Me encontré un texto de san León Magno, para mí desconocido, pero que me parece claro en un punto. Se refiere al hecho de confesar los pecados.
Me explico.
En los años 70 se pensaba que el Sacramento de la Penitencia debía ser, también en los signos exteriores, algo comunitario. Se creó la fórmula C -confesión y absolución comunitaria- que se reserva para casos gravísimos y con permiso explícito del Ordinario del lugar (excepto en una catástrofe). Pero muchos, precipitadamente, querían presentar estas celebraciones con la absolución comunitaria como lo más acorde con lo que fue la Tradición de la Iglesia en el Sacramento. Pensaban que todo era comunitario: la absolución y hasta la propia acusación de los pecados, si bien esta acusación la presentaban como genérica ("soy pecador") sin concretar más.
Craso error.
En el Orden de los Penitentes se ingresaba en la antigüedad para expiar los pecados, durante un tiempo prolongado (un año, tres años...) con salmos diarios, ayunos prescritos de pan y agua, expulsión de la asamblea después de la homilía, hasta que pasado ese tiempo en una solemne liturgia el Jueves Santo por la mañana, uno a uno recibían la absolución y la imposición de manos del Obispo en la catedral para que pudieran participar, ya reconciliados en la Vigilia pascual.
Se desmonta fácilmente lo de una absolución indiscriminada para todos los presentes: era uno a uno tras un tiempo prolongado de expiación y penitencia.
Pero tampoco los pecados eran públicos, ni se decían en alta voz. Quien tenía necesidad de entrar en el Orden de los Penitentes, en privado, decía sus pecados al sacerdote o al Obispo, era admitido y se le aplicaba qué penitencias eran adecuadas para él.
El texto al que hacía alusión al principio es de san León Magno. Recuerda que sólo el sacerdote o el Obispo deben conocer los pecados de cada penitente:
"Por todos medios quiero que desaparezca un intolerable abuso cometido por algunos, que va directamente contra la regla apostólica; me refiero a la penitencia pedida por los fieles. No se lea públicamente la confesión escrita en los libelos con la especificación de cada pecado, puesto que basta a los sacerdotes, para conocer la culpa de las conciencias, la confesión hecha en secreto y aunque es laudable la plenitud de la fe, que por temor de Dios no se avergüenza ante los hombres, sin embargo, porque hay pecados que hechos públicos, pueden dañar a los penitentes, extírpese esa reprobable costumbre, no sea que se aparten muchos de la penitencia por vergüenza o por temor a que se descubran sus actos a sus enemigos y sean castigados por las leyes. Basta, pues, aquella confesión hecha primero a Dios, luego al sacerdote, que es intercesor por los delitos de los penitentes. Pues fácilmente se podrá mover a muchos a la penitencia, si la conciencia del confesado no llega a oídos del pueblo" (Epist. ad episc. per Camp., 2, Hispana, PL 84, 786).
Siempre en la Iglesia ha existido la reserva y la discreción para amparar al penitente.
Por tanto, nunca la confesión es ni ha sido pública en la Iglesia. Desgraciadamente, esto parece que se olvidó para hacerlo todo "comunitario" reinventando la forma litúrgica del Sacramento.
Público era el estar incorporado al Orden de los Penitentes; público era que estaban fuera de la Comunión eclesial (y por tanto no podían comulgar eucarísticamente ni ofrecer); y público era el momento de la absolución la mañana del Jueves Santo, reunidos todos los fieles para orar esa mañana por ellos.
Pero ni la acusación de los pecados era pública, ni la absolución era "general" para todos, sino uno a uno a los penitentes.
En varias ocasiones he oído o leído que existía esa práctica, pero yo nunca he asistido a ninguna de estas "celebraciones de la penitencia". A mi me produce una sensación interior rarísima. Renunciar en la confesión a la intimidad con DIOS, a esa intimidad del tu y yo del confesionario me dejan una enorme sensación de perplejidad. Si, estas y otras cosas me dejan patidifuso. Realmente me cuesta digerir algunas cosas. Y ciertas digestiones son muy malas, por eso hasta que no echo fuera lo indigerible no vuelvo a mi ser natural, "empecatado si", pero sosegado.
ResponderEliminarMuchas gracias, Padre, feliz domingo. Abrazos.
