. En alguna ocasiones me parece mucho más fácil, pero muchísimo más fácil conocer el deseo de CRISTO, que conocer los míos. Bien claro está el deseo de CRISTO. El deseo de nosotros por CRISTO pasa por muchas más visicitudes. Sigo rezando. DIOS les bendiga, y muchas gracias Padre, por esa nueva fotografía.

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    1. Antonio Sebastián:

      Tal vez sea así. Nuestro deseo por Cristo pasa por muchas vicisitudes, momentos altos y bajos, luces y sombras, pero debemos permanecer en Él.

      Si se le desea de verdad, nada nos puede ni llenar ni arrebatar ese deseo. Necesitamos y queremos a Cristo.

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  3. Ven ya, del cielo resplandor,
    Sabiduría del Señor,
    pues con tu luz, que el mundo ansía,
    nos llegará nueva alegría.

    Llegando estás, Dios y Señor,
    del Sinaí legislador,
    que la ley santa promulgaste
    y tu poder allí mostraste.

    Ven, Vara santa de Jesé,
    contigo el pueblo a lo que fue
    volver espera, pues aún gime
    bajo el cruel yugo que lo oprime.

    Ven, Llave de David, que al fin
    el cielo abriste al hombre ruin
    que hoy puede andar libre su vía,
    con la esperanza del gran día.

    Aurora tú eres que, al nacer,
    nos trae nuevo amanecer,
    y, con tu luz, vive esperanza
    el corazón del hombre alcanza.

    Rey de la gloria, tu poder
    al enemigo ha de vencer,
    y, al ayudar nuestra flaqueza,
    se manifiesta tu grandeza. Amén.

    Laudes 19 deciembre

    PD: Una foto muy bonita, don Javier

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    1. Julia María:

      Tengo que ser honesto en la autoría intelectual. Esas fotos de amaneceres, con esos tintes rojos, no son mías, sino de MariCruz, nuestra amiga de Costa Rica, que las hace para mí y me las dedica de vez en cuando. Yo las recibo muy agradecido y las empleo.

      Están demasiado bien hechas para ser mías.

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    2. ¡Ay las cabezas! Le escriben mis "niños"..., no yo, aunque "quien a lo suyo se parece honra merece" y rezan laudes. Risas... Precisamente el mayor, sin pretenderlo, me recordó en un determinado momento que el rezo de las horas debía tomarlo en serio.

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    3. Julia María:

      ¡¡Es verdad!!! ¡No sé cómo he leído! Resultan que son sus hijos y directamente le he atribuido a vd. el comentario. Voy para mayor, está claro, la cabeza no funciona a veces....

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