Las catequesis y en general las palabras de Pablo VI durante el Año de la Fe (1968) pueden ser sin duda una palabra reflexiva y orientadora para la situación que ahora vivimos y el año de la Fe que acaba de empezar.
Toda catequesis debe evangelizarnos, es decir, cuestionarnos para, entrando en la verdad de nuestro cristianismo, cuestionarnos, revitalizarlo. Si damos por hecho el vigor de la fe en nosotros, o su enraizamiento, caeríamos en el aviso de paulino sobre el que está muy seguro de estar en pie... ¡cuidado no caiga!
Ser evangelizados constantemente es que la enseñanza de la Iglesia, una y otra vez, llegue hasta nosotros, riegue nuestro ser, nos interpele. La meditación constante y el estudio de la verdad revelada permitirán, pues, crecer en la fe, encarnarla en la propia existencia frágil y renovada, dará fecundidad a la vida.
Pero, siempre, hemos de velar por la integridad de nuestra fe, expuesta a corrientes y vientos distintos, a ideologías, modas secularizadoras, cuestionamientos desde fuera a los que a veces ni sabemos responder. La integridad de la fe, como un depósito, ha de ser salvaguardada para no vivir en una mentira, ni con un sucedáneo, ni, por nuestra cuenta y riesgo, hacerla acomodaticia a las expectativas de un mundo post-moderno que vive de espaldas a Dios y que relega la fe a un sentimiento o práctica privada e inocua.
Ante estos riesgos, la autorizada palabra de Pablo VI muestra el trabajo constante de velar por la integridad y la pureza de la fe.
"¿Cuál debe ser en este período siguiente al Concilio el pensamiento dominante de todos, pastores y fieles, que se toman a pecho la revitalización auténtica y operante del mensaje de salvación, traído al mundo por Cristo, para la renovación espiritual de su Iglesia, para la reestructuración de todos los cristianos en su unidad efectiva y para la eficacia restauradora e inspiradora del mundo?
Algunos hablan de una adaptación doctrinal de la enseñanza católica de acuerdo con ciertas pretensiones de la mentalidad moderna, de forma análoga a cuanto realizó a su tiempo la reforma del siglo XVI; otros hablan, en cambio, de cambios en las estructuras eclesiásticas; unos y otros colocan en los cambios de la doctrina o de la constitución de la Iglesia su confianza, no pensando acaso si este cambio es legítimo en una religión como la nuestra, esencialmente obligada a la fidelidad, y no pensando suficientemente si estas innovaciones no se convierten en estados de duda, de arbitrio, de particularismo, de debilidad en la Iglesia de Dios, y no de vitalidad y renovación. Por ello creemos que el deber en estos momentos es ante todo descender a la raíz de nuestra vida religiosa, a su principio interior y originario, es decir, a la fe, para tratar de revigorizarla en el conocimiento de sus elementos constitutivos, en la valoración de su origen divino, en la conciencia de sus operaciones interiores, en la coherencia de su profesión externa, en el gozo de su posesión personal y de su testimonio social.
Cómo poner en práctica el Año de la Fe
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Por ello, conmemorando el decimonono centenario del martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo, a quienes consideramos las más fuertes y sólidas columnas del cristianismo primitivo, hemos propuesto a la Iglesia el "Año de la Fe", casi como consecuencia y exigencia postconciliar.
Tenemos que confesar que esta proposición no ignora las grandes dificultades que el hombre de hoy encuentra en una sincera y plena adhesión a la fe; más aún, precisamente para conocer y estudiar mejor estas dificultades, resolverlas y superarlas se ha concebido nuestra invitación al "Año de la Fe".
Es preciso advertir, carísimos hijos, que hoy la virtud de la fe no es de fácil ejercicio. Alabaremos, protegeremos a aquellos de nuestros fieles, de espíritu sencillo y sereno, que por gracia preciosa y especial, o bien por ciertas condiciones favorables de edad, educación o ambiente, están casi inmunizados de los obstáculos que hoy la vida moderna opone a la fe. Que el Señor proteja y multiplique las escuadras de los creyentes, fuertes y tranquilos, en la posesión de su fe.
