La
participación consciente, plena, activa e interior en la liturgia, se
interpreta con el simple “intervenir”, desarrollar algún servicio en la
liturgia, y la proliferación –verbalismo- de moniciones y exhortaciones,
convirtiendo la liturgia de la Eucaristía en una pedagogía catequética
falseada. Se entiende la participación entonces como una didáctica de
catequesis donde todo son palabras, es decir, moniciones a todo, superfluas,
demasiado largas.
Desgraciadamente damos por hecho -¡craso error!- que “participar”
es sinónimo de “intervenir” y por tanto se procura que intervengan muchas
personas para que parezca más “participativa”. Es un fruto desgraciadísimo de
la secularización interna, que se ha filtrado en las mentes de una manera
pavorosa, y si no se interviene haciendo algo, entonces parece que no se ha
participado. Todos tienen que hacer algo, leer algo, subir y bajar, ser
encargado de algo, porque si no, se sienten excluidos, ya que viven con la
clave de participar = intervenir, participar = ‘hacer algo”.
Evidentemente
ese principio, elevado hoy día a axioma, es falso. Este error desemboca al
final en el precipicio y, claro, nos caemos a lo hondo del barranco y matamos
la liturgia.
Hay
frases muy reveladoras, que se dicen con mucha facilidad, y reflejan hasta qué
punto se está secularizando la liturgia desde dentro.
Otra
frase: “fue una Misa muy participativa”. Se suele entender con esto
que se multiplicaron las intervenciones, perdiendo la sacralidad, para buscar
un efecto secular, democrático, de fiesta humana: se multiplican las moniciones
(de entrada, a cada lectura, a cada ofrenda) y las ofrendas (una vela, un
libro, un balón, un cartel, el pan y el vino, por ejemplo), se organizan las
preces de manera que lo importante sea que cada petición la haga un lector
distinto y se añade un himno, poema o pequeño discurso tras la acción de
gracias. Se distorsiona la realidad sagrada de la liturgia, se le añaden
elementos y acciones al margen de lo que el Misal prescribe, cunde una ‘falsa
creatividad’ que es salvaje.
Aún
otra frase: “hay que preparar la liturgia para que todos participen”. De
nuevo al hablar de “participación” se está planteando como objetivo la
actuación directa de un determinado número de personas, buscando que cada cual
haga algo concreto. Lo observamos cuando hay Confirmaciones y, sobre todo, al
preparar las diversas tandas de las Primeras Comuniones. Olvidando que el modo
propio de participar los niños en esa Misa es comulgar por vez primera con el
Cuerpo y Sangre del Señor, transformamos la liturgia en una actuación infantil
constante. Las tandas de Primeras Comuniones son quebraderos de
cabeza: párroco o catequista quieren que cada niño “haga algo”, multiplicando
las intenciones, las ofrendas… lo que sea para que todos intervengan, haciendo
cálculos: en tal tanda hay 18 niños, hay que sumar intenciones y ofrendas
“simbólicas”, un niño lee un poema, otro hace un canto, hasta el número de 18;
si hay menos niños, se reducen las intenciones de las preces o las ofrendas.
Una liturgia así poco fruto real da, ni en vida espiritual ni en
evangelización.
El
mismo criterio rige en una liturgia en la que convergen diversos grupos,
Asociaciones, Movimientos, etc., preparando la celebración litúrgica de manera
que todos intervengan en algo como si, por no intervenir o ejercer un
ministerio litúrgico, ya no se participara. Si buscan cada uno su propio
interés, como en ocasiones ocurre, se olvida lo que es participar y se olvida
buscar los medios para que todos participen, y se centra cada cual en las
distintas intervenciones, reclamando, a veces hasta violentamente, ese margen
de intervención para hacer algo. Se pierde de vista la participación del pueblo
cristiano entero (: que recen bien, que lo vivan, que se ofrezcan con Cristo) y
la mirada se fija, obsesivamente, en quién interviene y qué hace cada cual, y
si un grupo interviene más que el otro, o aquel grupo se va a notar más su
presencia que este grupo de aquí.
La Comunión eclesial se destroza y se
sustituye por la suma aislada entre sí de carismas, Movimientos, grupos: están
juntos, pero no hay Comunión, y la liturgia es la distribución de
intervenciones de todos para que todos estén contentos y visibles ante los
demás.
Tengo la sensación que la participación se entiende como formar parte de una actividad socio-cultural. Parece que si no se tiene su espacio de protagonismo, no se participa. La cultura de las apariencias y del show ha calado demasiado hondo en nosotros, me temo.
ResponderEliminarNo se si será posible desandar el camino de la animación socio-cultural y re-andar el camino de la participación en los Misterios que nos acerca la Liturgia. Creo que esta andar y desandar tiene mucho que ver con una palabra que suena mucho y que no terminamos en comprender: conversión.
Feliz día. D. Javier. Que el Señor le bendiga :D
En algún momento puntual, la parroquia a la que acudo con más frecuencia en Santa Cruz de la Palma, me recuerda un club social. Sin embargo, es lógico que en momentos puntuales la parroquia sea también un club social. Lo que creo que es altamente peligroso, es que sea un club social permanentemente. Y eso son cosas muy diferentes. Que la Santa Misa sea en momentos puntuales sea "pura participación", no sería demasiado dramático, ni trágico, si el resto del tiempo, la Santa Misa es vivida y sentida como Comunión y la Alegría de ser amados sea lo que prime. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.
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