Insertados en la Católica, como miembros de la Iglesia, vivimos la catolicidad, o mejor, aprendemos el sentido hondo de lo "católico" cuando lo unimos a la "Comunión de los santos". Lo católico marca, sella, conforma la existencia, sacando del estrecho egoísmo de uno mismo e introduciéndonos en un amor que se hace extensivo a todos, conocidos o desconocidos, en el Cuerpo místico.
Ser católico significa que ya ni estamos solos ni lo que somos, vivimos o sufrimos se reduce a nosotros mismos ni a nuestro bien particular, sino que se integra en el todo de la Católica. Sirve a los demás, bendice a los demás, llega y alcanza a los demás.
Lo católico roza el misterio de lo invisible y nos ayuda a entender que formamos una partecita pequeña, pero real, vital, de la Comunión de los santos. Así, la santidad de uno redunda en la santidad de todos; la paciencia de uno sostiene al que es tentado de impaciencia; la esperanza de uno levanta las tristezas y angustias de otro.
El ofrecimiento de lo que somos y de lo que vivimos, grande o pequeño, enfermedad o pequeña contradicción, sufrimientos grandes o pequeña tarea insignificante, enriquece a la Comunión de los santos.
"Quien hace lo suyo con espíritu católico, contribuye a la catolicidad de la Iglesia" (VON BALTHASAR, H. U., Católico. Aspectos del Misterio, Encuentro, Madrid 1988, p. 45).
"Siempre habrá en la Iglesia... quienes quieran cargar con parte del peso que Dios, su Hijo y su Iglesia, tienen que arrastrar a una con el mundo. En esos momentos no piensan en sí mismos, se olvidan de sí de tal modo, que asumen desmesuradas obras de penitencia sin sentido aparente, sólo para que en alguna parte a alguien se le descargue algo de ese tremendo peso... Existe en el corazón de la Iglesia ese pequeño grupo que no puede contemplar el sufrimiento del Dios crucificado sin pedir con humildad no estar del todo excluido de él" (Id., p. 53).
Lo católico, incrustado en el alma, dilata el corazón. Entonces se ofrece a Dios cada mañana -la oración de las Laudes es su momento privilegiado- lo que se hace, se trabaja, se sufre, entregándolo a Dios para su Iglesia. Así se vuelve todo fecundo.
Somos UNO, un motivo más para la alegría. Alabado sea DIOS. Sigo rezando: DIOS les bendiga
ResponderEliminarantonio Sebastián:
Eliminar¡Sí, así es!
Somos uno en Cristo, somos uno en su Cuerpo. Y todos "interconectados".
Es conmovedor, es eficaz, es real.
Pax!