domingo, 26 de julio de 2009

Santiago Apóstol o la pedagogía que usa Cristo (II)


Junto a su hermano Juan y a Pedro, Santiago era miembro del grupo más íntimo de Jesús. Esa cercanía le permitió entrar más en el Corazón insondable del Salvador, que lo iba cautivando. Los tres años de ministerio público de Jesús fueron la mejor escuela para educar a Santiago. Cristo desarrolló con él su pedagogía divina. Santiago ve resucitar a la hija de Jairo (Mc 5,37) como un privilegiado en el reducido recinto (¡su Maestro era capaz de devolver la vida! –qué orgulloso se sentiría-), Santiago, que con los demás se había escandalizado del anuncio de la Pasión, asiste lleno de estupor a la Transfiguración, la divinidad sin velos de Jesús, el anticipo de la resurrección. Descubre que en Jesús hay algo más que un ser excepcional: es la Presencia de Dios mismo. Cristo tenía que vencer, con amorosa pedagogía, las resistencias interiores de Santiago y reeducarlas en otra dirección. El ímpetu del fuego, el carácter fuerte que demuestra ante la aldea samaritana será encauzado por Cristo para tener el ímpetu del apóstol, conociendo de qué espíritu es: ¡llegará hasta Hispania, hasta el Finisterre, para anunciar al Resucitado! Entra en escena la madre, impulsiva, sin reparos humanos, sin mirar cuánta gente hay delante. ¡Ya vemos de dónde le viene el carácter a los hijos de tal madre! Pide el puesto a la derecha y a la izquierda en el Reino de Cristo. Probablemente, Santiago y Juan no se atrevieron a pedir por las claras los puestos de importancia, pero empujaron a la madre a realizarlo (o ésta se lanzó sola). Cristo se dirige no a la madre, sino a los hermanos. Palabras misteriosas. “¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?” La ambición de Santiago va a ser transformada. Cristo los estimula a su imitación, compartiendo con Él el cáliz de la pasión. “Podemos”. Lo bebió. Tras predicar en España y volver a Jerusalén, sufrirá –el primer apóstol- la Pasión. Cristo es modelo de educador. “El Pedagogo es educador práctico, no teórico; el fin que se propone es el mejoramiento del alma, no la instrucción; es guía de una vida virtuosa, no de una vida erudita” (Clemente de Alejandría, El Pedagogo 1,1,4). Su Presencia, su Compañía, son determinantes, y nadie que trate con Cristo permanece indiferente. Con Él todo es nuevo, y así brota una nueva personalidad. El ejemplo, Santiago: finalmente su única ambición fue extender el Reino, y su impulso fue predicar... ¡hasta beber el cáliz, dando la vida por Cristo!


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