miércoles, 29 de julio de 2009

Naturaleza (espiritual) de la liturgia


Necesitamos comprender bien la naturaleza y la teología de la liturgia para vivirla y celebrarla como un hecho de orden espiritual, incluso propiamente místico, lleno de amor a Jesucristo. La liturgia es la voz unísona del Espíritu Santo y la Iglesia Esposa, por tanto, no es un aparato externo, unas ceremonias o un conjunto de símbolos dados o inventados por una asamblea -¡ay, la falsa creatividad!-, sino que es el Misterio de Dios en Cristo Jesús, renovándose, actualizándose, entragándose. Es la mística profunda de la liturgia en sus celebraciones: el Espíritu Santo se une a la Esposa Iglesia para clamar: “Ven, Señor Jesús”.

Las aguas, siempre signo de vida, abundancia, bendición, Espíritu Santo, esas aguas, brotan de la misma liturgia: La liturgia es la fuente pura y perenne de agua viva. El que tenga sed de Dios, sed de vida, necesidad de saciar su alma, encuentra en la liturgia su fuente, manantial de aguas vivas (tal como señala Jeremías). ¡Qué bien resuenan los cantos de Isaías: “Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación” (Is 12)! El agua que mana del costado del templo (Ez 47), el agua del Espíritu que nos rociará (Ez 36), el agua que mana del costado dormido de Cristo en la cruz (Jn 19). Esa agua -¡tan deseada!- se halla en la divina liturgia: “El que tenga sed que venga a mí y que beba” (Jn 7).

Quien desee a Jesucristo, llenar su espíritu, que acuda a la liturgia, porque de ella manan ríos de agua viva. Sólo comprendiendo espiritualmente la liturgia hallaremos su sentido pleno y verdadero, y cuanto hagamos, oremos, cantemos o realicemos (inclinaciones o signaciones, ofrendas o manos extendidas al orar) será espiritual y verdadero.

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