"Así pues, ama a Dios con todas tus fuerzas para que en todos tus actos le complazcas. Pues, si quien contrae matrimonio se apresura a complacer a su esposa, mucho más aún el monje [entiéndase en sentido general, el hombre de Dios solo ante Dios] debe complacer a Cristo de todas las maneras. Quien ama a Dios, guarda sus mandamientos. Que Dios no quiere ser amado sólo de boquilla, sino con pureza de corazón y justicia en las obras. Pues quien dice: "Amo a Dios", pero no guarda sus mandamientos, es un mentiroso.
En efecto, un hombre de esta clase se engaña a sí mismo y por sí mismo se deja seducir. Y Dios no escruta las palabras sino el corazón, y ama a los que le sirven con un corazón sencillo. Si con tal cariño amamos a los padres terrenales, que tan escaso tiempo soportaron fatigas por nosotros, ¿no deberemos amar aún más al celestial?
Ciertamente también ese cuidado que ellos nos prestaron, es un favor a nosotros que nos hace Cristo, el máximo dispensador de todo. En verdad, antes de que naciéramos en este mundo, su providencia ya preparó a nuestros padres para que sus cuidados nos nutrieran: ¡pero es que hasta los pechos de la madre se llenan de leche cuando el niño ha nacido!
Amemos, entonces, por encima de todo a Dios, que nos modeló a nosotros y a nuestros familiares con sus propias manos, y cuantas cosas buenas se nos hacen cada día atribuyámoslas a ese favor suyo. Y amemos también a nuestros padres como a nuestras propias entrañas si no nos impiden llegar a servir a Cristo..." (S. Basilio, Exh. a un hijo espiritual, n. 3).
Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. (Mateo 22, 37). Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. (Juan 15,14). Jesús le hizo una promesa a mi amiga santa Catalina de Siena: "Cuida de Mí y de mis intereses que yo cuidaré de ti y de los tuyos".
ResponderEliminarEn oración ¡qué Dios les bendiga
Julia María:
EliminarDesconocía esa frase de su amiga (en este caso, no lo es mía), y espero que sí esté en sus obras completas y no sea algo atribuido. Me encanta. Me la aplico.
Un fuerte abrazo.
No tengo tiempo ahora mismo de comprobar si está en el Tratado de la consumada perfección (Breve Diálogo) o en el Diálogo, aunque debe estar situada en los capítulos relativos a la providencia o a la obediencia, y la santa siempre habla en tercera persona; cuando pueda releerlas le daré la cita textual. Es perfecta ¿verdad?
EliminarParece que no hay ninguna diferencia entre amar a DIOS y amar al prójimo. Es indistinguible. O en la medida que se ama a DIOS se ama al prójimo y en la medida que se ama al prójimo se ama a DIOS.
ResponderEliminarY sin embargo, no creo que eso sea humano. Solo con la Gracia de DIOS se consigue. DIOS hace todo el trabajo. Alabado sea DIOS.
Antonio Sebastián:
EliminarSan Agustín, y yo diría que en los Trac. ev. Ioh., decía que el amor de Dios tiene primacía en el rango jerárquico, pero el amor al prójimo es el primero en el rango de la acción, estableciendo así un orden.
Para amar, sólo la Gracia, porque el amor de verdad es caridad, con un eros purificado y maduro (como diría Benedicto XVI en Deus caritas est).
Me alegra que nos hayamos conocido y visto, sólo lamento la agenda mía que no nos ha permitido ni siquiera un café.
Un abrazo, in Domino.
Buenos días don Javier. Parece que es clave en este asunto tener un corazón sencillo para tener puro el corazón y realizar obras justas. Veo que mucho me tengo que aplicar a ello y apretar el paso.Un abrazo.
ResponderEliminarxtobefree:
EliminarCuanto más sencillo es el corazón, más humilde, y así sí es posible vivir un amor que tiene su origen en Dios y se expande -también por nuestro medio- a los demás.
¡Apretar el paso! Eso debemos hacerlo todos, amigo.