El vigor de una nueva pastoral
Pero es necesario salir en ayuda de cuantos se sienten ante la fe indiferentes, obstaculizados o incluso opuestos. ¡Cuántos libros se han escrito con este objeto! ¿Pero quién desconoce que buena parte de la literatura apologética de ayer ha disminuido hoy y acaso ha perdido su eficacia? Vemos ahora con satisfacción que está en vías de afianzarse un nuevo camino de defensa de la fe, con nuevos libros y nuevos métodos; animamos y bendecimos a cuantos ofrecen a esta nueva pastoral de la fe la contribución de su pensamiento y de su obra. Más aún, auguramos que muchos pensadores, oradores, maestros, teólogos, escritores y pastores, iluminados por el Espíritu Santo y siguiendo la buena doctrina, sabrán confirmar en la fe al pueblo de Dios.
Sería interesante hacer la síntesis de las objeciones características contra la fe en nuestro tiempo (cf. Danielou, Foi et men. contemp., Études, 1954, 289-301), y advertir cómo muchas proceden de la "forma mentis", es decir, de la forma de emplear nuestras facultades cognoscitivas, en la cual la escuela, la ciencia, la mentalidad moderna, casi sin darnos cuenta, educan a nuestros espíritus;y como siempre, nuevas dificultades, hoy temerosamente radicales, que lo ponen todo en duda, se suman a las de ayer. Hoy se duda de todo en el mundo del pensamiento, y por ello también de la religión; y parece que la mente del hombre moderno no encuentra descanso más que en la negación total, en abandonar todo tipo de certeza, de todo tipo de fe, como el que tiene los ojos enfermos y no encuentra descanso más que en la oscuridad, en la tiniebla. ¿Serán las tinieblas al fin la meta del pensamiento humano y de su inextinguible sed de verdad, y del encuentro con el Dios vivo y verdadero?
Constante vigilancia por la integridad de la sana doctrina
La vida religiosa puede estar expuesta a tremendas pruebas en la generación próxima si no la sostiene una fe genuina y fuerte. Por esto exhortamos a todos a fortificarla y a vivirla. Recuérdese a San Pablo: tenemos que hacer de nuestra fe una coraza: "vosotros, hermanos, no estáis en la tiniebla..., vosotros sois hijos de la luz" (1Ts 4, 4-8).
Y con respecto a nosotros, revisaremos también entre las causas generales y principales de estas dificultades presentes y posibles crisis de fe la separación del pensamiento moderno, incluso en algunas zonas de la escuela católica, de la llamada "filosofía perenne", es decir, de la norma natural de la racionalidad humana, y, sobre todo, la desconfianza en el magisterio de la Iglesia. También aquí parece sugerir el apóstol unas palabras a propósito, cuando escribe a Timoteo: "Habrá un tiempo en el que (los hombres) no soportarán la sana doctrina... Tú permanece vigilante en todo momento" (2Tim 4,3-5).
Esta vigilancia en la integridad, en la vitalidad de vuestra fe es lo que hoy os recomendamos"
(Pablo VI, Audiencia general, 14-junio-1967).
Buenos días don Javier. Resulta esencial mantenerla pura y vivirla aproximándonos más a la Verdad que es siempre un Encuentro con el hombre más íntegro.Un abrazo.
ResponderEliminarXtobefree
EliminarSer fieles a la Verdad es nuestro reto hoy; profesarnos íntegros en la fe, firmes en la fe, pese a las olas del mundo.
¡Él es el Camino! ¡Él es la Verdad!
Padre, para mi este texto es enormemente sugerente. Me da por pensar las formas que pueden favorecer la experiencia personal con CRISTO. Creo que este encuentro CREADOR-criatura es esencial para decidir seguir a CRISTO, para acoger la FE. A partir de este encuentro la acogida de la sana doctrina surge naturalmente. .... Y siempre llegamos a lo mismo. Oración-Santidad-Formación-Acción, como un todo único y a la vez. Partimos siempre de que DIOS está deseando que lleguemos, que sale a buscarnos. Debe ser que los hombres siempre ponemos trabas, o lo dejamos para después.
ResponderEliminarAbrazos y afecto. DIOS le bendiga.
Antonio Sebastián:
EliminarSin duda es Dios quien nos sale al encuentro. Creo que es Tertio millennio adveniente (n. 4 ó 6) la Carta que decía que en todas las religiones el hombre buscaba a Dios, pero la novedad del cristianismo es que es Dios quien busca al hombre.
El encuentro es transformador, da conocimiento (la verdadera gnosis cristiana, que diría san Ireneo) y que hemos de conservar y transmitir íntegramente.