Antonio Sebastián y todos:
EliminarNo quiero defender este sacramento como de "intimidad", sino mostrar que aun en el aspecto litúrgico del Sacramento, con la forma primitiva que se empleaba en tiempos de los Padres, siempre hubo una acusación personal de los pecados al Obispo o al sacerdote, y una penitencia expiatoria proporcionada... mientras otros elementos sí eran comunitarios, públicos y visibles, como la entrada en el Ordo de los Penitentes, las oraciones en común y la absolución delante de todos.
La intimidad necesaria no debe confundirse con la privacidad. El sacramento de la Penitencia es muy eclesial y a veces lo vivimos de manera deformada.
Y dirijo este comentario-respuesta a todos en general.
Así es, sin ninguna duda.
ResponderEliminarLo comunitario y lo público de la confesión es invisible;
consiste en la Comunión penitencial de los miembros del Cuerpo místico, a través de la Comunión de los Santos.
Aquí reside lo comunitario de la confesión.
No en una visibilidad comunitaria de lo privado,
como erróneamente creían y vd denuncia tan acertadamente, sino en una invisibilidad sobrenatural de lo comunitario, que deja indemne lo personal.
Un saludo
Alonso:
EliminarEn mi comentario anterior creo que le he respondido también a lo que vd. señala.
El post-catequesis no era catequesis sobre el Sacramento, o el Misterio, o el dogma... sino rebatir un argumento desde la liturgia misma.
En cuanto a lo visible-invisible, vea la Penitencia en "Catolicismo" de De Lubac. Aquí, en este blog, creo que una vez puse una entrada sobre él.
La mayor parte de las afirmaciones sobre “costumbres” o modos de plasmar la fe que se achacan a los primeros cristianos no tienen sustento alguno; ésta a la que se refiere la entrada, es una de esas afirmaciones. En la práctica comunitaria de la confesión, buenas intenciones al margen, se encuentran errores e ignorancias significativas; por una parte, la confusión entre comunidad (unidos a Cristo, en Cristo) y “estar juntos”, por otra, la falta de conciencia real de lo terrible del pecado y de sus consecuencias así como el significado y transcendencia del verdadero arrepentimiento. Cuando nos percatamos del horror sin límites, del inmenso dolor, de la terrible tragedia que supone la vida de la humanidad desde el principio hasta nuestros días, se comprende el sudor de sangre del Huerto de los olivos y el sacramento de la penitencia se coloca sin esfuerzo en el lugar que le ha dado la Iglesia.
ResponderEliminarEn oración ¡qué Dios les bendiga!
Sin lugar a dudas, Julia María.
EliminarPero reitero que lo que me interesaba es mostrar cómo siempre, incluso cuando la forma litúrgica era comunitaria y la absolución solamente la mañana del Jueves Santo, que la acusación de los pecados existía, era personal y se hacía ante el Obispo o el sacerdote.
Saludos!!
D´accord, ok, einverstanden, مُوافِق; empieza una a hacer digresiones y se pierde el punto central del discurso. Personal y ante el sacerdote.
EliminarTrès bien, ma chère amie!!! Pero ya veo que vos sois polisssglotaass y yo no.
EliminarY el centro del discurso era un artículo de liturgia, estrictamente liturgia. Pero a vd. le permito las disgresiones que quiera, para que no me plante una demanda civil cuando menos lo espere.
Mil gracias por tantas cosas!!!
Tiene razón. D. Javier que en los 70 los sacramentos habían cambiado de tener un entendimiento personal a algo totalmente público. Por ese tiempo yo pasaba de América hacia España con 10 años y me encontré con una impresionante desorientación eclesial. Con esa edad me di cuenta perfectamente que se había perdido el norte y que íbamos a la deriva. En Costa Rica nos enseñaron el catecismo con una seguridad que en España era casi pecado nombrar.
ResponderEliminarPero la Providencia no deja de actuar y poco a poco se va reparando el desaguisado de aquellos años.
Un abrazo. Que Dios le bendiga :)
Si, señor Miserere mei Domine. Se había perdido el norte, y se había perdido el sur, y se había perdido el este y además se había perdido el oeste. Algunas iglesias saqueadas por sacerdotes "modernos", que tiraron o vendieron de baratillo obras de arte para poner adefesios abstractos y "modernos"........ La lista de atropellos "modernos" es interminable, en fin, un dolor. No me extraña que muchos fieles huyeran despavoridos ante tamaños sinsentidos. Es verdaderamente un milagro que estemos ahora como estamos. En fin, un dolor.
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