viernes, 31 de julio de 2009

San Ignacio, apóstol del Corazón de Cristo (Ejercicios y pedagogía)


La devoción al Corazón de Jesús no consiste en un conjunto de prácticas devocionales o sentimentales; ni es el culto a una imagen, a veces demasiado melosa. Es una devoción que se podría definir como un proceso: cristificación, es decir, vivir en un proceso constante de identificación con Cristo, permitir que Cristo viva en mí, que seamos uno. Es una comunión tal con Cristo que me hago semejante a Él porque Él quiere vivir en mí y que yo le transparente. Este proceso constante es la clave de la devoción al Corazón de Cristo.

S. Ignacio de Loyola fue un apóstol del Corazón de Jesús. Incluso –permítase el atrevimiento- nos legó un manual muy práctico de esa devoción: el libro de los Ejercicios. ¿Un manual? ¿Vienen oraciones y devociones varias? ¡No! ¿Es un libro con ideas, alta teología, erudición... para proporcionar material para la meditación y la reflexión? ¡Menos aún, que no el mucho saber intelectual llena el alma, sino el gustar internamente! ¿Entonces, qué?

Es la guía de un proceso que cambia a la persona, ordena su mundo interior, y logra que Cristo lo vaya siendo todo. Los Ejercicios espirituales de S. Ignacio poseen una dinámica que toca en la persona su memoria, su inteligencia y su mundo afectivo; lo sitúa en el principio de realidad –lo que yo soy, tal como soy, con mi pecado, en las circunstancias en las que vivo-; ordena todo sin inclinarse sin guiarse por afectos desordenados... para avanzar en el seguimiento de Cristo, “buscando y hallando la voluntad de Dios” para mí [EE 1]. ¡Para ser como Cristo!

Ignacio nos sitúa. Hay que ver qué soy, para qué he sido creado, cuál es el fin de mi vida: la orientación que llena la vida es Dios (“sed de Dios... hasta que descanse en Ti”), y en función de eso hay que retornar al camino, convertirse, reordenar. La situación concreta es la del pecado: soy pecador, pecador realmente, con pecados concretos. El proceso pide llegar a aborrecer el propio pecado y romper con los lazos que me retienen.
Entonces S. Ignacio nos pone a caminar con Cristo: meditar con la imaginación, los sentidos, la inteligencia y el corazón la vida de Cristo, su pasión y su Resurrección. ¿Objetivo? “Conocimiento interno del Señor que por mí se ha hecho hombre para que más le ame y le siga” [EE 104]. Esto es, que lo que medito y contemplo se grabe de tal forma en mí, que me transforme, y yo llegue a vivir, actuar, pensar, sentir, amar, obedecer como Cristo. El proceso termina -¡si es que alguna vez acaba!- en una entrega de amor a Jesucristo y la inserción apostólica y filial en la Iglesia. La “contemplación para alcanzar amor” (la quintaesencia de los Ejercicios) induce a reconocer en todo el amor de Dios y responderle con la entrega de todo mi amor para que en adelante mi vida sea en todo amar y servir. Pero esto no es individualista: quien es de Cristo, quien se une a Cristo, desemboca en la Iglesia, siente la Iglesia, ama la Iglesia, no se aparta un ápice de la enseñanza de la Iglesia y en la Iglesia halla su lugar, su vocación y su compromiso apostólico.

Características entonces del proceso de cristificación:

-Ordenar la vida viéndome como Dios me ve en mi situación concreta

-Conocer mis pecados y aborrecerlos (proceso constante de conversión)

-Conocimiento interno de Cristo: una oración que me transforma en Él
-Amor y seguimiento a Cristo
-Ofrenda de la propia vida al servicio de la voluntad de Dios

-Sentir con la Iglesia, ser un alma eclesial


S. Ignacio de Loyola es un gran maestro y pedagogo. Brilla con luz propia, es evidente. De él recibimos hoy una enseñanza profunda sobre la verdadera devoción al Corazón de Cristo.

6 comentarios:

  1. Muy estimado amigo Javier:
    entro comentario por primera vez en este preciado blog que trata de manera muy especial del Sagrado Corazón de Jesús. El domingo pasado se leía en Misa el evangelio de los Cinco panes y dos peces, en él se nos cuenta como Jesús se compadece al ver a la muchedumbre hambrienta. El anterior domingo se nos había leído otro fragmento en el que Jesús invitaba a descansar para después predicar y misionar.
    Son muestras de como todo el evangelio está salpicado, yo aun diría más, inundado de la espiritualidad del Sagrado Corazón.
    Tal espiritualidad (me parece un reduccionismo llamarlo tan solo devoción aunque toda espiritualidad deba tener una manera concreta de vivirla)nunca debería desaparecer de nuestra fe por culpa de complejos baratos que esconden a los fieles el fundamento bíblico de tal espieritualidad.
    Gracias a Dios, hoy hay apóstoles que se han tomado en serio devolver al pueblo fiel esta espiritualidad. uno de ellos es Don Francisco Cerro, obispo de Coria-Cáceres. Tiene publicado en la editorial Monte Carmelo dos libros muy interesantes sobre el Sagrado Corazón de Jesús: "El Corazón de Jesús. Novedad del Evangelio" y "Enciclicas y Documentos de los Papas sobre el Corazón de Jesús".
    Saludos fraternales
    Quique Fernández (Barcelona)

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  2. Quique:

    Eso es lo que se pretende con el blog. Es una espiritualidad muy amplia y variada: es el contacto con la Persona del Salvador. Sin reduccionismos. Es espiritualidad reacia, valiente, apostólica, sacramental, eclesial...

    Bienvenido a este pequeño blog.

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  3. Padre Javier:

    ejemplar la vida de San Ignacio, pero ¿cómo ve usted la Compañía del siglo XXI?¿se respira una auténtica espiritualidad
    ignaciana?

    Por cierto, enhorabuena por su blog

    Vincenzo

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  4. Vincenzo:

    Gracias por su felicitación. El blog está empezando y espera prestar un servicio a la Iglesia.
    REferente a su pregunta, habría mucho que decir, y con gusto le respondería, pero el ámbito de este blog es de teología y espiritualidad, no tanto de actualidad eclesial. Simplemente, oremos por la Compañía.

    Un abrazo.

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  5. Creo que su respuesta está llena de finura y delicadeza. Así sea pues... "oremos por la Compañía".

    Un abrazo,

    Vincenzo

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  6. Enhorabuena por su blog.
    Quería presentarle a D. Pedro Legaria Párroco y fundador de las Esclavas de Cristo Rey. Él fue un amante del Corazón de Jesús

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