¿Creemos que era fácil para el joven rico? No aceptó porque era difícil. ¿Fue fácil para Zaqueo? Si repartió y resarció tal y como nos cuenta el Evangelio, le costó su fortuna. Al mismo Pedro, que no era pobre puesto que tenía una barca de su propiedad ¿le sería fácil dejar su modo de vida por seguir a ese rabí que decía cosas que no entendía? Y a María ¿le fue fácil?
ResponderEliminar¿Por que creemos, entonces que para nosotros es dificil? Siempre y para todos ha sido dificil. "El Reino de los Cielos se arrebata con violencia".
En oración ¡qué Dios les bendiga!
(Esta tarde le he convertido en jurista con un clik porque después de pinchar enviar, lo escrito es suyo: Debe estar en su correo; si no hubiera llegado, dígamelo, la informática tiene sus misterios.)
Julia María:
EliminarSu email se fue a "correo no deseado" (¡¡qué ironía!!), pero una vez rescatado, ya le he respondido.
¿Ha tenido alguna vez un ataque de risa imparable? Yo lo acabo de tener. Bien está que sea "duro" leerme, pero que hasta las máquinas se rebelen... es demasiado. Después del día de hoy y del que me espera mañana, se han ensanchado mis pulmones; para una fumadora no está mal. Tenga cuidado, me temo que cuando abra el documento, el ordenador entrará en combustión espontánea.
EliminarJulia María:
EliminarHe empezado a leer su tratado "el jurista católico". Me entero a medias, y me he sonreído (por razones que ya sí puede vd. comprender) cuando de la exposición impersonal, ha pasado directamente al "tú": "viene un cliente y tú puedes aplicar...". Si la tuviera al lado le daba dos besos de gratitud.
Ambos somos fumadores, ¿otro punto en común?????
Y no ha habido ninguna combustión: leo el documento a ratos, porque me cuesta el lenguaje jurídico y procesual (que no entiendo, vamos...) pero me parece de una solidez admirable.
¿Le reitero las gracias? Al menos quédese con esos dos besos de gratitud...
Pero, siempre, hemos de velar por la integridad de nuestra fe, expuesta a corrientes y vientos distintos, a ideologías, modas secularizadoras, cuestionamientos desde fuera a los que a veces ni sabemos responder.
ResponderEliminarMalos vientos y corrientes en este siglo XXI, lleno de ideologías-ahora no se mata tanto como el nazismo, fascismo o stalinismo, pero ¿acaso no es más peligroso un enemigo silencioso como es el el desprecio o el “hacer oídos sordos”?- y dioses materiales-dinero que estás en los cielos…- que nos apartan de lo verdaderamente importante, atacando a las raíces más profundas de nuestra fe. Vivimos en una época de secularización extrema, pero yo, como los últimos de Filipinas, ni un paso atrás, por muchos que sean los enemigos…
… “aunque me muelan a palos/,
que es lo que pasa
cuando los buenos son menos que los malos”.
La colmena:
EliminarDesde luego las aguas mansas son más peligrosas que las bravas (o los toros, que es lo mismo para el dicho popular). Ahora nos tocan aguas mansas pero que en definitiva arrastran y ahogan.
Ahora el enemigo es la secularización (externa e interna, ojo, que la interna tiene narices también) y por tanto la indiferencia religiosa, la apatía, la privatización de la fe.
Para ir contracorriente, desde luego no hay otra que la integridad de la fe, sin adulteraciones ni acomodaciones prácticas a la época postmoderna (aquello de "modernizarse").
Saludos cordialísimos. ¡Qué alegría ver "La colmena" de doña Julia María viniendo por aquí e interviniendo! Vuestra madre y vosotros como correctores, me habéis hecho un gran favor.
Padre, yo creo que la única secularización verdaderamente peligrosa es la secularización interna. Yo la temo muchisimo más que a la externa. Creo que es con mucho la más dañina, y la más luciferina.
ResponderEliminarantonio Sebastián:
EliminarCorruptio optimi, pesima.
Realmente la corrupción de "los buenos", en este caso la secularización interna, es pésima, la peor. Y el demonio tiene mucho que ver y disfruta con esa descomposición del catolicismo aguado con las modernidades y veleidades de la época.
Remamos mar adentro pero realmente contracorriente.