jueves, 25 de octubre de 2012

Salmo 26: El Señor es mi luz y mi salvación...

    La catequesis sobre los salmos ayuda a descubrir a Cristo en los salmos y cómo poner estos salmos en boca de Cristo, y lo que significan, y cómo Cristo está oculto en cada versículo del salmo. Es un modo de introducirnos a los salmos para orar con ellos, y sobre todo, para saber interpretarlos. Esto no quita para que los salmos también, siendo oración de Cristo al Padre y descubriendo la voz de Cristo en el salmo, puedan ser también perfectamente nuestra propia oración; es, en vez de la voz de Cristo, nuestra propia voz al orar, y es el caso de este salmo. El salmo expresa un deseo y una situación de vida.

“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” El mundo habla de paz, de seguridad, pero todo es falsa paz, falsa seguridad, en el fondo, sólo el Señor. “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?” Y contemplamos al Señor como luz, como salvación y como defensa. Está hablando aquí de la situación de oscuridad de los que viven en el mundo  según el pecado, pero “vosotros hermanos no vivís en tinieblas, para ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día”. Por el bautismo caminamos como hijos de la luz en un mundo que, por el pecado, anda en tinieblas, y podemos caminar en esa luz porque “el Señor es nuestra luz y nuestra salvación”. Y en las tinieblas del mundo, a nada ni a nadie podemos temer porque el Señor es nuestra defensa y la Luz brilla en las tinieblas.

“Una cosa pido al Señor: eso buscaré”. Aquí hay una petición que es clave, el nervio fundamental, de lo que es para nosotros la vida cristiana. Porque pedimos muchas cosas al Señor, dice el salmo “una cosa pido al Señor”; si pide una cosa, es que es lo más importante. 

¿Qué pide el salmo? “Habitar en la casa del Señor por los días de mi vida”. Es un deseo y un anhelo de Dios, de que lo que empezamos a gustar aquí en la tierra, la experiencia de Dios en los sacramentos, en la oración, en nuestra propia vida en la que vamos viendo la mano providente de Dios, un día, en la vida eterna, también lo podamos disfrutar.  Nuestra petición: “habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida”, gozar de estar siempre en la casa de Dios, de estar con Dios. “Gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo”. Dios es dulce, es tierno, es materno, tiene entrañas de misericordia, y lo que  deseamos es que la dulzura que ya experimentamos, la podamos gustar eternamente, emborracharnos de Dios, la “sobria ebriedad del Espíritu”, dice la frase de un himno latino. “Contemplando su templo”, contemplando el mismo rostro de Dios.
Y termina el salmo: “Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida”. El país de la vida hace referencia a aquel primer país, a aquel primer paraíso del cual el hombre fue expulsado por su pecado, sin embargo, anhelamos ese nuevo paraíso, más pleno, del cielo.

“Espero gozar”. Cuando se trata de Dios, la palabra no es “me da miedo Dios”, sino lo contrario, “espero gozar”, y la verdadera esperanza cristiana, la más elevada, y la que da sentido a nuestro vivir cotidiano, es esperar pero esperar a Dios, esperar poseer a Dios, esperar gozar de Dios. Por eso “espera en el Señor, sé valiente”, no te acobardes, que nada te asuste, que no te vengas abajo, que en la vida y en la muerte somos del Señor, que no estemos dormidos, vivamos sobriamente, estemos viviendo con el Señor. 

“Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor”. Es un grito de esperanza, es nuestra situación como peregrinos en medio del mundo. Que también al celebrar la Eucaristía podamos acrecentar la fe, podamos gustar y ver lo bueno que es el Señor y un día podamos pasar de la mesa de la Iglesia peregrina a la mesa del cielo en el país de la vida.

6 comentarios:

  1. Dios, que es Padre, tiene sentimientos maternos, dulzura, ternura, misericordia (capacidad de sentir la desdicha de otro), como claramente vio san Francisco de Asís. En la misma forma que para el niño pequeño su mamá es el centro de su vida sin que la corrección de sus diabluras desdiga nada de su ternura y dulzura, Dios es el centro de toda la vida, de todas las aspiraciones del salmista.

    Hoy no es emoción sino confirmación. No podemos discutir ¡que le vamos a hacer! Para mí, que me paso buena parte del día discutiendo, es bueno porque me quedo sin fuerzas.

    En oración ¡qué Dios les bendiga!

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  2. El Señor es mi luz y mi salvación. ¿A quién temeré? Bueno, supongo que a DIOS. Debe ser bueno vivir en el santo temor de DIOS. Ese temor que hace tener una profunda reverencia a DIOS, y no tratar con DIOS, de igual a igual, sino de CREADOR a criatura. Me da por pensar que no es una relación que tenga paragón con ninguna relación cotidiana humana. Para mi es un profundo misterio. Me sobrecoge. Me impacta. A veces se me pasa por la cabeza que va más allá de lo racional, lo supera y lo trasciende.
    Muchas gracias, Padre por sus reflexiones sobre el salmo. DIOS le bendiga.

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  3. Habitar en la casa de Señor por los días de mi vida, esto es lo que anhelo y deseo para mí y los míos, porque solo estamos de paso pero podemos estar con Él para ser de Él

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  4. Buenos días don Javier. Padre, procuraré en medio de tanta paz mundana no perder de vista que mi misión es habitar en la casa del Señor, mi salvador y que hacerlo con todos los que me rodean y me encuentran, sé que ruega por todos sus fieles blogueros, gracias.Un abrazo.

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  5. Una cosa pido al Señor: eso buscaré.

    Habitar en la casa del Señor por los días de mi vida. Es un deseo y un anhelo de Dios; la fuerza mayor que mueve mi vida.
    ¡Gracias Don Javier!Que bella foto!
    Dios le bendiga. Unidos en oración.

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  6. que gratificador es releer los salmos..
    Gracias y un saludo para el blog!

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