2. Los encabezamientos
El
formulario de las preces va precedido de una invitación de quien preside para
orar juntos; estos encabezamientos, bien recitados, considerados por todos,
encierran doctrina teológica y espiritual, y dispone el corazón de los orantes.
El
Adviento nos sitúa decisivamente ante la historia de la salvación, su
cumplimiento en Cristo, las promesas y la esperanza ante el Señor que viene.
Las profecías resuenan gozosamente en este tiempo como alegres y consoladores
anuncios de la primera venida del Mesías y de su vuelta gloriosa: “trazó desde
antiguo un plan de salvación para su pueblo” (Sab I), dice el encabezamiento de
las preces. Toda la historia trazada por Dios es historia de amor y salvación y
llega a su cumbre con Cristo: “Imploremos, hermanos, a Dios Padre, que ha
enviado a su Hijo para salvar al mundo” (Juev II).
Así,
Dios rescata al “resto de Jacob”, a los pocos fieles que le desean, al pequeño
rebaño: “El Señor, Padre todopoderoso, tenderá otra vez su mano, para rescatar
al resto de su pueblo” (Mart I).
La
oración eclesial se dirige “al Señor Jesús, juez de vivos y muertos” (Dom II),
es decir, un reconocimiento y confesión de Cristo como término y Señor de la
historia, Aquel que vendrá con gloria a juzgar a vivos y muertos, que “pagará a cada uno según sus obras” (Rm
2,6) y ante quien vamos a comparecer ante su tribunal (cf. Rm 14,10). Así pues,
oremos “con todo nuestro espíritu a Cristo redentor, que vendrá con gran poder
y gloria” (Sab II).
Aguardamos
al verdadero y único Salvador, “a quien todos los profetas anunciaron” (Pf II
Adv), “a Cristo, el redentor, que viene a librar del poder de la muerte a los
que se convierten a él” (Lunes II). No ha venido a juzgar y condenar al mundo,
sino a que se salve por él (cf. Jn 3,16). Con Él, la luz es plena, ilumina a
los que viven en tinieblas y en sombras de muerte. Se acerca la vida auténtica.
Por eso, convertirnos, volvernos a Él, es poseer la vida y ser librados del
poder de la muerte. Él es Vida y Luz: “Cristo, el Señor, luz que alumbra a todo
hombre” (Mart II), tomando esas palabras del prólogo del evangelio de san Juan
(Jn 1,9).
Nuestra
esperanza se acrecienta sabiendo lo que Cristo realiza, lo que nos aporta, lo
que realiza. ¡Ver!, y ver sin ceguera, luz sin tiniebla alguna y, por tanto, en
la plena verdad, no con pre-juicios, u oscuridad en la conciencia y en el
intelecto: “El Señor Jesucristo, Luz de Luz e Hijo de Dios vivo, nos sacará de
las tinieblas en que nos encontramos, para que podamos contemplar su gloria;
acudamos, pues, a él” (Lunes I). Su gloria disipa nuestras tinieblas. Donde
está Él, se revela la Gloria
de Dios que brilla atrayendo: “Cristo, Palabra de Dios, ha querido acampar
entre nosotros para que contemplemos su gloria” (Mierc I), “por medio de su
Hijo, Dios ha manifestado su gloria a los hombres” (Viern I).
Y
su encarnación en modo alguno es un castigo para él ni una maldición –sí
extrema humildad- porque, citando el libro de los Proverbios (8,31), “su delicia es estar con los hijos de los
hombres”: “Cristo, fuerza y sabiduría de Dios, cuyo gozo es estar con los
hijos de los hombres” (Juev I). Él ama estar con los hijos de los hombres, y
éstos llegan a reconocer que Cristo es la mejor Compañía, la única necesaria,
feliz.
No
se teme su venida, no aterroriza su presencia; el que viene a juzgar es quien
antes entregó su vida por el reo; es juez y defensor a un tiempo, es, asimismo,
Médico y Medicina. Nos consuela su presencia y deseamos su llegada porque él es
todo misericordia: “en su misericordia nos visita” (Mierc II). Cristo es
“nuestro redentor, que ha venido para darnos la justificación” (Vier II).
"Su encarnación no es un castigo ni una maldición para El... sí extrema humildad y amor..." (De otra manera semejante lo relata San Juan de la Cruz).
ResponderEliminarSi la Palabra no nos dijera de mil maneras que ama a los hombres, que se goza con ellos, que su delicia es estar con ellos... ¿quién lo creería si se conoce un poco? ¿quién le miraría a la cara estando El en la Cruz?
Pero, es verdad, El viene.
- Sólo en El descansa mi alma, sólo El me renueva y fortalece. ¡Ven! ¡Ven y muestra en mí tu misericordia!
Gracias, D. Javier.
Que El bendiga a todos.
Ver en la plena verdad!!!! ¿Puede existir mayor regalo? “En su misericordia nos visita”, Su corazón siente tan profundamente nuestra miseria que nos visita para ofrecernos la verdad del hombre, la verdad de la creación, a fin de que la vivamos, la convirtamos en nuestra carne.
ResponderEliminarCon este finalidad divina nos regala generosamente su vida encarnada en María para que en Él aprendamos qué es en verdad ser hombre, concediéndonos también su ayuda para serlo a través de tantas manifestaciones de su gracia en nuestras vidas. La misericordia divina sólo existe en la verdad (plan de Dios plasmado en sus inmutables leyes universales) y en la justicia (ajuste al plan de Dios).
¿Cómo llevamos la tesis? ¿Llevamos? Síííí… Reparto “equitativo”: vd la trabaja y nosotros rezamos… ¡No vamos a ponerlo todo nosotros! Me deslizo por un segundo de la entrada para acudir a la fiesta del día, recordando a mi hermosa Virgen de Guadalupe, la Guadalupana, y a todos nuestros hermanos de América.
Y en tu fiesta, Madre, suplicamos en Laudes: Concédenos ser, como Juan Diego, embajadores tuyos muy dignos de confianza.
Julia María:
Eliminar1) Espero que a vd. y a todos los que se han animado -¡gracias a Dios!- a rezar las Laudes les esté suponiendo una ayuda y un descubrimiento esta serie de catequesis que repetiremos otros años.
2) ¿¿¿¿La tesis????? Más parada que... No expondré públicamente los porqués, pero... Tal vez le escriba en privado, amiga mía.
Un saludo
Estaría bien permanecer en estado continuo de oración. Cada instante de la vida por EL y para EL, en constante comunión con EL. Alabado sea DIOS. Sigo rezando. DIOS les bendiga.
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