"Y la Palabra se hizo carne,
y habitó entre nosotros
y hemos contemplado su gloria"
La Navidad es el ciclo de la Manifestación del Señor, de su plena Revelación, de un mostrarse desvelado el Misterio, haciéndose accesible, cercano y amoroso.
Comienza la redención.
Comienza el coloquio o diálogo entre Dios y el hombre.
Comienza la máxima presencia de Dios en la historia de los hombres haciéndose hombre.
La gratitud y la sorpresa se convierten en adoración del Misterio, en escucha de la Palabra encarnada, en amistad con Cristo.
Dios ha entrado en la historia. No es una fábula ni un mito: es un acontecimiento histórico, datable, con testigos y con signos. Una historia verdadera que ha cambiado la historia: el Logos se ha hecho carne.
Es un mensaje siempre nuevo, siempre sorprendente, porque supera nuestras más audaces esperanzas. Especialmente porque no es sólo un anuncio: es un acontecimiento, un suceso, que testigos fiables han visto, oído y tocado en la persona de Jesús de Nazaret. Al estar con Él, observando lo que hace y escuchando sus palabras, han reconocido en Jesús al Mesías; y, viéndolo resucitado después de haber sido crucificado, han tenido la certeza de que Él, verdadero hombre, era al mismo tiempo verdadero Dios, el Hijo unigénito venido del Padre, lleno de gracia y de verdad (cf. Jn1,14) (Benedicto XVI, Mensaje de Navidad, 25-diciembre-2010).
Y, ¿por qué? Por puro Amor.
"El Verbo se hizo carne". Ante esta revelación, vuelve a surgir una vez más en nosotros la pregunta: ¿Cómo es posible? El Verbo y la carne son realidades opuestas; ¿cómo puede convertirse la Palabra eterna y omnipotente en un hombre frágil y mortal? No hay más que una respuesta: el Amor. El que ama quiere compartir con el amado, quiere estar unido a él, y la Sagrada Escritura nos presenta precisamente la gran historia del amor de Dios por su pueblo, que culmina en Jesucristo.
En realidad, Dios no cambia: es fiel a sí mismo. El que ha creado el mundo es el mismo que ha llamado a Abraham y que ha revelado el propio Nombre a Moisés: Yo soy el que soy... el Dios de Abraham, Isaac y Jacob... Dios misericordioso y piadoso, rico en amor y fidelidad (cf. Ex 3,14-15; 34,6). Dios no cambia, desde siempre y por siempre es Amor. Es en sí mismo comunión, unidad en la Trinidad, y cada una de sus obras y palabras tienden a la comunión. La encarnación es la cumbre de la creación. Cuando, por la voluntad del Padre y la acción del Espíritu Santo, se formó en el regazo de María Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, la creación alcanzó su cima. El principio ordenador del universo, el Logos, comenzó a existir en el mundo, en un tiempo y en un lugar.
"El Verbo se hizo carne". La luz de esta verdad se manifiesta a quien la acoge con fe, porque es un misterio de amor. Sólo los que se abren al amor son cubiertos por la luz de la Navidad. Así fue en la noche de Belén, y así también es hoy. La encarnación del Hijo de Dios es un acontecimiento que ha ocurrido en la historia, pero que al mismo tiempo la supera. En la noche del mundo se enciende una nueva luz, que se deja ver por los ojos sencillos de la fe, del corazón manso y humilde de quien espera al Salvador. Si la verdad fuera sólo una fórmula matemática, en cierto sentido se impondría por sí misma. Pero si la Verdad es Amor, pide la fe, el 'sí' de nuestro corazón” (Benedicto XVI, ibídem).
En realidad sólo hay que acudir a la propia experiencia y analizarla, verificarla. Todos tenemos sed de amor, un impulso natural -por tanto puesto por Dios mismo en la naturaleza- para amar y para ser acogidos con amor. La respuesta mayor y más plena, absoluta, incondicionada, a ese deseo de amor, es Jesucristo, la Palabra encarnada.
Y, en efecto, ¿qué busca nuestro corazón si no una Verdad que sea Amor? La busca el niño, con sus preguntas tan desarmantes y estimulantes; la busca el joven, necesitado de encontrar el sentido profundo de la propia vida; la busca el hombre y la mujer en su madurez, para orientar y apoyar el compromiso en la familia y en el trabajo; la busca la persona anciana, para dar cumplimiento a la existencia terrenal. (Benedicto XVI, ibídem).
Navidad inaugura una etapa nueva en la historia: el Amor de Dios no es una idea, sino una Persona. No queda lejos, sino accesible. Abracemos al Niño por amor, recibamos el Amor en Jesús.
¡¡Feliz Navidad!!
"¡Felicitaciones, carísimos, porque ha nacido el Salvador! No cabe la tristeza cuando nace la vida. Si eres santo, ¡alégrate!, porque tienes encima tu premio. Si eres pecador, ¡alégrate!, porque se te ofrece el perdón. Si eres un pagano todavía, ¡alégrate!, porque eres llamado a la vida de Dios". (San León Magno)
ResponderEliminarFeliz y Santa Navidad. Un fuerte abrazo
Adeste, fideles, laeti, triumphantes,
ResponderEliminarVenite, venite in Bethlehem:
Natum videte Regem Angelorum:
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum.
Dios ama al hombre, nos ama, y ¿nosotros a Él?
Tomo sus palabras don Javier, "Feliz y Santísima Navidad"
¡Qué el Niño Jesús les bendiga!
Feliz y Santa Navidad. Hoy estamos de fiesta, nos ha nacido el Salvador del mundo, el que puede entrar en nuestros corazones y limpiarnos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Feliz Navidad don Javier y resto de lectores y comentaristas del blog.
ResponderEliminarQue el Niño nacido en Belén nos ayude a ser mejores cada día.
Que el Dios niño nacido en Belén les bendiga a todos
FELIZ NAVIDAD!
ResponderEliminarAlabado sea DIOS.
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